Cuando alguien se empeña en hacer el ridículo es complicado evitarlo. Le pasó a Beardo con su viaje a Argentina con ese séquito mitad profesional y mitad emocional, con integrantes no tan fantasmas como se decía. Ahora dice que va a Davos, no se sabe a qué. Beardo podría taparse un poco y no hacer más el ridículo de lo imprescindible.
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