El gen muta a perdedor
El futuro de Susana Díaz
Segunda derrota por KO tras la de las primarias, pero mucho más dura: el PSOE pierde su bastión
SEVILLA/En año y medio, Susana Díaz ha pasado de tocar con los dedos su sueño de ser la secretaria general del PSOE a perder el bastión de su partido: Andalucía. Dos derrotas rotundas, por KO, la dejan ante un futuro que nadie imaginaba, y menos ella misma y su partido.
El gen ganador que el PSOE-A ha esgrimido que aportaba Susana Díaz desde que relevó en el liderazgo institucional y orgánico a José Antonio Griñán mutó a perdedor. ¿Cuándo? Probablemente desde el 1 de octubre de 2016, en el truculento Comité Federal que acabó con la dimisión de Pedro Sánchez y abrió la puerta a que Mariano Rajoy fuese reelegido presidente del Gobierno.
Entonces ella no lo supo, pero la mutación afectó a cada terminal nerviosa del PSOE y en las primarias de junio de 2017 se hizo patente: perdió en todas las autonomías menos en Andalucía y Pedro Sánchez la arrasó.
Esa derrota la llevó a volver a ocuparse de la Junta, que seguía gobernando con piloto automático y sin apenas pulso político.
La derrota de anoche es mucho más dura que aquella y mucho más cara para su organización: pierde el bastión histórico socialista de Andalucía y, más que probablemente, el Gobierno de la Junta de Andalucía.
Tampoco anoche, con el escrutinio prácticamente terminado, quiso asumir que su sino se ha tornado perdedor. Al valorar los resultados enfatizó dos ideas: que el PSOE sigue siendo el partido más votado de la comunidad –con el peor resultado de su historia (menos de un tercio de los votos), eso sí, aun peor que el suyo de 2015 y que la derrota de 2012 de Griñán ante Javier Arenas– y que las fuerzas constitucionales tienen que aislar a Vox, el partido de ultraderecha que ha dinamitado todos sus cálculos.
Se agarró a un hierro ardiente, con tal de no admitir que será muy difícil que siga presidiendo la Junta, casi imposible. Y comenzó a articular un discurso para dañar a PP y Cs por pactar con Vox.
En realidad a lo que se agarra es que la suma de PSOE más Adelante Andalucía suma tres escaños más que la adición de PP y Cs, 50 frente a 47. Pero se trata de una ficción, porque Vox nunca permitirá que siga gobernando.
Este discurso sí obliga a que el PP sea investido con el apoyo explícito de Vox, y es ahí a donde va su reacción. Minar la posibilidad de que haya cambio. Pero toda la campaña de PP y Cs se basado en esa pulsión. También la de Vox. Y la derecha tiene un antídoto: Pedro Sánchez es presidente con el voto del independentismo que quiere romper España.
Díaz no asumió ningún error, ni el del adelanto tardío, ni una primera mitad de campaña de perfil muy bajo, ni de dar alas en el segundo debate a la posibilidad, ese día incierta, de que Vox sería decisivo en esta XI Legislatura.
Ni ella ni sus asesores midieron que tenía cinco escaños obtenidos en los últimos compases del recuento del 22 de marzo de 2015, y que el desgaste que todos los sondeos evidenciaban que sufría el PSOE tras 36 años ininterrumpidos de Gobierno en la Junta ponía en riesgo su Gobierno.
Tampoco anoche hizo ese análisis, al menos en público.
Quizás lo haga cuando la realidad, como en las primarias, le recuerde que ella es la gran perdedora de anoche y que tiene que plantearse su futuro a partir de esta misma mañana.
Por su actitud, no pareció que fuese a tirar la toalla. Pero el terremoto político que supone la más amarga de las victorias del PSOE en unas autonómicas, porque es la lista más votada, probablemente no se quedará ahí.
La facción del PSOE-A que apoya a Pedro Sánchez y que cuestiona a Díaz querrá cambios internos y discutirán su liderazgo interno.
Díaz va a tener que estrenarse como líder de la oposición, lejos de oropeles y recursos que dan la presidencia y con todos sus adversarios, fuera y dentro del PSOE, afilando las lanzas políticas.
Susana Díaz tiene que reflexionar sobre cuál es su futuro, y tiene que comprobar si la mutación que ha sufrido su trayectoria de ganadora a perdedora es reversible. O si tiene que dejar paso a otro liderazgo tras perder la joya de la corona del socialismo español.
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