Muñoz Molina: "El dinero que se invierte en sembrar la discordia es muy poderoso"
Entrevista
Una charla con el escritor andaluz sobre el conocimiento como “responsabilidad cívica” y el compromiso con el ecologismo y el feminismo: “La izquierda tiene muchas cosas por las que responder”

El día en el que Antonio Muñoz Molina (Úbeda,1956), con sólo 40 años, ingresó en la Real Academia Española de la Lengua leyendo un discurso sobre el destierro de Max Aub se alquiló un frac que le quedaba como quedan los fracs a quien no suele llevar frac. Al día siguiente, un conocido columnista sevillano se mofó de él: “¿Qué hacía ayer un camarero en la Real Academia?” Muñoz Molina lo recuerda como un ramalazo más del “clasismo” que siempre ha rodeado el panorama español de las letras. Porque Muñoz Molina, que acaba de cumplir 69 años, se reconoce como un escritor de pueblo, lejos del glamour por mucho que tenga el Príncipe de Asturias, coleccione doctorados honoris causa o haya pasado diez años en Estados Unidos enseñando en prestigiosas universidades. Ahora el escritor está terminando un libro cuya trama es una reflexión sobre un lector, él, sobre otro escritor, Cervantes, y sobre otro libro, EL LIBRO: El Quijote. Pero hoy no hemos quedado en su casa de Madrid para hablar de literatura. Le he propuesto una charla como “viejo sabio de la tribu”, título que rechaza según se lo propongo. Lo cierto es que Muñoz Molina encarna uno de los reductos de pausada conciencia ética en un tiempo envenenado por la mentira, el aire viciado y el temor a un futuro impredecible.
Tituló un reciente artículo con un significativo verso de Antonio Machado: “¿Tu verdad? No, la verdad / y ven conmigo a buscarla. / La tuya guárdatela”
Estamos en lo peor de una moda, que se remonta a Nietzsche, por la cual no existe conocimiento objetivo de la realidad, sino relatos que derivan de la ideología, el sexo o mil cosas. Esto ha hecho mucho daño y es mentira. Es muy difícil saber cómo es el universo, pero es muy fácil distinguir astronomía y astrología y no puede existir una equivalencia entre un discurso y otro porque lo primero se basa en hechos y lo segundo es un divertimento que no se basa en nada. El método científico consiste en prueba y error. Hay una hipótesis y se demuestra posteriormente si es factible o no. De hecho, en la vida cotidiana todos actuamos así, pero no lo hacemos, por ejemplo, en cuestiones políticas contaminadas con versiones partidistas. Me saca de quicio cuando hay una manifestación y en las noticias siempre se dice que, según los organizadores, ha habido 300.000 asistentes y, según la delegación de gobierno, 15.000. Hombre, ¿se puede saber la estructura de un asteroide y no se puede saber cuántas personas hay en la Puerta del Sol? Necesitamos conocimiento verdadero y no podemos renunciar a él. Es una responsabilidad cívica.
La polaridad política obliga a mentir con descaro sabiendo que se miente. Los políticos nos tratan como a críos.
Es el grado de irracionalidad en el que hemos caído. Un sistema político funciona con negociaciones y acuerdos. Para acordar o disentir necesitas elementos objetivos con los que juzgar. Durante mucho tiempo se decía que la subida del salario mínimo perjudicaba la creación de empleo y era una cosa que, como lo decían los economistas, se convertía en un dogma. Pues ha resultado que no. Se ha visto empíricamente que eso no es así y así mil cosas igual. Esa abdicación de la voluntad de conocer cómo son las cosas es un veneno que lo infecta todo y el dinero que se invierte en crear confusión, en convencer a la gente de cosas que son falsas, en sembrar la discordia, es muy poderoso y se aprovecha de la disposición que tenemos lo seres humanos a ver aquello que queremos ver. ¿Qué podemos hacer los que defendemos la justicia o la igualdad? Somos pocos y estamos inermes, pero es obligado defender la decencia.
Lo atractivo del nacionalismo es que te hace creer que formas parte de una comunidad sagrada que tiene su parte de víctima y su parte heroica"
Ocurre también con el conocimiento histórico. Los nacionalistas sostienen su pensamiento basándose en mitos fundacionales.
Porque es halagador. Lo atractivo del nacionalismo es que te hace creer que formas parte de una comunidad sagrada que tiene su parte de víctima y su parte heroica. Tienes los dos méritos. Hubo un paraíso originario profanado por invasores y tú eres heredero de ese paraíso y da igual que ese paraíso sea la España que nació en Covadonga, la Barcelona de 1714 o el Al Andalus que fue invadido por España y perdió su independencia en 1492. Esto último lo defendía en los años 80 la izquierda andaluza más radical. Daba igual que les explicaras que Al Andalus no era Andalucía sino un concepto geográfico mudable, el territorio controlado por el Islam, y que lo que sucedió fue que en el curso de una guerra en la que estaban todos mezclados se hundió un pequeño reino que tampoco era Andalucía, sino un trozo de Jaén, Almería y Granada. Eran los mismos que un día querían echar a los americanos de la Base de Rota y, al día siguiente, protestaban para que el Cristo ese de Málaga no saliera con la Legión.
El socialismo andaluz
El socialismo andaluz mientras gobernó la Junta pecó durante muchos años de otra variante del nacionalismo, que es el folclorismo del que me habla. Ahí tenemos Canal Sur.
En Andalucía conocemos la trayectoria socialista. Cuando El País abrió su delegación en Andalucía la delegada era Soledad Gallego Díaz, que me invitó a escribir una columna semanal. Pues cada semana me llevaba un berrinche, siempre había alguien protestando por lo que escribía. Y escribía mucho de Canal Sur, cosas críticas porque yo no entendía, por poner un caso, que una televisión pública tuviera que tener un consultorio astrológico. Otra vez bromeé sobre una noticia que había leído acerca de que la Junta iba a impartir a los profesores de Huelva unos cursillos sobre espíritu rociero y escribí una cosa que se llamaba “Andalucía obligatoria” y se montó una buena. Decía que ya estaba Manuel Chaves tardando en vestirse de andaluz como Manolo Morán en Bienvenido Mr. Marshall. Me contestó hasta un obispo.
Es que la educación católica está marcada a fuego en este país laico.
Es inexplicable que no se haya asegurado la separación de la Iglesia del Estado en el momento en que se financia al cien por cien la escuela católica. Y ese es otro pecado más de la izquierda, que no lo hizo durante la hegemonía de los que ahora llaman los verdaderos socialistas. El marido de mi hija es irlandés y es profesor en un instituto público. Se lleva las manos a la cabeza y dice que eso en Irlanda no existe. Y fíjate lo que es Irlanda y el catolicismo. Allí hay colegios públicos y colegios privados y los privados los pagan quienes quieren o pueden llevar a sus hijos allí. En España es el Estado el que paga el acceso a colegios privados. ¿Tiene eso sentido?
Uno de cada cuatro jóvenes varones menores de 25 años considera que el feminismo ha ido demasiado rápido y que ahora el hombre está discriminado con respecto a la mujer. No sé si tendrá que ver con la educación.
¿Ha ido muy rápido? Caramba, sólo han pasado cinco mil años. No sé. Mi generación se educó en escuelas franquistas y salimos bastante rebeldes. La sociedad ha sido y es muy patriarcal y mira que hemos avanzado en el espacio de nuestra vida. Cuando eras joven y eras muy progre creías en la igualdad, pero si había una mujer en una conversación no se le dejaba hablar. O habíamos estado discutiendo del Manifiesto Comunista en casa de un amigo y dejábamos la habitación llena de colillas y de suciedad para que limpiara la madre o la hermana. Cuando era joven no entablaba una relación entre la idea y la práctica. Tanto el ecologismo como el feminismo me han enseñado que las ideas se ejercen en una práctica cotidiana por la que tienes que hacer unas cosas y dejar de hacer otras.
Delibes y la modernidad
Menciona el ecologismo. Tengo la impresión de que la literatura española actual no se ha preocupado mucho de ello.
No hay tradición de la naturaleza en nuestra literatura. Nuestro gran escritor de la naturaleza ha sido Miguel Delibes, pero mi generación. la que empezaba a publicar a principios de los 80, se sentía superior a él porque era moderna mientras que él escribía cosas del campo. Teníamos que demostrar que no éramos paletos, nuestras credenciales urbanas. Lo mejor de Delibes es de una belleza y de un valor literario extraordinario. Esa visión de la naturaleza de Delibes, que a nosotros nos parecía provinciana, resulta que era universal. Y él fue el primero en España, junto a Félix Rodríguez de la Fuente, que llamó la atención sobre el cambio climático y la destrucción de la naturaleza. Su discurso de ingreso en la Real Academia es absolutamente revolucionario. ¡Y era 1975! Cuando aquí nadie sabía quién era Rachel Carson (madre del ecologismo moderno), él ya conocía toda su obra. La sociedad se confunde de referentes y de héroes. El caso del ecologista gaditano Juan Clavero, al que le metieron cocaína en su coche para detener su reivindicación sobre los caminos del monte, es revelador. Pues yo digo que Clavero es uno de nuestros verdaderos héroes civiles.
Esa visión de la naturaleza de Delibes, que a nosotros nos parecía provinciana, resulta que era universal"
Últimamente usted sí que aborda continuamente esa inquietud. Habla mucho de lo que hacemos con la basura.
Es que la basura es crucial, algo que debería estar en el centro del debate mundial. Mira, a mí las opiniones cada vez me importan menos, a mí lo que me interesa es aprender cosas y procurar compartirlas para que nos demos cuenta de la emergencia en la que vivimos. El último informe de la Organización Meteorológica Mundial es demoledor, pero apenas ocupa primeras páginas.
Supongo que la predicción de un futuro apocalíptico no inquieta tanto como el día a día, las cosas del comer, la economía...
La economía también es predictiva, pero sobre todo es ideológica. En vez de dar autoridad al conocimiento científico, le damos autoridad a algo mucho más antiguo que es el sacerdocio. Yo estaba en Nueva York cuando se jubiló Alan Greenspan (presidente de la Reserva Federal entre 1987 y 2006). Greenspan era como un gurú. Parecía un supersabio y todo era falso. En su jubilación celebraban al genio Greenspan y al año siguiente se hundió la economía. Porque lo de Greenspan no fue un error, sino un embuste ideológico que interesaba a los especuladores financieros. Su máxima era que el crecimiento no tiene límite y cualquier regulación es perjudicial para la economía. Eso es mentira y ya está demostrado. La fuerza económica capitalista abandonada a su propio apetito es destructiva porque lo que no tiene límite es la codicia. La ideología de que el Estado es perjudicial y el mercado es el que tiene la razón conduce a que sea el Estado, gracias al dinero de los impuestos, el que salva a esas instituciones de su autodestrucción. Ya pasó en la crisis del 29 y ninguno de sus causantes, Goldman Sachs o Morgan Stanley, pagó por ello. De hecho, ahí siguen.
No hay que irse a 1929. Ya pasó en 2008, no hace tanto, pero la ideología de la desregulación vuelve con fuerza. Da la impresión de que el estado de bienestar se encuentra en verdadero peligro.
El estado de bienestar siempre ha estado en peligro. Siempre hubo en el mundo de los negocios una intención de acabar con eso. Y lo hicieron creando escuelas universitarias, think tanks y cátedras para demoler el consenso sobre una economía de mercado con vertiente social. Lo que surgió tras la II Guerra Mundial en el mundo occidental fue destruido metódicamente por personas totalmente identificadas, los Milton Friedman y la escuela de Chicago, los Kissinger, que fueron creando esa atmósfera de defensa del capitalismo y el individualismo, de desprecio al Estado. E hicieron un experimento en Chile con la dictadura de Pinochet como cuando prueban una vacuna en presos o en un pueblo africano. En Chile había un sistema de sanidad y una sólida escuela pública. Todo eso fue arrasado. Y el siguiente paso fue en el Reino Unido, con Thatcher, e inmediatamente después con Reagan y así se extendió a Europa. Pero la desregulación alcanzó su punto máximo en la presidencia de Bill Clinton. Los últimos controles a la especulación los dinamitó Clinton. Y en ese mundo estamos.
Hablaba antes de héroes civiles y para usted los héroes en la actualidad son los funcionarios.
Pues sí: un policía, un bombero, un investigador, una persona que gestiona en una oficina las prestaciones de las ayudas sociales. O un interventor. Todos son heroicos. La izquierda no ha estado a la altura de nada de esto. Yo he sido funcionario municipal en un ayuntamiento de izquierdas y allí comprobé cómo la izquierda ponía por delante su voluntad de poder y de control partidista por encima de la creación de una administración independiente y profesional. La izquierda tiene muchas cosas por las que responder.
España es una excepción trágica. Es un país que ha destruido su mejor cultura visual, su arquitectura popular, sus paisajes, su litoral"
Y mete, entre ellas, la especulación urbanística.
Por supuesto. España es una excepción trágica. Es un país que ha destruido su mejor cultura visual, su arquitectura popular, sus paisajes, su litoral. Todo en beneficio de la especulación y el dinero rápido. Y ahí la izquierda y la derecha han sido iguales, otra de las grandes tristezas. Pienso en mi pueblo, Úbeda, donde el estallido de la burbuja fue muy virulento. Hemos heredado un legado extraordinario de arquitectura y de belleza y tenemos que preservarlo para los que vienen después porque es una fuente de riqueza duradera. Si tú destruyes aquello que te hace singular y atractivo, quién va a venir a verte. Antes, si llegabas desde el sur a Úbeda veías la colina, las torres y una parte de ese magnífico horizonte. Ahora está tapado por urbanizaciones de bloques gigantes. Lo hablaba con un concejal socialista y me decía pero es que tenemos que crear riqueza, crear empleo. No, lo que creas es un empleo deficiente y riqueza para depredadores. El dinero es de una burricie brutal, va siempre a lo mismo, al ladrillo.
La era Trump
Ha vivido una década en Estados Unidos. ¿Qué le dicen sus amigos de allí de lo que se está viviendo con Trump?
Yo estaba allí cuando ganó Trump la primera vez para sorpresa del propio Trump. Mis amigos estaban menos escandalizados que yo porque tenían una confianza insensata en sus instituciones. Decían: está el gobierno federal, que es un control de seguridad, está la división de poderes, en dos años habrá elecciones parciales… Y ahora me escriben asustados porque todos esos controles en los que confiaban han saltado por los aires. Igual que hay una tradición reaccionaria muy fuerte, también hay una tradición de desobediencia civil y de rebeldía que está totalmente anestesiada. La gente está como paralizada.
¿Y le sorprende esta inquina a Europa?
El desprecio y la soberbia hacia el mundo exterior, la mirada despectiva hacia Europa, han estado allí siempre. Creo que había una idea equivocada sobre la democracia estadounidense. Su democracia es oligárquica y autoritaria. El sistema electoral americano es muy poco democrático. Los que votan son los compromisarios del colegio electoral, que es una rémora del siglo XVIII. Para votar hay que registrarse. En los estados republicanos cada vez ponen más problemas para hacerlo, lo que afecta a gente pobre y minorías. Es un sistema muy viciado.
También se habla de las deportaciones, como si en Estados Unidos no se hubiera deportado antes.
Hay una cosa horrenda en Estados Unidos que es la crueldad institucional. Vemos que a la gente la detienen y la deportan, eso se ha hecho siempre, aunque quizá no con tanto desprecio a los derechos humanos como ahora. Hay un sistema penal y judicial de una crueldad inaudita. El sistema carcelario americano es un agujero negro. Muchas cárceles son privadas, por lo que cuanto menos gastes en cada preso más beneficios sacas. La población negra es el 12% y la población carcelaria negra es el 60%. En Nueva York hay una cárcel preventiva en el Bronx que se llama Rikers Island. Allí no hay gente condenada y continuamente hay muertes, suicidios... Las condiciones en las que viven esos presos no existen en ningún país civilizado, por no hablar de la pena de muerte. La idea de la justicia que prevalece es como del antiguo testamento, ojo por ojo. Y esto, salvo a algunos activistas y periodistas, no provoca malestar. La gente lo acepta.
La idea de la justicia que prevalece en Estados Unidos es como del antiguo testamento, ojo por ojo. Y la gente lo acepta"
Y, sin embargo, también ha disfrutado de ese país.
¿Has visto Un completo desconocido, la película sobre la juventud de Bob Dylan? Ahí está representada una parte de lo que tiene de atractivo Estados Unidos: una cultura musical poderosa, una tradición de resistencia y de lucha por la justicia, gente como Pete Seeger... Es la tradición de rebeldía de Thoreau, Walt Whitman y Woody Guthrie. El jazz... Hay muchas cosas, que por cierto allí son bastante minoritarias, con las que muchos europeos nos hemos educado, aunque lo que han exportado con más éxito es su basura cultural.
Es cierto. Pertenezco a una generación que se ha criado con el Nueva York de Woody Allen...
Pues con Woody Allen, al que los europeos considerábamos de izquierdas, hay un gran malentendido. Es falso, un espejismo. Su cine era inverosímil. Lo que más sorprendía a los neoyorquinos eran los pisos en los que vivían los personajes de Woody Allen, que solían ser profesores universitarios, intelectuales... ¡Los profesores no viven ni de lejos en esos pisos! Ves películas como Annie Hall o Manhattan y son totalmente tópicas, una suma de estereotipos, como una película española barata. Es como para nosotros algunas cosas de Almodóvar. Un norteamericano puede pensar que España es la España de Almodóvar y nosotros sabemos que no es así. La películas de Allen y las novelas de Philip Roth son fantasías masculinas halagadoras que no tienen nada que ver con la realidad. En sus obras siempre hay mujeres de 18 años que se se vuelven locas por un profesor maduro con esa masculinidad habladora que ha envejecido tan mal. Las películas de Allen consisten en que su personaje habla muchísimo, supuestamente diciendo cosas muy inteligentes, y mujeres guapas lo escuchan calladas y admiradas. Eso ya se pasó, ya terminó gracias a Dios.
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