Lavapiés. Por Fernando Santiago

LAVAPIÉS

Mi familia tenía  la caseta de mampostería número 60, delante del Europlaya, pasadas las Olitas, antes del Edificio Madrid  donde tenía casa la Tía Lola  que venía todos los veranos de Badajóz, allí   íbamos todos los primos a que nos diera un duro que nos gastábamos del tirón en helados. Esos veranos me parecían  eternos, a media mañana nos compraban un pico y un paquete de papas fritas que voceaban por la orilla aquellas familias que venían de Torredonjimeno, freían cada mañana las papas y las metían en unas bolsas blancas de papel. Nos sentábamos en la escalera que bajaba al paseo de cemento, casi frente a uno de los bares que ponían los vasos en tecnicolor , como cantaron Los Cruzados. Carlos Díaz suprimió las casetas, las de mampostería y las de madera, frente a esta decisión hubo una manifestación de gente en bañador por la Avenida. Carlos Díaz le encargó el proyecto del nuevo  Paseo Marítimo a Manuel González Fustegueras, que obtuvo por ello  un premio nacional de arquitectura, a pesar de la bronca que le montaron por usar cemento blanco. 40 años después ahí sigue. Aquel paseo se hizo con el dinero que sacó el Ayuntamiento del rescate del Puente, tarea en la que se empeñó y ganó el alcalde, en contra de quienes nos mostrábamos escépticos. Mi recuerdo de aquellos veranos eran mañanas sin fin, hasta que tuve edad de tomar mis decisiones y me quedaba en casa de mis abuelos leyendo los Episodios Nacionales de Pérez Galdós, que mi madre había clasificado en la biblioteca de mi tatarabuelo que, pasados los años, heredé yo. Cuando llegaba la hora de irse, recogíamos en la orilla agua en un barreño y así nos limpiábamos los pies, para coger el coche del Balneario, salvo a mi hermana Pepa, que siempre le gustaron los taxis, o si mi padre había llegado a pasar una temporada,  a él le gustó toda la vida llegar con el coche (un Renault 10 granate) hasta el destino. Había días que se prolongaba todo y terminábamos en La Camelia comiendo una sándwich o unas tortitas con nata, según la hora. Ahora lo recuerdo como días aburridos, por eso dejé de ir a la playa. Solo tuve una efímera afición cuando conocí a mi mujer y sus amigas, que nos apostábamos a jugar al mus en las casetas de madera (Ana recordaba hasta la marca del candao) pasado el Hotel Playa. Mañanas enteras  de cartas y baño, lo que tiene la juventud. Ahora veo la preocupación por los Lavapiés y me hace mucha gracia lo finos que nos hemos vuelto, si no podemos quitarnos la arena camino de casa parece como si tuviéramos alguna enfermedad, igual la gente no se ha enterado todavía que en la playa hay arena, mucha  desde que en 1991 la Junta del Puerto y el Ayuntamiento hicieron un gran vertido . Resumen: calor, sudor y aburrimiento.

Fernando Santiago

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