1937: la primera explosión en la Base de Torpedos de Cádiz
Diez años antes de la catástrofe que asoló la capital, se produjo una detonación similar en el mismo edificio militar
Por entonces, el lugar albergaba un taller de reparación de vehículos militares para la guerra
La Explosión de 1947: el patrimonio perdido
Las expectativas generadas a finales de la década de los años veinte del pasado siglo, con la construcción de una Fábrica de Torpedos en Cádiz, se vieron frustrados tanto por la crisis internacional que se vivía como por la nacional inmersa en conflictos sociales, cambios políticos y finalmente una Guerra Civil. Será dentro de este último periodo, cuando en mayo de 1937 el Ayuntamiento quiera recuperar la servidumbre de paso por el lateral de la Fábrica, entonces sin uso, y sea la Carraca la que valore y proponga incluso su venta, para que de aquella forma aquel ingreso pudiera revertir en otras dependencias. Detalles y pormenores que se explican en nuestro trabajo ‘La explosión de 1947: una página negra en la historia reciente de Cádiz’, donde se sigue la trayectoria de este edificio.
Pero será el mismo Ministerio de Marina el que ante la situación bélica que se vivía opte por su cesión eventual al de Tierra para que instalaran allí los Talleres de Recuperación de Automóviles, con el fin de apoyar a la Base y Parque de Automóviles de la II Región Militar (Andalucía) con sede en Córdoba. La ocasión lo requería ante la necesidad de camiones y vehículos para que las tropas de Franco continuasen su avance hacia el Norte.
Será ya con este uso y ocupación cuando el 29 de diciembre de 1937, a las 11 de la mañana, se produzca una fuerte explosión, en la planta baja a la izquierda de aquellos talleres de vehículos (Fábrica de Torpedos reconvertida). Suceso que, según se concretó, se originó en los retretes de la tropa, ocasionando muertos y heridos por la caída de techos y tabiques, dependencias a las que tuvieron que acceder incluso los bomberos de Cádiz al mando de su responsable, el arquitecto Antonio Sánchez Esteve (que luego sería llamado a declarar). Los fallecidos fueron cinco: Antonio Sautúa Zuazo, Feliciano Martínez Vergara, José Rodríguez Sánchez, Benito Santa Cruz Laprada y Antonio Colina Aristegui (los dos últimos fueron dados por desaparecidos y finalmente se incluyeron en esta lista). Los heridos, Javier Boo Rey, Félix Urbina Santamaría, Vicente Pérez Ventosa, José Ignacio Llona Menchaca, Ángel Uriondo Bilbao y Tomás Alcalde Ruiz, quedaron ingresados en el Hospital Militar.
Este trágico suceso en dependencias militares y sus consecuencias no trascendieron a la prensa local ni nacional, más ocupada en el frente de Teruel y en el avance de las tropas franquistas por aquella zona. A nivel interno se formó un tribunal con juez instructor, con la apertura de un expediente que ha sido localizado por el profesor Gutiérrez Molina. En él se intenta aclarar de forma oficial qué fue lo que motivó aquella explosión. Dentro del procedimiento se convocaron a declarar a los testigos sobrevivientes, y otros implicados en su salvamento. Entre las conclusiones, la hipótesis más relevante fue que se había originado al estar limpiándose las cámaras de decantación de las letrinas y que por su escasa aireación se había acumulado gas (olor a huevos podridos, o sensación de agua hirviendo), pudiendo haber sido este el detonante. Expediente que se cerró por sobreseimiento el 6 de diciembre de 1938, quedando constancia de que no hubo indicios criminales, así como del desconocimiento de su naturaleza y origen. Dentro de este contexto creemos que cualquier chispa casual pudo ser el detonante que originara aquella explosión. (las letrinas solían ser sitio donde se acudía a fumar).
Diez años después, el 18 de agosto de 1947, otra vez bajo la jurisdicción del Ministerio de Ministerio de Marina, ocurriría una nueva explosión (segunda) dentro de aquel mismo edificio, que se había reconvertido en 1942 en Base de Defensas Submarinas. Para entonces se había concentrado allí un peligroso material bélico sobrante de la Guerra Civil enviado desde distintas localidades, con diversa procedencia de fabricación y posiblemente en parte deteriorado por el paso del tiempo. Nuestra hipótesis sobre esta segunda explosión se fundamenta en los antecedentes de la primera de 1937, ya que ambas ocurren en el mismo sitio, y por ello pudo existir un detonante o motivación común. Este bien pudo ser el resurgir del anterior problema estructural no resuelto (en 1937), relativo a la cámara de decantación y su ventilación bajo los retretes; que por acumulación volvió a aflorar diez años después en 1947. Cuestión esta cuya posibilidad ha sido consultada al técnico en riesgos y licenciado en química profesor Óscar Barrios, quien lo valora como posible y aceptable, y que incluso recuerda algunas experiencias similares en tiempos recientes.
La diferencia en resultados entre ambas explosiones las justificamos en el cambio del uso del edificio; así mientras en 1937 era un taller para reparar automóviles, en 1947 se había dedicado a polvorín custodiando una peligrosa carga con las características señaladas. La actuación de un detonante como aquel que comentamos, del que no se había tomado conciencia, llevaría a una explosión encadenada muy superior como fue, que implicó zonas fuera de las dependencias militares y que por sus consecuencia en fallecidos, heridos, industria y ciudad se le consideró como catástrofe.
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