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La cita es cada vez más extendida: no se veía algo así desde la Segunda Guerra Mundial, dicen. El PIB se ovilla en una insólita hibernación, el desempleo se embarca en una curva sin pico, el número de muertos abusa de la estadística y los dirigentes piden estrictos esfuerzos a los ciudadanos. Como hace 70 años, también el conocimiento humano ha iniciado una carrera frenética a la búsqueda del arma infalible. La cura del coronavirus será la bomba atómica de este comienzo del siglo XXI.
La pandemia está provocando además algo insólito. La ciencia se ha tirado de cabeza al barro. Lo subrayaba un editorial publicado recientemente en la prestigiosa revista Nature: "Los laboratorios están compartiendo datos que en condiciones normales hubieran guardado ferozmente antes de la publicación". Los investigadores de una parte del mundo se ponen a disposición de los de la otra parte, sean de la universidad, departamento, especialidad o área que sean. Lo que trasciende es la verificación del análisis y del resultado. De eso trata la ciencia.
En esa magna malla mundial de colaboraciones hay implicado un número importante de investigadores y centros de investigación andaluces. El médico jienense José Miguel Cisneros, jefe de servicio de Infecciosos del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla, fue la cara visible del brote de listeriosis del pasado verano y ahora, quién se lo iba a decir entonces, se encuentra con otra crisis, más grave aún, que "pone a prueba al sistema sanitario, a las instituciones y a la sociedad civil", dijo el pasado verano. La listeria mató a tres personas y provocó cinco abortos.
"Como ha hecho en otras crisis sanitarias, la humanidad vencerá al virus con el conocimiento. La esperanza es real", afirma Cisneros, cuyo clamor no sólo deriva de la confianza que deposita en la investigación y en la ciencia, sino que contiene una exclamación reivindicativa dirigida a toda la población. "Es necesario explicar que nuestro país ocupe el primer lugar del mundo en número de nuevas infecciones ajustando por población. Entender por qué ha sucedido esto es clave para decidir qué medidas a llevar a cabo en las fases siguientes de la epidemia. La autocrítica es necesaria", apunta Cisneros.
Como al resto de la población, este experto en curvas epidemiológicas no esperaba que la propagación del virus no llegaría a mayores, como sucedió con la epidemia del SARS de 2003, primo hermano del actual. "Distinto fue cuando llegó a Italia", añade Cisneros. La explosión en Lombardía hizo saltar las alarmas de los médicos. "La pandemia es realmente grave. Ha paralizado el mundo y las cifras de contagios y fallecidos hablan por sí solas", dice este especialista que avisa para terminar: "La situación en España es especialmente grave", avisa, insistiendo en su condición de "primer país del mundo en casos de infección ajustada por población".
El caso no tiene precedentes. Ni siquiera al de la Segunda Guerra Mundial. La pandemia ha cambiado el funcionamiento y la organización de los hospitales. La investigación para detener al virus y para mejorar el pronóstico de los pacientes se está desarrollando a una velocidad supersónica, "como nunca antes había sucedido", gracias, destaca Cisneros, a "la inversión pública y privada" en Europa, tanto en el ámbito nacional como en el territorial, pero sobre todo a "la extraordinaria motivación profesional". En los hospitales andaluces, decenas de proyectos de investigación están en marcha, multicéntricos y de colaboración internacional, para encontrar "las soluciones lo más rápidamente posible".
Fruto de esta investigación frenética, subraya el médico andaluz, es que "en menos de un mes se logró identificar el virus causante de la infección", así como que en China, el país donde se originó la epidemia, haya conseguido "reducir a cero el número de casos nuevos diarios". "La esperanza es real, la humanidad vencerá al virus con el conocimiento, como ha hecho en otras crisis sanitarias", apunta Cisneros.
Distinto es que los científicos dispongan ahora de respuestas. Hay más preguntas. No se caracteriza la ciencia por arrogarse certezas sino por lo contrario. Un investigador hace un experimento, publica los resultados y el método usado con el objetivo de que el resto de la comunidad científica lo repita en las mismas condiciones y compruebe si los datos eran correctos. Los cientos de artículos que se publican diariamente en las revistas especializadas suelen incluir por eso reservas basadas en la limitación de las evidencias, la escasez de los datos y la diversidad de las metodologías.
De ahí que un investigador con méritos como Cisneros prefiera no hacer predicciones a futuro sobre lo que puede ocurrir con la pandemia. ¿Será un verano con las playas vacías? ¿Habrá un segundo pico en los próximos meses? ¿Se puede evitar? "No es fácil hacer estimaciones. Estamos ante una nueva enfermedad infecciosa para nada comparable a las más recientes", dice Cisneros, quien aún espera a que se consolide "la tendencia de los últimos días" para sacar conclusiones.
Sí parecen coincidir los expertos en varios aspectos de la pandemia y así lo refrenda Cisneros al aludir a las características que hacen tan extraordinario a este coronavirus: "Al ser un nuevo, toda la población carece de anticuerpos frente a él y es por tanto potencialmente vulnerable; al producir mayoritariamente infecciones leves, no impide a las personas infectadas seguir haciendo una vida normal y por lo tanto diseminando el virus sin saberlo", explica el médico, que añade un factor propio de los tiempos: "La globalización ha sido una enorme autopista para su diseminación", añade antes de señalar con el dedo a los responsables en la toma de decisiones: "La valoración del riesgo fue equivocada".
"Esta crisis sanitaria", reflexiona Cisneros, "ha puesto a prueba a los ciudadanos, a los profesionales y a las instituciones, pero los ciudadanos ya han elegido en quién confiar y cada tarde los reconocen con sus aplausos emocionados desde sus casas".
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