Ese chico de la joyería tan "educadito"
Elecciones Andalucía 2018. Juan Marín
De la plazoleta de Sanlúcar donde se crió Marín a la joyería en la que cimentó su carrera política
Sanlúcar/"Ay, Juanito, cómo no voy a conocer a Juanito, si yo le llamaba como le llamaba su padre”. “¿Y cómo le llamaba?” “Eso no se lo puedo decir”. “¿Por qué?” “Jajaja, porque no puedo. No estaría bien. Era una forma que tenía su padre de llamarle, pero no, no me insista. No se lo puedo decir”.
De modo que nos quedamos sin convencer a Mari Carmen, que ya va en andador, de cómo su padre llamaba a Juanito, Juan Marín, un hombre de 56 años convencido de que puede presidir la Junta de Andalucía. Pero todos tenemos un pasado. El de Juan Marín no es para construir una novela de aventuras, pero vamos siguiendo el hilo. Mari Carmen, amiga de la familia de toda la vida, nos indica cómo llegar a la casa de su infancia. “¿Pero de verdad que no nos lo dices?” “No y no”, dice coqueta y sonriéndose.
El quiosquero de cerca de su antigua casa nos indica el lugar exacto de la casa de us padres. “Un hombre afable y correcto, yo le conozco desde hace mucho, pero tengo 42 y el 56, somos de otra generación. Conozco a su familia, pero a mí siempre me pareció, claro, un señor mayor”. Estamos en la calle Cerro Falón, a medio camino del centro y de Bajo de Guía.
Tras los bloques de varios pisos se esconde la plaza de Lepanto, lo que de toda la vida se llama una plazoleta, donde un padre trata de consolar el llanto de su hijo con un globo de propaganda de Ciudadanos. Es una foto magnífica, pero él se niega. “No, es un globo que me han dado para el niño, yo no tengo nada que ver con esto”.
El globo no hace callar al niño y nos introducimos en un minibarrio de casas bajas, de dos plantas, arquitectura de unifamiliar de los años 60. En los años de niñez de Marín debía ser el extrarradio de Sanlúcar. En una zona donde se enseñorean los palacios, donde veraneaban los pudientes, estas casas son modestos palacios en miniatura. Hoy humildes, pero más que dignas para su tiempo. Esta era la situación en la que se podía decir que se encontraba el padre de Juan Marín, comerciante de joyería, pero entendamos joyería, nos explica un veterano comerciante de la calle Ancha, “donde compraba la gente normal. No era una joyería de esas de gran nivel, pero el padre sabía llevarla muy bien”.
Era, por tanto, Juanito, hijo de comerciantes. Ni burguesía sanluqueña ni gente de la aldea de Bonanza o de La Algaida. Ni rico ni pobre. Y esa era la situación de su barrio y de la plazoleta, que Isabel, vecina de ellos, casi de la familia, que lleva un ramo de flores para alegrar el día, recuerda que era de arena. “¿Ha cambiado mucho el barrio?” “No, que la plaza era de arena y poco más. Bueno. Y que no existían todos esos edificios”.
Isabel trata de recordar alguna anécdota de Juanito, algo gracioso, pero no cae. “No sé, era un niño muy educadito, nada revoltoso. Formalito, buen hijo. Yo le recuerdo yendo siempre al poli (al polideportivo)que iba a dar clases porque era un apasionado del deporte”. Isabel se va a referir a la época en la que Marín probó con varios deportes, aunque el voleibol sería el que le marcó, pese a que jugando no era especialmente bueno. Sin embargo, no le fue mal como entrenador y llevó al equipo de chicas de Sanlúcar a la máxima categoría. Pero eso fue mucho después de los tiempos que cuenta con Isabel.
“Todavía sigue viniendo por aquí -continúa Isabel- y si me ve siempre se alegra mucho y me dice hola, Isabel. Están arreglando la casa de sus padres, aunque la que está por aquí es su hermana. Él está muy ocupado. Yo, por supuesto, le voy a votar porque es muy buena persona y muy trabajador, que cuando lo de su padre...”
Cuando lo de su padre... se refiere a la muerte repentina de su padre cuando él estaba estudiando en Jerez Relaciones Laborales. Juan Marín, que había estudiado en el algo lejano instituto Francisco Pacheco sin destacar especialmente abandonó la carrera para dedicarse al negocio familiar. No le pillarán a Marín en ningún conflicto de másters. No tiene ningún título y él nunca lo ha ocultado.
Tras la muerte de su padre, empezó una segunda vida para Juan Marín en el pequeño reducto de la calle Santo Domingo, un establecimiento muy bien situado, al lado de la calle Ancha, pero casi minúsculo. Se convirtió en un líder de los comerciantes, aunque los que fueron sus compañeros son parcos en palabras hablando de él. El propietario de una zapatería no tiene buen recuerdo: “Nos embarcó en un proyecto de una galería comercial que salió mal. Nos metimos unos cuantos, pero él no se metió. ara mí era un trepa, lo utilizó para entrar en política, que ya lo había intentado primero en APy luego con los andalucistas. Era lo que le gustaba y, cuan do le salió bien, cerró el negocio”.
Eso fue hace seis años, dicen las mujeres que atienden en el local que fue la joyería y ahora es una tienda de complementos. “Tras la joyería hubo una tienda de legumbres y luego otra cosa. Yo llevo aquí año y medio y pensaba que tendría que negociar con él, pero para mi sorpresa no era de ellos, era un local de alquiler”.
Un punto habitual para Juan Marín es la plaza del Cabildo, donde acude con su grupo de amigos de toda la vida. “Ahora viene menos desde que está en Sevilla - dicen en Balbino, un bar de sanluqueño de referencia-, pero los fines de semana sí que está por aquí y se toma sus tortillitas de camarones. Un hombre cercano, a ver si gana. Porque los políticos son todos iguales, pero éste al menos es de Sanlúcar”.
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