Gente sin casas, casas sin gente. Por Yolanda Vallejo
Pues va a ser verdad lo del año de la vivienda. O por lo menos, eso parece, porque no llevamos ni tres semanas de enero –mañana, por cierto, dicen que es el día más triste del año; yo aviso- y no hemos hecho otra cosa más que hablar de viviendas. Y no solo nosotros, no vaya a pensar usted que somos así de resolutivos, también el presidente del Gobierno está enredando con esto de las casas y hasta ha lanzado un paquete –miedo me dan estos paquetes- de doce medidas «históricas» para fortalecer el derecho a la vivienda y garantizar que sea el «quinto pilar del Estado del bienestar», junto con la educación, la sanidad, la dependencia y las pensiones. Pedro Sánchez ya ha advertido esta semana que habrá dos tipos de personas en el futuro: «quienes heredan propiedades y quienes trabajan toda su vida para alquilar sin llegar a ser propietarios». Y es que España se está convirtiendo en un país de herederos; doscientas mil transmisiones se registraron el pasado año. Los herederos reciben una cuarta, quinta o sexta parte del piso que sus padres compraron, ahorrando como hormigas, porque los padres hormigas solían tener cuatro, cinco, seis o más hijos herederos. Para ellos va el aviso del presidente del Gobierno: como sigáis heredando pisos, os vais a enterar.
Tampoco la Junta de Andalucía se entera mucho, la verdad. La segunda convocatoria para acceder al Bono Alquiler Joven ha estado al nivel de la venta de entradas para preliminares del COAC. Un visto y no visto. En apenas doce horas se habían registrado correctamente ocho mil quinientas solicitudes, pero había más de cincuenta mil personas en lista de espera virtual. Porque el sistema, ya sabe, es el habitual para la Junta de Andalucía: en régimen de concurrencia no competitiva, que traducido resulta «el primero que lo coja, pa él», algo que no deja de ser bastante injusto porque pone en evidencia que el primer requisito para solicitar una de las ocho mil quinientas ayudas no es la necesidad de vivienda, sino tener un buen ordenador, una buena conexión a Internet, tiempo y, sobre todo, paciencia.
Por aquí, ya sabe usted lo que hay. Un informe cifra en 17.000 el número de viviendas que se necesitan en nuestra provincia para lograr el equilibrio sobre la cuerda floja del índice de población y el nivel de ingresos que tiene la gente; la situación se agrava en Cádiz capital, por la falta de suelo y porque –a pesar de lo que dice los turistófilos- las viviendas turísticas son un problema añadido, aunque no el único. La operación de convertir el edificio de Náutica en pisos va a ser complicada, entre otras cosas, porque el nivel de protección del edificio dificultará que aquello se convierta en «viviendas de lujo» –solo tiene que mirar la fachada que da a La Caleta e imaginar qué tipo de lujo se puede hacer con esos ventanucos tan estrechos- ni tampoco tiene pinta de transformarse en viviendas de protección oficial, «oficialmente protegidas» que decía Cándida la de Guillermo Fesser. El gobierno municipal, en su empeño de rellenar de contenido el año de la vivienda, ya ha sacado a licitación promociones de viviendas en Sagasta, Calderón de la Barca y Pericón de Cádiz, veinticinco casas en total, en régimen de alquiler social. Menos da una piedra, claro.
Hay que velar por la gente sin casa, claro que sí. El derecho a la vivienda –digna- está recogido en el artículo 47 de nuestra Constitución, igual que el derecho a la sanidad, a la educación, a la justicia y al honor. En esto estamos todos de acuerdo. Lo que olvidamos, con frecuencia, es que estamos ante otros problemas, tal vez más gordos. Verá. La mayor parte de la gente que trabaja en Cádiz lo hace en la Administración Pública: Ayuntamiento, Junta, Diputación, Universidad, y la tasa de reposición para estos puestos de trabajo se hace con cuentagotas, dos plazas aquí, un contrato de sustituto allí, una bolsa de trabajo allá… y eso, sin contar con que la mayoría de los que hoy son funcionarios viven más allá del puente como se llame, porque hicieron sus vidas donde el suelo era más barato y ya no tienen intención de volver. La tasa de natalidad en nuestra ciudad es testimonial, y ya se está notando en los colegios. No hay niños, y no hay trabajo, hablando en plata.
Así que está muy bien lo de construir viviendas, pero habría que plantearse qué haremos después. Sin trabajo, sin un ocio atractivo, sin aparcamientos, sin comercio, va a ser complicado que esta ciudad se regenere y crezca. Yo no heredé la casa de mis padres, pero mis hijos sí que heredarán la mía y la venderán, porque ninguno de los tres vivirá en Cádiz
También te puede interesar
Lo último