Distopia universitaria. Por Fernando Santiago

DISTOPÍA UNIVERSITARIA

Vamos con una de ciencia ficción: si Teófila Martínez hubiera seguido siendo alcaldesa y Eduardo González Mazo hubiera continuado como rector, en Valcárcel estaría ya Ciencias de la Educación. Es así de sencillo. Se hubiera hecho en fases, hubieran entrado los albañiles, y después no hubiera habido forma de pararlo. Ocurrió, por decir algo, con el nuevo puente, que Pepiño Blanco lo quiso parar y al final se terminó. Parar una obra en marcha es muy difícil, por el escándalo que supone. La energía y la capacidad de gestión de Teófila y de Eduardo hubieran hecho que Valcárcel ya estuviera terminado. Por supuesto todo lo dicho es una entelequia. Al Kichi no le hacía caso nadie, no le recibían en ningún lado, no se le ponían al teléfono. Es una putada, ya lo sé, un ejercicio de sectarismo, pero es así. Hasta una idea suya como fue poner un restaurante en el Balneario de La Palma, donde está ahora el Centro de Arqueología Subacuática, fue incapaz de llevarlo a cabo. Además del vacío de otras administraciones también hay mucho de indolencia y de ineptitud, es cierto, pero se castigó a la ciudad de Cádiz por tener un alcalde de un partido en los suburbios del sistema. Teófila, para eso, era un martillo pilón, consiguió cosas que otro alcalde no lo hubiera hecho. Igual que del Kichi podemos hablar de Piniella, por mucha excusa de la pandemia que quiera haber reflejado en su retrato. Y ahora Bruno parece que se conforma con cualquier cosa. Si la Ciudad de la Justicia se terminará dentro de cuatro o cinco años, no pasa nada. Si el Nuevo Hospital no verá la luz en esta generación, qué le vamos a hacer. Si Ciencias de la Educación se queda en Puerto Real o se va a Jerez, mala suerte. Lo que pueda venir a Valcárcel, que venga, más vale algo que nada. Seguramente Teófila se habría puesto a dar gritos, a los suyos y a los adversarios, le habría tirado los papeles a la cara al más pintado, como hacía muchas veces con algún concejal suyo o hasta con el secretario general, como tuve oportunidad de presenciar. Todos los lunes por la mañana le ponía las pilas a sus concejales. Eduardo González Mazo consiguió el Centro Reina Sofía, el Colegio Mayor, el centro de transferencia del Olivillo, incluso había previsto un uso para la funesta pérgola, tenía proyectos para la antigua escuela de ingeniería e iba camino de resolver Valcárcel. No hay que llorar sobre la leche derramada, esperemos que Casimiro Mantell, Bruno y Juanma le den un uso al edificio de Valcárcel que sea útil para la ciudad, pero tiene uno en la cabeza que se perdió la oportunidad del hotel que proyectó Rafael Román , luego Ciencias de la Educación que propuso González Mazo. Con estos bueyes aramos.

Fernando Santiago

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