¿Quién es Juan Ortega, el torero que ha suspendido su boda?
La principal característica del toreo de este sevillano es su despaciosidad
Ortega suspende la boda y deja colgados a la novia y a 500 invitados
Las grandes figuras, entre los invitados
La principal característica de Juan Ortega, sevillano de 33 años, delante de un toro es la despaciosidad. Todo en su forma de moverse sobre el ruedo es pausado, lento, medido, acompasado. De manos bajas, muy bajas, con la capa, es uno de los mejores exponentes del toreo a la verónica en la actualidad y un exquisito intérprete del toreo clásico. ¿Pero quién es y de dónde viene Juan Ortega Pardo?
El Hospital de la Cruz Roja de Triana lo vio nacer el 8 de octubre de 1990. Tras hacer sus primeros pinitos en la Escuela Taurina de Amate y debutar con público en Camas el 15 de abril de 2006, comenzó a estudiar la carrera de ingeniero agrónomo en la Universidad de Córdoba y prosiguió su aprendizaje taurino en la escuela de esa ciudad. Eso hizo que su debut con picadores sucediese en la plaza de Los Califas el 16 de mayo de 2011 con novillos de Fuente Ymbro. Un año después, el 7 de junio, se presentaría en la Maestranza con novillos de Luis Algarra. La alternativa le llegó también en tierras cordobesas, concretamente en la plaza de Pozoblanco, el 27 de septiembre de 2014 lidiando toros de Zalduendo con Enrique Ponce ejerciendo de padrino y José María Manzanares de testigo.
Esos primeros años fueron de búsqueda y de no entrar en los carteles, ya que entre ese 2014 y 2019 solo intervino en 27 festejos. Esa carrera un tanto parada resurgió con fuerza en medio de la pandemia, en una corrida en la plaza de Linares que supuso el aldabonazo que permitió el encuentro del torero con eso que él mismo buscaba. El propio Ortega reconoció, según recoge el portal Mundotoro, lo siguiente: “Después de la tarde de Linares, cuando me quité el vestido y me quedé solo en la habitación, sentía que me dolía todo, no tenía la sensación ni la satisfacción de haber estado bien. Solo me apetecía estar solo, tenía ganas de llorar… Era como una sensación extraña, distinta, porque, a pesar de todo, sabía que había pasado algo grande”.
Pasó que ese día Juan Ortega había inmortalizado el toreo con uno de Parladé, Nardito, en una faena llena de matices, de pureza y de naturalidad.
Ahí Juan Ortega se encontró. Y desde ahí su nombre ha ido apareciendo cada vez más entre los nombres propios del toreo de este siglo XXI. Y todo gracias a ese toreo que llaman eterno y que se fundamenta en la lentitud, la limpieza, la elegancia de un toreo barroco ejecutado con una sencillez sorprendente.
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