"Recibí 8.000 euros después de que mi marido hubiese muerto"
Ayuda a la dependencia
La Asociación de Directores y Gerentes de Servicios Sociales calcula que unas 31.000 personas fallecieron en España en 2019 antes de haber recibido algún servicio o prestación
Rosario Vargas, vecina de San Juan de Aznalfarache (Sevilla) solicitó en 2009 la ayuda de la dependencia para poder hacer frente a los cuidados que precisaba su marido, un hombre de 65 años que tras un accidente de tráfico se quedó paralítico. Las consecuencias del siniestro unidas a otras enfermedades que padecía el hombre con anterioridad lo convirtieron en una persona dependiente y encamada.
"Estuvimos más de un año sin recibir ninguna ayuda", se queja la mujer. "Yo trabajaba limpiando casas, pero lo tuve que dejar para poder cuidarlo. Vivíamos de la pensión de mi marido, unos 700 euros. Mis hijos estaban en paro y tenían sus familias, no podían ayudarnos", cuenta Rosario Vargas.
"Cuando la trabajadora social me dijo que nos habían concedido 8.000 euros de la ayuda de la dependencia, hacía dos meses que había muerto mi marido", recuerda la mujer. "Fui con mi hijo el mayor a cobrarlo y le di tres mil euros a cada uno de mis dos hijos. Yo ya no los necesitaba, mi marido ya no estaba conmigo".
La Asociación de Directoras y Gerentes de Servicios Sociales calcula que unas 31.000 personas fallecieron en España antes de haber recibido algún servicio o prestación. "Hay que tener en cuenta que el 54% de las personas solicitantes tienen más de 80 años. Tremenda forma de reducir las listas de espera", señala el presidente de la entidad, José Manuel Ramírez.
"Esta demora supone gravísimos trastornos a las personas dependientes y genera importantísimas sobrecargas familiares, especialmente a las mujeres , ya que el 75% de las personas que prestan cuidados familiares son hijas, madres o parejas”, continúa Ramírez.
Carmen García y Manuel Sánchez estuvieron cerca de 9 meses esperando la resolución de su solicitud. Manuel se dañó la médula tras resbalar en la bañera. No podía caminar. Pocos meses después, a causa de la diabetes que sufría, las piernas se le necrosaron y los médicos tuvieron que amputarle ambas extremidades inferiores.
Vecinos desde hacía 50 años del barrio de Loreto de Cádiz, tras el accidente, antes de que Manuel saliera del hospital, Carmen tuvo que vender su casa, un cuarto sin ascensor, y buscar un piso de alquiler en un bajo que estuviera adaptado. "Hasta que me mandaron a un muchacho para que me ayudara, yo era la que aseaba, cambiaba el pañal y levantaba a mi marido de la cama con la ayuda de mi hermana Remedios, pero llegó un punto en el que yo ya no podía con él, pesaba mucho", comenta Carmen García Frontado, que entonces tenía 75 años.
"Cuando me aprobaron la ayuda a domicilio, la situación mejoró. Primero venían sólo por las mañanas, y, después, tres veces al día. Lo aseaban, lo levantaban de la cama, lo sentaban en la silla, lo acostaban después de comer y se quedaban con él si yo necesitaba ir al médico o a por medicinas", cuenta la mujer.
El matrimonio disfrutaba de este servicio de lunes a sábado. "Los domingos no venía nadie y si mi hijo no podía tampoco venir por cualquier motivo, mi marido se quedaba todo el día en la cama, yo no podía con él".
Carmen García asegura que, incluso, cuando Manuel Sánchez estuvo ingresado en el hospital, una persona acudía al centro hospitalario por la mañana temprano, lo que le permitía a ella ir a casa después de pasar la noche con su marido y ducharse.
Este matrimonio era beneficiario de dos prestaciones, la teleasistencia, por la que pagaban 4 euros, y la ayuda a domicilio, por el cual tenían que abonar algo menos de 100 euros (copago).
El próximo mes de marzo harán dos años del fallecimiento de Manuel Sánchez. "A mí me ayudaron mucho. Estaba muy contenta. Los muchachos trataban a mi marido con mucho cariño, lo que no me gustaba era que cada cierto tiempo la persona que venía a mi casa cambiaba y teníamos que adaptarnos continuamente a una persona nueva", comenta Carmen García, que asegura que le ofrecieron la posibilidad de que una persona le acompañara por las noches durante seis meses, prestación que rechazó. "Mi marido dormía toda la noche y yo también. Le dije a la trabajadora social que no viniera nadie y que le ofreciera ese servicio a otra persona que lo necesitara más que yo".
Desde la Asociación de Directoras y Gerentes de Servicios Sociales reconocen que no todos los problemas del sistema son financieros, “pero es evidente que el recorte mantenido desde 2012 ha dinamitado la capacidad de las administraciones para ofrecer mejores resultados".
"Dentro de las prioridades sociales existentes ya es hora de acometer una inyección financiera decidida en el sistema que simplemente intente absorber la demanda existente con un mínimo de dignidad para acometer después las reformas que sean precisas", indica José Manuel Ramírez. "Un sistema de atención a las personas dependientes y a sus familias no es caro o barato, es una inversión imprescindible para el futuro. Lo que nos está saliendo realmente caro es no atender estas situaciones".
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