Las historias de los ángulos ciegos

Félix Palma. Escritor

El autor sanluqueño acaba de publicar con Páginas de Espuma el que es su cuarto libro de relatos, 'El menor espectáculo del mundo' · "Puedo decir que he vivido siempre más en la ficción que en la realidad"

Félix Palma, durante la última Noche de los Libros en Madrid.
Félix Palma, durante la última Noche de los Libros en Madrid.
Pilar Vera / Cádiz

28 de abril 2010 - 05:00

Félix Palma (Sanlúcar, 1968) es uno de esos escritores que parecen sentirse cómodos en los terrenos incómodos. O, al menos, supersticiosamente cargados: umbrales, dinteles, luscofuscos, orillas. De eso escribe. De eso -él podrá temer; los otros, disfrutar- escribirá siempre. Los relatos que ahora recoge en El menor espectáculo del mundo (Páginas de Espuma) guardan para el autor una "hermandad espiritual" que remite, precisamente, a esas tierras de nadie.

-En una de las historias de este libro, la de Sebastián Mingorance, tratas de explicar hasta qué punto escogemos y trenzamos nuestras realidades, nuestros mundos...

-Sí, con la teoría que da la mitología a los posibles mundos paralelos, con las Parcas tejiendo los distintos hilos del destino, y la que da la ciencia, con la física cuántica. Es un cuento tal vez demasiado ambicioso, no sé si todo el mundo podrá seguirlo...

-Son cuentos de difícil etiqueta...

-Podemos decir que desde El vigilante de la salamandra -que sí eran cuentos fantásticos en la estela de Julio Cortázar- el argumento ha ido dejando de lado lo fantástico e inclinándose hacia lo absurdo, contándolo con naturalidad. Como decía Oscar Wilde, al hombre le cuesta más creer en los inverosímil que en lo imposible: si cuentas lo imposible de manera creíble, se vuelve mucho más real que lo inverosímil.

-El último relato, Bibelot, ejemplifica gran parte de las historias que cuentas...

-Es un relato que, partiendo de algo surrealista, luego no resulta tan absurdo. Deja un poco abierta una explicación fantástica de lo que está pasando, hay varias lecturas que se superponen. De hecho, Bibelot era uno de esos títulos que estaba barajando para la colección... pero luego consulté con Andrés Neuman lo de El menor espectáculo del mundo y me dijo: "Ese título lo pones tú o te lo robo. ¡Es un título mío que ha florecido en tu cabeza!".

-Un título que, dices, tiene tres significados...

-Remite, por una parte, al lado absurdo de la vida, el aire disparatado, la cuerda floja entre lo tolerable y lo imposible. Por otra parte, lo que hacen los protagonistas son malabarismos sentimentales para recuperar a sus parejas. Más que historias de amor, las que aparecen aquí son historias de reconquista. Y lo de menor... es por la percepción que se tiene en España del género del relato, aunque los que lo escribimos seguimos diciendo que el relato es mucho más difícil que la novela, porque exige una geometría interna que en la novela no tiene que ser tan precisa. Y luego está el amor como menor espectáculo del mundo.

-Cuánta gente sola, Félix...

-Como el título de Bonilla...

-Sí...

-Es que los solitarios son material narrativo... Los desgraciados, los que aman y no son correspondidos, son más literarios que los que triunfan. En el fondo, cuando eres feliz, y hablas de tu felicidad, no la puedes contar de la misma manera que cuentas una desgracia. Ahora que yo puedo decir que soy feliz, lo cuentas y es aburrido. ¿Cómo te va? Bien. Ah, vale. Pues nada.

-Bueno, es que justo lo más satisfactorio es lo que peor contamos. Fernández Mallo decía que cuando te preguntan por qué te dedicas a escribir es como cuando te preguntan por qué te gusta una chica: caes en una cuesta abajo humillante de tópicos y sinsentidos: 'Mmm... me gusta por cómo se recoge el pelo', '¿Mmm?', 'Y por cómo mira por encima de sus gafas sucias y torcidas', 'Ah, ajá'...

-Como decían en El secreto de tus ojos, un hombre podrá matar a alguien y desaparecer pero nunca podrá borrar por completo su pasión. Es algo muy poderoso, sí, pero cómo lo explicas. Yo no sé cómo explicar lo fantástico, salvo que es algo que disfruto y me sale bien. Por lo demás, soy un adulto que lleva una vida de niño, leo cómics, veo películas... en fin...

-¿Te sientes más cerca del payaso -dicho con la menor carga insultante posible- o del ilusionista?

-Pues yo siempre me he sentido más cercano del ilusionista... pero, ahora que lo dices, mis cuentos son tragicomedias. Los personajes son auténticos payasos pero el narrador es un ilusionista. Claro.

-Los protagonistas de estas historias juegan con la ficción a colarse en la realidad. ¿Has estado tentado de hacer eso alguna vez o con el folio en blanco es suficiente?

-Pues no lo he hecho nunca pero por la vida que he llevado, sí puedo decir que he vivido más en la ficción que en la realidad: la infancia solitaria, rodeado de libros... Yo creo que esas son las condiciones que hacen a los escritores. Siempre digo que un escritor nace pero necesita cocerse en una situación adecuada.

-"Este libro se terminó de imprimir un año y cinco meses antes de la llegada de los marcianos". Menudo sello de impresión...

-Bueno, esa es una clave del futuro que sólo se entenderá... cuando suceda.

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