Artes escénicas
El ‘Caudal’ del mejor flamenco se desborda en el Maestranza
Bienal de Flamenco
El bailarín y coreógrafo vasco Jon Maya (Rentería, 1977), director de la compañía Kukai,Kukai, galardonada con el Premio Nacional de Danza, siempre había contemplado el flamenco como un "espejo" en el que podía mirarse una formación como la suya, que defiende la creación contemporánea a partir del legado de la tradición. "Me interesa el modo en que el flamenco ha conseguido ser de aquí y al mismo tiempo algo universal, y que lo haya hecho además de forma natural, y sin dar la espalda a la experimentación", valora el intérprete, que este jueves, en el Teatro Central a las 22:00 y dentro de la programación de la Bienal, une sus fuerzas con Andrés Marín en un espectáculo que sus autores prefieren definir como "encuentro", Yarin. "La palabra encuentro es clave: Andrés sigue siendo Andrés, y Jon sigue siendo Jon", dicen sobre una propuesta en la que participa el músico Julen Achiary.
Marín (Sevilla, 1969), un creador convencido de que hay que mirar "las cosas con una mente fértil y estar abierto a lo nuevo", parecía llamado a una obra como ésta. No sólo por su historial de alianzas con gente tan diversa como Pilar Albarracín, José Miguel Pereñíguez, Llorenç Barber o Laurent Berger, también porque, como recuerda Maya, ya se había acercado al folclore del norte y "alguna vez bailó con unos cencerros que utilizan los personajes del carnaval navarro".
Varios encuentros casuales acabaron desembocando en una residencia y un work in progress que presentaron el año pasado en el Festival de Itálica. Ahora, Yarin llega a la Bienal convertido en un "viaje a la esencia", con "cierta radicalidad estética" y una premisa clara: evitar los clichés que pesan tanto sobre la danza vasca como sobre el flamenco. "Lo fácil habría sido que yo manejara un hacha mientras Andrés bailaba, y que Andrés pegara un taconeo para acompañarme. Desde el primer momento dijimos que no podíamos hacer eso. También podíamos habernos rodeado de mi compañía, llamar a dos cantaores y hacer una gala. Pero eso habría sido otra cosa", comenta Maya, que aclara que querían adentrarse en la danza "desde un lado más profundo". "Buscábamos algo con más abstracción, más sugerente", alejado de los estereotipos, añade Marín, que confiesa no obstante que en Yarin da rienda suelta a su condición de "cantaor frustrado" y en algún pasaje le dedica "una cartagenera" entre otros palos a su compañero en el escenario.
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