Los andaluces se hartan: la gota fría que ha colmado el vaso
El Barómetro del Centra refleja la desconfianza de los ciudadanos hacia los partidos políticos tras la dana de Valencia
Antes y después en Valencia tras la dana
Algo ha dejado de funcionar. Algo se ha roto. Lo que empezó siendo una sensación, un aire en el ambiente, es tangible como el hormigón. La democracia, los partidos, los políticos... El sistema, en resumen, ha dejado de funcionar para una porción de la población que busca otros códigos, representaciones alternativas y un elenco de voces resonantes. (El rugido lo practica el actual presidente de Argentina, Javier Milei, y ejemplos hay un puñado.) Son otros códigos y unas representaciones alternativas a las del Estado social de Derecho, el sistema democrático que ha predominado en esta parte del mundo desde la Segunda Guerra Mundial, cuyos actores, los partidos llamados tradicionales, han perdido parte de la autoridad. Los políticos no les valen a demasiados. Que no valen, que no le vale al menos a una significativa mayoría de los andaluces, lo deja patente el 67% que respondió en la encuesta del último Barómetro del Centra que para “arreglar” Andalucía “necesitamos” a “un líder fuerte dispuesto a romper las reglas”. Para dos tercios de la población, cabe interpretar, algo se ha roto definitivamente.
La opción de “arreglar Andalucía” con un “líder fuerte” que tenga la disposición de “romper las reglas” fue una de las extraordinarias preguntas incluidas en el último estudio de opinión que publica cada trimestre la Junta de Andalucía. Para llevar a cabo el sondeo, los técnicos de la Fundación Pública Centro de Estudios Andaluces se afanan, depende del trimestre, entre una y dos semanas para encontrar a 3.600 personas que respondan a un cuestionario sobre temas diversos. El estado de felicidad, el partido al que votó en las últimas elecciones y a cuál votaría en ese instante, el grado de religiosidad o la mención del principal problema en Andalucía son algunas muestras de preguntas fijas en el Barómetro andaluz, como lo son también, formuladas de uno u otro modo, en los sondeos del resto de las administraciones del país. También es común la adición puntual de cuestiones de actualidad en los sondeos. En las últimas ediciones del andaluz han sido la inflación, la vivienda y el derecho de propiedad. En la última encuesta del Centra, que reflejó el estado de la opinión pública entre el 20 y 29 de noviembre, la dana y su gestión fue el bloque trimestral añadido. Pues bien, para una mayoría de los andaluces, un mes después de la dana, el sistema estaba definitivamente roto.
Aumento de la desconfianza de las instituciones políticas
La gota fría de Valencia ha petrificado al país; desde luego la imagen del sistema político, antipática desde la crisis financiera de 2008 que desembocó en la crisis económica de los años sucesivos. El fenómeno no es exclusivamente andaluz ni español. Entre 2006 y 2018, alrededor del 80% de los europeos no confiaban en los partidos políticos. Y los vecinos comunitarios que no confían en sus respectivos parlamentos han aumentado del 48% en 2007 al 58% en 2017, según recogen los investigadores Adrián Megías y Cristina Moreno en la Revista Española de Investigaciones Sociológicas. En el último Barómetro andaluz de diciembre, la nota media del Congreso fue de un 3,2; un 3 para el Senado; y un 4,35 para el Parlamento andaluz. Que el desapego es evidente lo desvela otra de las extraordinarias respuestas del Barómetro: un 74% afirma que “a los partidos tradicionales y a los políticos no les importa la gente como yo”. Y otra: el 43% responde que “ningún” partido “puede dar la mejor respuesta a los problemas que más le afectan”; en septiembre contestó así el 36% de los encuestados, en diciembre del año pasado lo hizo el 33% y en diciembre de 2022 respondió así el 27%. La involución en dos años es de relieve.
La tendencia es estable. Los sociólogos llevan lustros registrando en sus estudios la percepción de que las instituciones democráticas, las vigentes desde hace unos ochenta años, han dejado de atender los intereses y las demandas ciudadanas. Cuando se habla de la esfera pública, son frecuentes conceptos como desconfianza, desafección, populismo y antipolítica. Es una línea constante que se afila en picos cuando sucede la hecatombe, como la dana. La gota fría, para la mayoría de los andaluces, ha colmado el vaso.
Rota la maquinaria, dos de cada tres están decididos a romper también las instrucciones. Fueron las opiniones entre el 20 y 29 de noviembre, un mes después de las riadas. Y romper, destruir o triturar para “arreglar”, por este orden decreciente, el paro, la sanidad, el precio y el acceso a la vivienda, la insatisfacción con la política y la inmigración ilegal, que constan como los cinco principales problemas de Andalucía para los 3.600 encuestados por el Centra; unas personas que en los picos de desolación, apuntan algunos sociólogos y antropólogos, bordean el estado de nihilismo.
Un auge de partidos diversos pero señas comunes
Desde la crisis económica de la pasada década han surgido partidos políticos, ya fueran verdaderas novedades o meros lavados de antiguas caras, que se han alojado en las instituciones democráticas de la Unión Europea, procediendo de troncos ideológicos diversos. Pese a lo antagónico de sus orígenes, dos mensajes los han unido en general a todos ellos: la sustitución del cliché izquierda-derecha por el de abajo-arriba –el pueblo contra las élites– y un desprecio, cuando no una refutación, a las instituciones del sistema vigente y a sus reglas. El ejemplo que más recientemente encaja en este auge de partidos nacidos al desabrigo del descontento es en España Se acabó la fiesta. (El nombre no es tan revelador como “clarito para que se me entienda”.) El Barómetro del Centra de diciembre, el último publicado, ha registrado por primera vez su posible entrada en el Parlamento andaluz, con un 3,7% del total de los sufragios en unas virtuales elecciones autonómicas adelantadas a las fechas en las que se realizaron las encuestas, del 20 al 29 de noviembre. En septiembre, hace tres meses, la intención de voto de Se acabó la fiesta fue del 2,7%. No hubo entonces una dana de por medio. Para la nueva política; cuanto mejor, peor.
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