Alberto Campo Baeza: "Recibir el Premio Nacional de Arquitectura en Cádiz significa todo para mí"

Distinción arquitectura

El arquitecto vallisoletano pero gaditano de corazón repasa el estado de sus proyectos en Cádiz y defiende el sentido común y la austeridad en la arquitectura, uno de sus grandes valores

Alberto Campo Baeza posa en Entre Catedrales.
Alberto Campo Baeza posa en Entre Catedrales. / Julio González

-Recibe el Premio Nacional de Arquitectura de Cádiz, de las pocas veces que ha salido de Madrid. ¿Lo ha sugerido usted o le han concedido este deseo?

–Me lo ofrecieron ellos, por su parte, sin yo sugerir nada de nada. Iñaki Carnicero, director general de Agenda Urbana y Arquitectura del Ministerio, me conoce bien y cuando me ofreció Cádiz para recibirlo pues me dio una gran alegría.

–¿Qué significa para usted recibir esta distinción tan prestigiosa en la ciudad de su infancia?

–Significa todo, de todo de todo. Y más aún recibirlo en el Oratorio de San Felipe Neri, el colegio de Cádiz donde hice la primera comunión. En parvulitos fui a la Torre Tavira, y de estar allí con las monjas pasé a San Felipe del centro, donde se entraba por la plazuela. Así que me encanta el sitio, ese patio con galerías alrededor, cuyas clases daban a las calles San José y Sacramento. Después de estudiar allí pasé a San Felipe de Puerta Tierra. Fueron años que recuerdo con mucho cariño. Un lugar, en definitiva, muy prestigioso y maravilloso, por el barroco de esa iglesia elíptica y, encima, es el lugar donde se proclamó la Constitución de la Pepa.

–Recibe el premio por firmar una “obra coherente e independiente”. ¿Cómo se mantienen sus creaciones en la provincia de Cádiz? Entre Catedrales, IES drago, la Casa Gaspar, La Casa guerrero...

–Uno siempre echa de menos el que se conserven mejor, pero están bien. Tanto Gaspar como la de Guerrero y la Casa del Infinito. E incluso el Drago para ser un centro público que no dispone de mucho dinero está bien conservado. La dirección y comunidad del centro están muy orgullosos de estar en este colegio público y lo tienen muy bien. Y bueno, Entre Catedrales es muy sufrida y echo de menos que esté mejor conservada porque, además, supone poco gasto. Pero bueno, la última vez que estuve en Cádiz vi allí un espectáculo pequeño de baile y me resultó muy emocionante. Es un sitio al que acuden los turistas, los novios cuando se casan, un lugar al que la gente va y eso me da mucha alegría.

"No se puede especular con un bien de primera necesidad como es la vivienda, hay que sociabilizar o morir"

–La Casa Gaspar en Zahora le dio mucho prestigio internacional. ¿De qué obra de la provincia o de fuera de ella se siente más orgulloso?

–La Casa Gaspar fue la primera y la Casa del Infinito (en Atlanterra) ha sido la última que hice y me sigue dando mucho prestigio. De hecho, en mi ultima monografía aparece en la portada, y también en un libro que edita Rizzolli en Nueva York. Tuve la suerte también de que a ambas casas les hicieron grandes fotos, tanto Hisao Suzuki a la Casa Gaspar, como Javier Calleja a la Casa del Infinito, y las ha exhibido bastante bien.

–Del Castillo de San Sebastián guarda un proyecto que hizo con mucho trabajo y cariño que no vio la luz. ¿Qué le parece que siga abandonado y en estado casi de ruina?

–Me da pena. Me lo encargó Teófila Martínez y empecé un preproyecto con maquetas. Pero de repente se cortó porque se quedó la Junta el espacio, y como entonces eran socialistas y de distinto signo político, pues adiós. Entonces apareció el ante proyecto de alguien que era una especie de monstruo para ubicar allí encima. También se habló de un tranvía que iría de la puerta de la Caleta al faro, que era también una barbaridad. En fin, es un paseo maravilloso, al que la gente acudía y acude para ver la puesta de sol. Tampoco se reivindica aquello del oráculo del templo de Hércules que le dice a César Augusto que va a ser emperador, y cuando se cumple declara a los ciudadanos de Cádiz ciudadanos romanos por nacimiento. Es una pena que no se demande el valor histórico de este lugar por tantos motivos.

–Intervenir en el Castillo de San Sebastián o la integración del muelle en la ciudad... ¿Qué otros proyectos le gustaría afrontar en esta ciudad?

–Cualquiera en Cádiz. Pero sí que me encantaría que me encargaran de nuevo un proyecto para poner el Castillo de San Sebastián en uso, sería un privilegio. Por otra parte, el muelle pues sería cuestión de un decreto que echara abajo las verjas, y el día que eso ocurra iré a empujarlas yo mismo. De pequeño íbamos a pasear con mis padres y los amigos al muelle, cuando no había verja, y el grito que más se oía era... ¡Niño!, no te vayas a caer. No entiendo cómo se hizo aquello porque es horrible y contra natura, el muelle debe ser el corazón de la ciudad y se debe trasladar el tráfico de contenedores a otro lugar.

–Usted se considera un arquitecto de la austeridad y del sentido común, un arquitecto económico. Teniendo en cuenta que la sostenibilidad requiere de materiales más costosos... ¿Cómo se compatibiliza economía versus sostenibilidad?

–La sostenibilidad es un término que se emplea de mala manera porque solo se trata de sentido común. Y siempre que se habla pongo el ejemplo de Cádiz y sus casas centenarias del casco histórico con su sistema de ventilación para evitar la humedad. Hay unos respiraderos en las esquinas del techo, una especie de boquetitos que comunican con la chimenea pegada al muro que va a la azotea, creando así un sistema de circulación alta. Sin duda, un mecanismo muy ingenioso del siglo XVIII. Y eso es sostenibilidad y no otras cosas raras.

–Los arquitectos vuelven a tener proyectos en sus manos y el covid ha provocado que la gente valore más sus viviendas, que rehabilite e incluso compre vivienda nueva. ¿Cómo lo valora? ¿Explotará la burbuja?

–Vuelvo al sentido común. La vivienda es un bien de primera necesidad, hay que hacer vivienda social y sigo defendiendo el alquiler. El desaforo económico al que ha llegado este tema no tiene ningún sentido. Y no es tanto la construcción como el suelo, pues se ha convertido desde hace mucho tiempo en tema de especulación. Pero el suelo es de todos, como decía Pearl Buck en La buena tierra, que nos la ha dado Dios a todos y no tiene sentido que un señor compre tierra y al día siguiente junto al político y arquitecto municipal de turno declaren que vale cien veces más. Con el suelo no se puede especular, es socializar o morir. Edificar no es barato, pero tampoco tan caro y sí que metería mano en este asunto porque no se puede especular con los bienes de primera necesidad.

–¿Qué proyectos tiene actualmente entre manos el Premio Nacional de Arquitectura?

–Un proyecto en una roca en el centro del mar, entre dos playas en Jalisco, México. Es una plataforma con un espacio dentro grande, un espacio único y vacío con columnas grandes. Y otro similar en Lanzarote.

–¿Qué mensaje le transmitiría a los arquitectos de ahora?

–Dos mensajes, uno de optimismo, para que no se pierda el buen humor y la doctrina de aquel filosofo del Barcelona, Van Gaal, que decía que 'todo positivo y nada negativo' (ríe). Y después, pues que tengan paciencia, saber que la arquitectura no es una profesión para forrarse como lo era antes. Es una profesión para trabajar, vivir correctamente y dar gracias a Dios.

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