Retornos de Rafael Alberti. Por Fernando Santiago
RETORNOS DE RAFAEL ALBERTI
A finales de 1975 conseguí un pequeño libro de poesía que expresaba la melancolía por estar lejos de la Bahía de Cádiz, como era mi caso en aquel Madrid en blanco y negro de la Universidad Complutense. Era “Marinero en tierra” de un poeta exiliado en Roma por sus convicciones políticas . Cuando me atacaba la nostalgia, me refugiaba en sus versos. De aquel libro pasé a “La arboleda perdida”, cuajado de los recuerdos juveniles del autor, y de allí a “Ora marítima”, que escribió el poeta al leer en Buenos Aires la noticia de que la ciudad de Cádiz festejaba el 3.000 aniversario de su fundación. Tenía en la memoria “¿Qué cantan los poetas andaluces de ahora?” de Aguaviva , que escuchábamos a menudo porque uno de los intérpretes tenía un hermano en mi clase. Seguí las andanzas de Alberti con su vuelta a España, su viaje a Cádiz acompañado de su sobrino Agustín Merello, su campaña electoral a base de versos, su imagen con la Pasionaria para presidir la sesión constitutiva de las primeras Cortes democráticas , la renuncia al escaño “porque yo soy un poeta en la calle” dijo, sus recitales con Nuria Espert. En 1977 fui a ver su obra de teatro “El adefesio” para lo que vino de Francia la actriz María Casares, hija del que fuera presidente de la República Santiago Casares Quiroga, pareja que fue de Albert Camus. En 1984 la Diputación le dedicó un extraordinario homenaje con la ayuda de su principal discípulo Luis García Montero, con la actuación de varios cantautores que le habían puesto música a sus versos. En 1985 fui a su casa de la calle Princesa para que interviniese en la presentación de la revista “Cádiz e Iberoamérica” en Madrid junto con los cantes de ida y vuelta de Chano Lobato, presidido todo ello por el presidente de la Diputación Alfonso Perales, que impulsó la creación de la Fundación Alberti, para lo que fueron a la casa del poeta en Roma la abogada Cristina Almeida junto con Manuel González Piñero. Con el tiempo Rafael , supongo que inducido, quiso que la Fundación se fuera a El Puerto a cambio de dinero y de un chalet en la urbanización Las Viñas, al que puso “Ora marítima”. En 1995 tuvo a bien pedir el voto para la candidatura que yo encabezaba en las elecciones municipales. Hizo nueve testamentos y creó una sociedad anónima donde depósito los derechos de autor de su obra, El Alba del Alhelí SA. En septiembre le recordamos con motivo del centenario de “Marinero en tierra” con una travesía en barco por la Bahía a la que tanto cantó, y el lunes pasado por el 25 aniversario de su muerte, con un acto en la biblioteca que lleva su nombre en el Cervantes de Nápoles donde se proyectó el documental que da nombre a esta columna con guión de Juan José Téllez.
Fernando Santiago
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