Nuria Sánchez-Gey Valenzuela / Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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Pasó, pasa y pasará en la televisión andaluza

El programa de Juan y Medio es un ejemplo de función social de una cadena pública

Juan y Medio y sus hijos

Juan y Medio se dirige a dos participantes de su programa. / Canal Sur Televisión

22 de enero 2025 - 06:03

Mientras corrijo trabajos de mis alumnos, escucho de fondo a los participantes de un programa de televisión de un canal nacional (se dice así cuando no se quiere indicar ni cuál ni en qué cadena) y me encuentro con un señor mayor que se está disculpando por decir algo que, al parecer, antes de salir en pantalla le han advertido que no dijera (¡qué periodista no sabe que a un señor mayor basta que le digas que no cuente algo para que sea lo primero que suelte nada más tener la oportunidad!).

Mi deformación profesional hace que me quede y escuche. Se trata de una pareja de hombres homosexuales, y lo que quizás sí es más llamativo es que tengan 70 años. Están contando que se han enamorado gracias a un programa de televisión. Escuchando esto, me parece absurdo que no se quiera decir el nombre porque está claro que se trata del programa que presenta Juan y Medio en la televisión autonómica andaluza, Canal Sur. Ese cuyos cortes siempre salen en los resúmenes enseñando a personas que se duermen durante el programa (que evidentemente se hace en directo cada día en horario de sobremesa, esto no se suele indicar), ése tan nombrado cuando a alguno de sus protagonistas (la mayor parte de ellos mayores, sin costumbre de hablar ante un auditorio y menos aun contando sus propias vivencias personales, nada fácil, inténtelo alguna vez a ver cómo le sale) se le escapa algún chascarrillo…

Sí, ése al que algunos creen que van “viejos verdes y viudas cachondas”. Y esto no lo digo yo, lo ha contado el propio presentador. Lo más destacable de esto, es que la mayoría de los que tienen ese concepto del programa, no lo han visto en su vida, ¿cómo? Sí, sí, opinan, pero nunca han dedicado su tiempo a verlo en su totalidad, se han quedado con la imagen que dan fragmentos sacados de contexto de un programa que lleva desde 2009 en antena, se dice pronto, grandes bastiones de cadenas nacionales han caído por el camino, y ahí sigue, ese programa blanco, de televisión autonómica, que se concibió para acabar con la soledad de nuestros mayores. No, no es un programa para buscar pareja, no, ese es otro de los mitos, no puede ir cualquiera a decir que no liga, no, para eso existen algunas aplicaciones de citas y no hay que acudir a una televisión pública.

Ese programa, que tan rápidamente se descalifica, ha conseguido que personas mayores que casi rozaban la desnutrición porque se habían quedado viudas y nunca se habían tenido que encargar de sí mismas hayan vuelto no sólo a comer sino a ducharse e incluso a sonreír; que mujeres que nunca habían salido de sus pueblos porque la única vida que le habían dicho que merecían, tras vivir años de maltrato, era esperar que les llegara la hora; que hijos hayan cogido el teléfono y hayan recomendado a sus padres porque quien cautivara su corazón se iba a llevar a casa una joya, que eso decía su madre de él, y que les dejó dicho que cuando ella faltara, le acompañarán a ver a Juan, que seguro que les ayudaba.

Qué difícil, ¿eh? Que un hijo deje al lado el egoísmo y acompañe a su padre a un plató de televisión para que sea feliz. Todas esas cosas, y muchas más que erizan el vello, ha conseguido el programa La tarde, aquí y ahora, de la productora Indaloymedia, sí una productora andaluza, con Juan y Medio al timón, y muchos buenos profesionales alrededor.

Pero volviendo a esa imagen de dos personas homosexuales que se quieren tras conocerse en un programa de televisión, y que tan revuelo ha ocasionado y tantos titulares ha provocado, les diré que no es nada nuevo, no, en el programa pasan cosas extraordinarias de este tipo casi a diario. La diferencia es que, para llegar a esto, y para que una televisión nacional se haga eco, el camino no ha sido fácil.

Recuerdo que la primera vez que se decidió que un hombre homosexual fuera como invitado, para buscar pareja, el teléfono del programa recibió llamadas muy críticas, telespectadores asiduos indignados, reclamando saber que por qué se llevaba a un homosexual, que había mucha gente que llevaba mucho tiempo esperando para que se le diera espacio a alguien “así”, otro que decía tener más derecho por ser hetero y otras palabras más fuertes que no reproduciré aquí.

Y seguro que se está preguntando qué sucedió ante este aluvión de críticas, lo que ocurrió es que Juan y su equipo hizo lo contrario de lo que se podía esperar en un programa que vive de su audiencia, cuyo público es tradicional, de determinada edad, con una educación chapada a la antigua. Dijeron que cualquier persona tiene derecho a intentar acabar con su soledad y que a quién no le pareciera adecuado que viera otra cadena. Sí, esas decisiones marcan la diferencia, esos gestos que puede y debe protagonizar una televisión pública, porque la función social, ésa que se recoge en su ley fundacional, ésa, se consigue con acciones que parecen pequeños pasos, pero que cambian una sociedad.

¿Saben que hay muy pocos programas de televisión sobre los que se haya hecho tesis doctorales y sobre este hay varios, desde enfoques antropológicos, sociales, culturales, educativos, además de distintos trabajos de investigación, por la importancia que tiene en la sociedad andaluza? ¿Saben que las horas en las que se emite este programa bajan las llamadas al servicio de teleasistencia? ¡Cuántas enfermedades provoca o agudiza la soledad! ¿Saben que hay hijos que les dejan programado a sus padres el programa repetido los fines de semana, porque no pueden pasar un día sin esa compañía?

Pues esas cosas pasan, pero saben qué ocurre, que es más fácil la descalificación de brocha gorda, esa que se queda con el momento que provoca risa cuando uno de los abuelos pronuncia mal una palabra o les hace una confesión no del todo correcta, al confesor que es para él Juan, sin ser consciente de que lo está viendo toda la audiencia. Ese descrédito de las personas que se quedan con la punta sin darse cuenta que lo importante es todo el iceberg, ésas que no han caído en que el secreto de este programa es que en él los protagonistas son aquellas personas que nunca saldrían en los de otras cadenas, persona que pueden ser analfabetas o faltarles algún diente, que se agarran a Juan segundo antes de que suene la sintonía de cabecera y les dicen “ayúdame a hablar porque yo no sé”.

Pues sí, la magia es que, aunque no quisieran que se dijera que los unió el programa de Juan y Medio, no hace falta, porque el encanto y el éxito es que en Andalucía se está haciendo algo que no harán nunca las televisiones nacionales, sí en la televisión andaluza se ayuda a que dos hombres de 70 años se conozcan, sin posibilidad de hacerlo de otra forma, acaben con su soledad y vivan felices, ¿y saben lo mejor? Es que estamos orgulloso de que suceda en la NUESTRA, no, aquí no lo ocultamos al contrario lo contamos y lo extrapolamos a otras comunidades autónomas. Sí, éste es un ejemplo de función social de las televisiones, con un ejemplo muy claro, y ahora les invito a ver un día el programa, porque no vaya a ser que con esto de la descalificación de brocha gorda, se vayan a perder algo que al final hasta les enganche.

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