"Sueño con un puente intelectual entre la Bahía y Estados Unidos"
Salvador Almagro-Moreno. Microbiólogo marino. Investigador en Estados Unidos.
Se fue de Cádiz a los 18 para hacer biología en Granada y hoy es un experto mundial en cólera. Investiga desde el prestigioso Dartmouth College en el mismo grupo que un consejero de Obama.
A sus 35 años, posiblemente Salvador Almagro-Moreno sea el científico gaditano y andaluz y uno de los españoles con mejor posición en el ámbito de la investigación en general y de mayor proyección mundial en su especialidad. El doctor Almagro-Moreno cuenta en primicia a Diario de Cádiz cómo hace 17 años se bajó en Segunda Aguada de un tren de cercanías que en el mejor de los casos le llevaba a una cómoda plaza de profesor en Andalucía para subirse a otro de alta velocidad que le ha trasladado a Estados Unidos y en el que sigue viajando imparable.
-¿Cómo llega un gaditano a trabajar como investigador en una universidad como la Dartmouth College? De allí han salido tres Premios Nobel, ocho Pulitzer y hasta un vicepresidente de los Estados Unidos...
-Me fui de Cádiz con 18 años a hacer la licenciatura en Biología en la Universidad de Granada y los dos últimos años me especialicé en biología evolutiva, que era lo que más me interesaba. Mi interés original era la evolución de las aves marinas. Pero en cuanto tomé clases de microbiología, de genética de poblaciones, me apasioné y me enamoré de la evolución de las bacterias, y en particular de las marinas.
-Y entonces aprovecha para hacer la tesis en Irlanda...
-No, qué va. Aproveché que sólo tenía 300 euros en el banco para buscarme la vida allí. No había muchas posibilidades de hacer el doctorado aquí. Allí empecé a trabajar en lo que me salía: cargué maletas, hice sandwiches, limpié... pero tenía en mi lista hacer un doctorado en Cork. Sabía de un instituto de biociencia recién abierto y de una serie de profesores con los que me interesaba trabajar. Cuando tienes 22 o 23 años no sabes cómo hacer estas cosas y yo las hice a lo bruto: me fui para allá. Al año ya era residente y tuve la suerte de conseguir una beca para un máster en biotecnología. Me puse a muerte. El máster de dos años lo acabé en uno. Saqué matrícula de honor, la mejor nota de Irlanda. "Si un español saca la mejor nota es que esto es muy fácil", le dijeron al organizador. Pero no era fácil. Es que yo tenía hambre, es que estaba cargando maletas... y no me gustaba... además, muy lejos de Cádiz. Me dije: sé lo que quiero ser y voy a hacer todo lo posible para conseguir mi sueño.
-¿Fue siempre un buen estudiante?
-He sido muy obsesivo y muy peleón. En todo lo que llevaba la palabra evolución, sacaba matrícula. La constancia es importante, pero también la pasión que pone uno .
-Luego vino el salto a EEUU, gracias a la revisión de un examen...
-Sí, mi profesora de biología molecular, en el examen final del máster me puso un 8,5 y yo sabía que tenia un 10. Pedí revisarlo, la convencí y rectificó. Entonces me ofreció la oportunidad de hacer el doctorado allí. Yo lo tenía todo fríamente calculado. Conseguí otra bequita de tres años. A los pocos meses, mi profesora me dijo que se volvía a Estados Unidos. Y que si quería, me fuese a continuar allí el doctorado. Lo vi claro. Allí había más horas de sol que en Irlanda. Y los estadounidenses tienen muchas ganar de hacer cosas. Así me he visto yo siempre. Me daba mucho coraje que en Irlanda me pusieran pegas a la hora de escribir un artículo. En Estados Unidos me veía trabajando más al nivel frenético que me gusta a mí. ¡Ya dormiré en la próxima vida!. Cuando Bill Gates anuncia que en unos años seremos capaces de curar la malaria, los investigadores americanos pegan saltos de entusiasmo. Los europeos fruncen el ceño y se dedican a buscar inconvenientes. Si no te entusiasmas al principio, seguro que acabas mal.
-El entusiasmo como chispa de la ciencia...
-Exacto, es imprescindible. Entusiasmo es mi palabra favorita. Significa tener los dioses dentro de ti. Es más constructivo focalizar las ventajas del problema y plantearse: ¿y si sale bien? en lugar de decir: ¿cómo puede salir mal? Ese es el feeling que tuve allí. En Europa somos más conservadores. Nuestra cultura es una espada de doble filo. 3.000 años de historia implican muchas cosas detrás. Para lo bueno y para lo malo. Cuando son 125 o 150 años, no hay bagaje. Y lo bueno es que un pibe de 20 años dice: ¡yo me como el mundo!. El 99,9% no se come nada, pero basta que lo logre un 0,1% para que salga un Steve Jobs o un Bill Gates. Ni son mejores, ni más listos. Son más ingenuos. Y eso es fundamental para cualquier actividad creativa.
--Eso se echa en falta en el sistema español...
-Aquí hay una mayor carga académica, hay un concepto enciclopédico, particularmente en la Ciencia, que es generalizable a todas las universidades. Hoy en día tienes todo el conocimiento del mundo en el móvil. Lo importante es relacionar y crear.
-¿Cómo entró en la elitista Geisel School of Medicine del Dartmouth College?
-Una vez que acabé el doctorado, justo el mes antes de graduarme, en un congreso conocí a la persona con la que trabajo en el laboratorio. Le comenté mis ideas, lo que yo hacía. Fue durante una actividad de tiempo libre. Ese día era ir de shopping. Yo le propuse: vámonos de shopping... pero de margaritas. Así fue cómo lo conocí. Yo quería investigar en una de las universidades de la Ivy League, ya que controlan la cantidad de dinero que va destinada a la ciencia [La Ivy League es una conferencia deportiva nacional que agrupa a ocho universidades privadas del noreste de los Estados Unidos. Son las de máximo prestigio académico e investigador mundial y las más antiguas del país. Entre ellas están Harvard, Yale, Princenton y el Dartmouth College]. Una de las cosas que me diferencian de la mayoría de la gente de mi edad que está haciendo ciencia es que yo tenía claro lo que quería. La mayoría no tienen una línea de investigación propia. Lo normal es que los directores de los programas sean quienes te den los proyectos. Yo le planteé al director del laboratorio lo que quería hacer y le hice ver que aquello encajaba muy bien con su línea y con mi senda personal.
-Hay que echarle mucho marketing a la investigación...
-Una buena parte de la ciencia es marketing. El que te contrata está haciendo una inversión. Y en cada fase hay diferentes transacciones. A la persona con la que estoy trabajando ahora le interesaba mucho mi experiencia en evolución y genómica, y a mí, que su laboratorio trabaja mucho con biología molecular, más hardcore. Yo tenía las herramientas de mi doctorado, pero sabía que allí iba a adquirir muchas otras y que iba a aprender técnicas que me ayudarían a crear mi propia narrativa. Eso es lo que me diferencia: que tengo mi propia narrativa, vital y profesional.
-Cuando se hace ciencia, ¿también se cuenta una historia?
-Exacto. Es muy fácil que los árboles no te dejen ver el bosque. Algunos se contentan con conseguir alguna beca, con escribir algún articulín, pero teniendo en cuenta que son los contribuyentes los que nos pagan, creo que debemos crearnos una narrativa propia que pueda ser transmitida al gran público, dentro de lo posible [...] Lo importante es sentirte que estás jugando en las grandes ligas, que lo que descubras, lo que publiques, lo va a leer todo el mundo. El summun de un científico es llegar a esa línea donde se acaba la luz y atravesarla. Es tan sencillo como eso. Si aprende el lenguaje, cualquiera puede hacerlo. La aventura de irme a Estados Unidos ha condicionado mi manera de ver la ciencia. Yo me tiro a lo cowboy: disparo primero y pregunto después. El pecado capital de un científico es no cuestionar el dogma.
-Además de a montar su propio laboratorio, ¿aspira también a convertirse en consejero presidencial, como algunas de las eminencias con las que trabaja?
-Tengo la suerte siempre de rodearme de buena gente y de gente buena. Uno de mis colegas es Jim Gates, a quien hace poco el presidente Obama entregó la Medalla Nacional de la Ciencia. [La recibió en 2013. Sylvester James Gates, Jr. es físico teórico y director del Center for String and Particle Theory de la Universidad de Maryland. Gates es miembro del Consejo de Asesores en Ciencia y Tecnología del Presidente Barack Obama, de la National Academy of Sciences y de la American Philosophical Society] En el programa Ernest Everett Just hago de mentor de un grupo de unos 50 estudiantes de minorías, afroamericanos y latinos. Ojalá alguien vea esto y diga: si él puede hacerlo, yo también. De E.E. Just [1883-1941], su director de tesis dijo delante de un comité que era tan buen científico que seguro que tenía sangre europea. ¡Y era su mentor! Fue uno de los padres de la epigenética y escribió docenas de artículos y varios libros. Todo eso sin ayuda y con gente que iba a muerte contra él. Si ya era raro que en esa época un afroamericano tuviera una posición de legitimidad en ciencia, que encima deslegitimase lo que habían hecho los blancos... Lo convirtieron en un paria. Luego llegó a Europa... a la Europa de Hitler y Mussolini. Murió a los cincuenta y tantos... imagínate, tener buenas ideas y que no te quieran escuchar porque vives en una sociedad racista. Gracias a Dios, las cosas han mejorado significativamente. Pero parece claro que si provienes de una familia anglosajona y protestante, tu abuelo era catedrático y tu padre, abogado de una corporación multinacional, tienes más posibilidades de triunfar que si vienes de una familia con problemas. Yo tengo que convencer a muchos de mis estudiantes de que son capaces de cambiar el mundo.
-¿Se ve entonces como asesor del próximo presidente de los Estados Unidos?
-El límite es el cielo.
-¿Le gustaría entrar en política?
-Uno se da cuenta de que podemos hacer muchas cosas, pero al final, tenemos las manos bastante atadas por los políticos. No ya como asesores, sino a nivel ejecutivo ¿Por qué siempre van a ser abogados los políticos? Me parece una visión un poco unilateral. Quizá, pero no para dedicarme a tiempo completo. La política me interesa, pero me interesa mucho más el concepto de intelectual público.
-Doy por supuesto que tiene más sintonía con los demócratas que con los republicanos...
-Por supuesto... [pone voz de Charlton Heston] ¡a mí lo que me gustan son las escopetas y los muros!... No, lógicamente no soy muy dado a esas cosas. Estoy muy contento, porque el senador de Vermont , el estado de al lado de donde vivo, se ha presentado a las elecciones primarias del Partido Demócrata y tiene una agenda bastante interesante [Se refiere al exsocialista Bernie Sanders, adversario de Hillary Clinton]. Estoy de acuerdo con bastantes de sus puntos de vista.
-¿Qué ve cuando mira al mar?
-Veo interacciones entre seres vivos, interacciones genéticas. Las bacterias son súper promiscuas por su capacidad de tomar ADN unas de otras. En el mar hay una conversación. Ahí tienes a Aristóteles, a Platón y a Sócrates intercambiando información. Genética, en este caso. Ahí tienes unas máquinas de evolución que cambian para seguir evolucionando. Eso me parece fascinante. De hecho, es lo que voy a dedicar mi vida, si todo sale bien.
-¿Y por qué eligió el cólera?
-Primero, porque el Vibrio cholerae es una bacteria marina. Y ese hecho le da un punto muy interesante. El mar es un mundo en tres dimensiones en el que hay muchos intercambios genéticos. Segundo, porque a nivel teórico es un bicho con unos detallitos muy guapos: dos cromosomas, uno de ellos con un súper integrón, que es un micro laboratorio que coge genes, los enchufa y a ver qué es lo que pasa. He descubierto que un grupo de genes que adquirió le permite utilizar una molécula que se llama ácido n-acetilneuramínico y eso le confiere una ventaja muy competitiva en el intestino.
-La enfermedad sigue matando a miles de personas y es endémica en más de 50 países...
-Esa es otra de las razones por las que lo elegí. Me interesaba una enfermedad que me causase molestia de verdad, que me hiciese levantarme con mala leche. El cólera me provoca mucha rabia, es una enfermedad ofensiva. Es ofensivo que exista el cólera hoy en día. Es ofensivo que un niño beba agua y se muera. Es ofensivo morirse por deshidratación por haber defecado seis horas seguidas. Es una muerte horrorosa. Me parece una tortura. Y es ofensivo porque tenemos cura y tratamiento. Pero, claro, también tenemos cura y tratamiento contra el hambre y hay niños que siguen muriendo de desnutrición...
-El cólera también estalla en las guerras y en las catástrofes naturales. Creo que el último gran brote fue en Haití, después del terremoto de 2010.
-Ha habido siete pandemias. Seis de ellas causadas por un biotipo, el Clásico, y la última la tenemos hoy en día causada por El Tor, que es un bicharraco. En estos últimos años me han mandado una cepa que produce una cantidad abismal de toxina colérica, la que desencadena la diarrea, varias veces por encima de la que producían las cepas antiguas. En el caso de Haití, el brote sucedió después del terremoto, en el río Artibonito. Nos mandaron la cepa a nosotros y a compañeros nuestros de Harvard, vimos un análisis del genoma y se comprobó que la cepa que estaba causando el colera en Haití era prácticamente idéntica a la que provocó un brote en Nepal. Los epidemiólogos empezaron a chequear los casos en el curso del Artibonito y llegaron a la conclusión de que paraban en un sitio del río en el que había un campo de las Naciones Unidas de Nepal. Una vez que la bacteria se hace fuerte en un río, la tienes allí para siempre. Haití estuvo libre de cólera cientos de años. Creo que hoy, un 17% de la población haitiana lo padece. Es una barbaridad. Ha habido cientos de miles de casos y el problema está en que la mayoría de las veces, los casos no se reportan. [Un colectivo de afectados demandó a la ONU. Pero un tribunal federal de Nueva York desestimó el pasado enero la demanda. El juez sostuvo que los acusados -Naciones Unidas, la misión en Haití; el secretario general, Ban Ki-moon; y Edmond Mulet, al frente del contingente- son inmunes.]
-¿Es posible erradicar el cólera?
-La cura es sencilla, pero la erradicación no es posible. Ahí es donde intento dar un perspectiva un poco más fresca. Si entendemos un poco mejor qué necesita la bacteria y cómo vive en su ambiente marino, quizá seamos capaces de prevenir que haya otro brote, una nueva cepa emergente. De hecho, uno de los artículos que publicaremos el año que viene versa sobre el cólera rampante en Zimbawe ¿Cómo lo sabemos? Hay gente que ha entrado por lo bajini y lo ha reportado. Porque en el país del dictador Mugabe, oficialmente, no hay cólera.
-La dictadura, contra la ciencia y el derecho a la salud y a la vida de los ciudadanos.
-Exacto. Otro ejemplo: En la India se establecieron incentivos gubernamentales a través de impuestos para los estados dependiendo de los casos de cólera que reportaban. Y claro, quien hace la ley, hace la trampa. ¿Qué hicieron? ¿mejorar las infraestructuras? Pues no reportaban los casos y ya está. Ahí hay una plétora de problemas que se adentra en el terreno de lo político.
-¿Cabe alguna esperanza?
-Hay unos artículos muy interesantes de Rita Colwell, una colega mía que fue consejera de Bill Clinton [Colwell fue presidenta de la Fundación Nacional de la Ciencia, dos añosbajo el mandato de Clinton y cuatro bajo el de George W. Bush]. En la India y en Bangladesh las mujeres usan una prenda de vestir que se llama sari. Comprobó que cuando se dobla el sari de 8 a 16 veces, el poro que queda es lo suficientemente pequeño como para usarlo como filtro. Instruyeron a las mujeres y consiguieron que el agua fuera un poco más potable. Eso no elimina la bacteria del cólera, en absoluto, pero disminuyeron los casos en más de un 50%. Rita Colwell fue mi madrina científica. Ella descubrió que el cólera vive en el agua. Tuve la oportunidad de explicarle lo que yo hacía, llevando sus descubrimientos al punto molecular. Si genéticamente está comprobado, se acabó la discusión. La bacteria del cólera se adhiere a los copépodos -unos pequeños crustáceos- y forman una especie de estructura tridimensional que la convierte en un caballo de Troya, protegida del bajo ph del estómago. Mientras que se están comiendo la superficie del crustáceo, intercambian genes. Las que están pegadas a la quitina sobreviven y pueden llegar al intestino delgado.
-¿Se puede ser portador del cólera sin padecer síntomas?
-Ese es ahora un tópico caliente en este campo. Estamos hablando de una enfermedad de los muy, muy, muy pobres. La posibilidad de chequear cosas es muy pequeña. Es posible que el miembro de la ONU que venía de Nepal ya estuviese contiagiado cuando volaba a Haití, pero no enfermo, te puedo asegurar que cuando alguien tiene cólera, se le nota. Puede que tuviera diarrea y que la achacase al viaje. Efectivamente, hay portadores que no desarrollan la enfermedad. Esto es muy peligroso, sobre todo donde no hay sistemas de saneamiento.
-¿Ha viajado a alguno de estos países?
- No. Ahora voy a empezar a hacerlo. La base son los artículos basados en el trabajo de laboratorio. A partir de ahí es mucho más fácil solicitar dinero para hacer los de campo. He hecho algunos en la costa de New Hampshire sobre bacterias parecidas [...] Uno de mis proyectos es cómo la bacteria coloniza el intestino. En un artículo que vamos a publicar pronto divulgo que he descubierto qué es lo que hace que se disuelva la protección de la bacteria en la superficie del copépodo y la molécula que la hace nadar al epitelio intestinal, que es la misma que hace que nade hasta el crustáceo y hasta las algas. Lo presento la semana que viene [por esta] en una conferencia en Cold Spring Harbor, New York. En el organismo humano, la bacteria hace lo que ha aprendido a lo largo de 3.000 millones de años.
-¿Colabora con alguna ONG que lo combata directamente?
-Ese es un proyecto más a largo plazo. El año que viene, por fin, tendré mi propio laboratorio y podré diversificar aún más. Hacer trabajos de campo es una de las cosas que más me interesan. De ahí el nombre del dominio de mi web: vibriocholerae.org. Tengo una colaboradora de Harvard con la que comparto un proyectito muy interesante. Ya hemos hablado con la vicepresidenta del Massachusetts General Hospital, uno de los más importantes del nordeste de los EEUU, y la idea le ha encantado. Esto va a ser grande, pero hay que plantearlo muy bien para conseguir fondos. Para la startup nos van a hacer falta de 50.000 a 100.000 dólares. Allí a todo el mundo que ha hecho fortuna le gusta estar legitimado y a nosotros nos hacen falta fondos...
-¿Se siente un emigrante del conocimiento? ¿un cerebro exiliado? ¿se plantea volver?
-No me lo planteo mucho... Me fui hace tantos años... Vivo allí y vengo aquí de vacaciones. El sistema tendría que cambiar significativamente. Primero, a nivel social. Aquí todo el mundo es igual, salvo un duque. No me cuadra. Aquí se respetan cosas que no se lo merecen. Por ejemplo, la aristocracia. Tampoco me gusta que mi hijo no pueda ser jefe del Estado. Eso me genera una especie de angustia existencial... Luego hay que empezar a plantearse las cosas a largo plazo, de manera que sean sostenibles. Por ejemplo, si montamos una empresa de biotecnología en Cádiz, tiene que ser capaz de atraer capital intelectual de donde sea. A mí no me contrataron donde trabajo por ser de New Hampshire ni por ser sobrino de nadie. Si monto un laboratorio, quiero al que tenga más hambre, más ganas de trabajar y de comerse el mundo. Si luego uno es mi sobrino, vale. Quizá con esa empresa se pueda formar a gaditanos en biología molecular e ir construyendo una pirámide desde la base... Pero en este momento de mi carrera donde mejor estoy es en Estados Unidos. Mi sueño sería, en vez de un puente entre Cádiz y Puerto Real, crear un puente intelectual entre la Bahía y los Estados Unidos, porque seguro que en Cádiz hay chavales que tienen muchísimas ganas de trabajar. Yo soy de aquí, y no es que padezca una mutación.
-¿Tiene contactos con la Universidad de Cádiz? ¿Sabe que hay un Campus de Excelencia Internacional del Mar?
-No lo conozco. Me encantaría, a raíz de esto, ponerme en contacto con algún grupo de investigación de aquí para crear una red global. Lo más importante es que no sea algo de boquilla, porque a veces pecamos un poquito de esto.
-¿Se plantearía traer algún congreso internacional a Cádiz?
-Claro que me gustaría. Si aquí hay gente interesada en ecología marina microbiana... En otro sitio no lo haría. Me encantaría venir a darle unas clases a los chavales para que se entusiasmen por hacer cosas. Hay muchas posibilidades. El otro día veía unas gráficas de salinidad en el Estrecho entre el Mediterráneo y el Atlántico: ahí hay oro a nivel de poblaciones bacterianas y, por lo tanto, posibilidad de estudios únicos en el mundo. Tenemos lo que no se puede comprar. Un verdadero sueño sería coger lo mejor de aquí -la localización única y el gusto que es vivir en un sitio tan maravilloso como Andalucía, en general, y la costa de Cádiz, en particular- y mezclarlo con los medios, la ambición y las ganas de hacer cosas que hay en Estados Unidos. Un americano no ve a nadie por encima. Cuando escribo un artículo no me planteo qué les va a parecer a mis colegas. Aquí hay gente que tiene el lamborghini intelectual en el garaje porque no hay dinero para gasolina... o porque no quiere molestar a nadie. Allí no funcionamos así. Humildad: menos mil, miedo: menos mil, cojones: todos. Sink or swim. O nadas o te hundes.
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