Cerro del Moro. Por Fernando Santiago

CERRO DEL MORO

José Luis Arrese, uno de los prebostes de Falange, casado con una prima de José Antonio Primo de Rivera, fue el ministro de la Vivienda que impulsó la manía española por comprar casas “queremos un país de propietarios, no de proletarios”. Hace de eso 80 años, de ahí viene  la obsesión tan española por comprar una casa en lugar de alquilarla. La utopía socialdemócrata de Viena es inimaginable en España, aquí si a alguien le dan una vivienda pública en alquiler no la suelta ni aunque lleguen los GEOs o los de Desokupa, se sienten propietarios una vez reciben las llaves en la típica ceremonia  en la que el alcalde de turno se da un baño de masas y suelta un discurso para la posteridad con las simplezas de costumbre. En los años 50 se inició una operación para entregarles una vivienda a quienes vivían en chabolas en La Viña o en las bóvedas de las Puertas de Tierra, los más humildes de los gaditanos. Ese  fue el origen del Cerro del Moro, hecho en varias fases. Por entonces mi abuelo José Muñoz Crespo era delegado de vivienda, encargado de la gestión de la adjudicación de las casas a los beneficiarios, que cambiaron su vida para siempre. Con los años los hijos de aquellos adjudicatarios quisieron comprar aquellas viviendas a precio de saldo, que habían heredado  de sus padres  que las recibieron porque vivían en condiciones precarias. Con el paso del tiempo se hizo el soterramiento de la vía del tren, el Cerro del Moro dejó de ser un barrio marginal que le había querido dedicar una plaza al GRAPO Martín Luna, donde Gregorio Maeztu y Gregorio López habían impartido la doctrina social de la Iglesia desde la parroquia del barrio  , primero Hipólito García  luego Enrique Blanco y tantos otros continuaron la labor reivindicativa en la AVV. En la época de Carmen Romero como diputada y Fermín Moral en uno de sus eternos cargos en la Junta socialista, proyectaron una reforma del barrio en diferentes fases, con la construcción de nuevos bloques más modernos y mejor diseñados. Ahora los nietos de aquellos que vivían en chabolas o en los glacis , que han heredado la propiedad de sus padres , exigen que se les entreguen viviendas a precio de saldo. Así tendremos cuatro generaciones de las mismas familias que habrán gozado de la acción del Estado, mientras muchos otros que necesitan casa en Cádiz no podrán acceder a ellas  con la excusa de que no hay suelo o no hay dinero, por mucho que diga el alcalde que va a hacer 106 viviendas, justo las que había proyectado el Kichi. A estas familias se les apareció la virgen o Fermín Salvochea, según las creencias de cada cual, porque a lo largo de un siglo el Estado  parece que mantiene una deuda con ellos que nunca se termina de pagar.

Fernando Santiago

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