Cuatro de cada 100 positivos necesitan UCI en Andalucía, una de las proporciones más bajas de España
Hay varios factores que influyen en el impacto de la pandemia en la comunidad: el retraso en llegar, la dispersión poblacional y el tratamiento en planta a los enfermos
Las unidades de cuidados intensivos de los hospitales no sólo son los centros a los que van a parar los pacientes que entran en estado muy grave por la puerta del hospital. En ocasiones, las UCI también son el reflejo de todo lo que se hace mal en planta, por puro desconocimiento médico, pero también por errores clínicos. Esto lo sabe cualquier intensivista. A la baja tasa de infectados en Andalucía respecto a la media española, se suma otra proporción esperanzadora: de los pacientes actuales del SAS, sólo el 4% necesita UCI, el 8% en el caso concreto de los ingresados. Una tasa tan baja que sólo se da en el País Vasco y Navarra.
En la rueda de prensa de este lunes, los periodistas han preguntado al consejero de Salud, Jesús Aguirre, y al de Presidencia, Elías Bendodo, por estos hechos. Para Bendodo, que es quien marca las líneas de la comunicación política del Gobierno, es obvio: "Nada ocurre por causalidad". Para quien de modo repetitivo, pero fructífero para sus intereses, se revindica con el lema de "en Andalucía, siempre vamos un paso por delante", está claro que es la gestión del Gobierno andaluz la que es la concluyente. Porque los otros dos factores que ha señalado el consejero como propios, como singulares de Andalucía, no lo son: la colaboración ciudadana es muy buena en toda España, todos los españoles están dando ejemplo, y el sistema público andaluz es tan fuerte como los otros. Es más, de los que cuenta con menos recursos económicos.
El 3,2% de los fallecidos en España
Pero más allá de los excesos de la propaganda y de algunos factores físicos, como el de la dispersión de la población, hay elementos objetivos para concluir de que la Consejería de Salud aprovechó bien el tiempo de demora de la llegada del coronavirus y que, por eso mismo, en los hospitales hay un buen manejo de la crisis y de los pacientes. Prueba de ello son otras dos tasas. Andalucía tiene el 17% de la población española, y trata al 4,1% de los pacientes en UCI de todo el país y lamenta el 3,2% de los fallecidos.
El director del Centro de Coordinación de Emergencias, Pablo Simón, ya fue preguntado por ello el pasado domingo, y respondió que no conocía muy bien las causas, pero que la evolución de la pandemia en Andalucía había sido más lenta y que la dispersión poblacional también ayuda. Esto es innegable: Madrid tiene un millón menos de habitantes que Andalucía, pero nueve de cada 10 viven en el mismo entorno, en círculos concéntricos alrededor de la gran ciudad muy bien comunicada por una potente red de Metro. Es el mismo caso de Barcelona, de Londres y de Nueva York, ciudades populosas y cosmopolitas con mucho intercambio internacional.
Lo más importante no ha sido eso, sino los preciosos días, o semanas, que tuvo la Consejería de Salud antes de que la pandemia cobrase fuerza en la comunidad. La planificación fue buena y los hospitales ganaron un margen que hoy se revela de oro. Y hay otro hecho, al que ha apuntado Jesús Aguirre: los casos de listeriosis de este verano. No fue una epidemia vírica, sino una infección alimentaria, pero es cierto que sirvió para tensionar a unos gestores recién llegados.
Aguirre se declara único responsable
En el debe de la Consejería también hay números, los materiales de protección que faltan también se podían haber comprado antes de la declaración del estado de alarma, cuando el Ministerio ni había unificado las compras ni tenía siquiera esa estructura. Aguirre es, de momento, el único consejero que ha asumido su parte de autocrítica: "El único responsable de lo malo que esté ocurriendo es este consejero".
El gran problema que se encuentran los médicos en las UCI es la falta de evidencias científicas para sacar los pacientes adelante. El soporte vital y la respiración asistida funcionan, pero no hay unos medicamentos que aseguren la recuperación de los enfermos. El propio Aguirre ha reconocido este lunes esta laguna médica, aunque también ha subrayado a un hecho cierto: nunca, la comunidad científica mundial se había volcado en un caso así en tan poco tiempo.
A fecha de este lunes, en los hospitales de la comunidad hay 2.671 infectados, de los que 216 están en la UCI. Y hay que lamentar ya 236 muertes. El porcentaje de crecimiento de los ingresados, encamados en UCI y fallecidos viene disminuyendo desde la semana pasada. En las últimas 24 horas sólo han ingresado en las UCI 15 personas. Aún hay mucho margen, hay medio millar de camas libres en las UCI de titularidad pública y otras tantas en el sector privado. De hecho, y según ha reconocido Aguirre, hay personas a las que se le demora la estancia en planta porque la situación no es tan agobiante.
El número de casos positivos es de 5.169, pero este parámetro es sólo indicativo, no es real, hay muchos más infectados que los detectados. ¿Cuántos más? Algunas aproximaciones indican que habría que multiplicar la cifra entre cuatro y ocho veces. A medida que vaya aumentando la capacidad de realizar test PCR, aumentarán las cifras de positivos. Es lo que ha pasado en las últimas 24 horas. Según el dato de Aguirre, se tomado "2.700 muestras" en ese período.
El colchón no sólo se da en las UCI. Hay 5.388 camas públicas disponibles todavía y 2.163 en el sector privado. Lo que el Gobierno andaluz ha puesto en marcha este lunes es el plan 9.000, un conjunto de medidas por si se llega a ese número de infectados. Y es posible que a ello se llegue en torno al siguiente fin de semana.
Hay otro plan, el 15.000, y se ha comenzado a elaborar uno para 22.000. Cada uno de ellos lleva aparejado medidas más drásticas, como concentración de los sanitarios de los centros de salud en hospitales y la apertura de centros de campaña. Pero, quizás, el eslabón más débil sea el de los recursos humanos. El SAS ha realizado 3.584 nuevas contrataciones desde que comenzó la crisis, pero la infección entre los sanitarios es muy alta; son, realmente, el baluarte de la epidemia.
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