Alfonso XIII, a bordo del Elcano
Historias de Cádiz
El Rey embarcó en abril de 1928 para realizar la primera travesía del buque escuela entre Cádiz y Málaga l Los gaditanos pudieron conocer con detalle el nuevo buque de la Armada
La Familia Real ha mantenido a lo largo de los años una estrecha relación con el buque escuela Juan Sebastián de Elcano. Juan Carlos I y Felipe VI realizaron como guardiamarinas su crucero de instrucción, en 1958 y 1987 respectivamente. Don Juan de Borbón, ya almirante honorario, estuvo embarcado en 1979 durante varios días compartiendo con la dotación del buque escuela una larga navegación por aguas del Pacífico. La Reina Sofía, en 2001, también embarcó durante veinticuatro horas en el Elcano para conocer la vida diaria en el barco de la Armada Española.
Esta vinculación de la Familia Real con el Elcano comienza con Alfonso XIII, que desde el primer momento mantuvo especial atención hacia el buque escuela. Ya en 1927, con motivo de su estancia en Cádiz para la presidir la botadura del trasatlántico Magallanes, el Rey acudió a los astilleros de Cádiz, propiedad de Echevarrieta, para examinar las obras de construcción del buque. Allí permaneció largo tiempo recibiendo explicaciones de ingenieros y técnicos y realizando numerosas sugerencias para la mejor navegación del nuevo barco.
Tras la entrega del Juan Sebastián de Elcano a la Marina, quiso el Rey Alfonso XIII embarcar con motivo de su primera travesía, lo que ocurrió en abril de 1928.
El Elcano había salido de los astilleros de Echevarrieta para efectuar pruebas de navegación y adiestramiento de su dotación en aguas de la bahía de Cádiz, entrando en nuestra ciudad en la tarde del 12 de abril de 1928 y atracando en el muelle Reina Victoria. El comandante era el capitán de fragata Manuel de Mendívil y Elío, el segundo, el capitán de corbeta Julián Sánchez-Ferragut Erostarbe y el tercero el también capitán de corbeta, Fernando de Abárzuza y Oliva. El plan previsto era que el buque hiciera un viaje a Málaga, Sevilla, Las Palmas, Tenerife y San Sebastián, donde recibiría la bandera de combate. De vuelta a Cádiz y efectuada las reparaciones que fueran necesarias, el Elcano emprendería su primera vuelta al mundo.
El Juan Sebastián de Elcano entró por vez primera en Cádiz el 12 de abril de ese año de 1928. Ese mismo día inició la tradición de abrir sus puertas a los gaditanos y fueron cientos de ciudadanos los que tuvieron ocasión de conocer el nuevo buque. A todos sorprendió la elegancia del barco y el buen gusto de las dependencias, en particular la cámara del comandante. La crónica de Diario de Cádiz destacaba la presencia a bordo de tres pianos, en las cámaras del comandante y de oficiales y en el comedor de guardiamarinas, para hacer más entretenidas las largas navegaciones, y un soberbio juego de té, en plata de ley, valorado en ocho mil pesetas, obsequio del propietario del astillero, Echevarrieta, al comandante del Elcano.
En nombre de la ciudad dio la bienvenida al nuevo barco el primer teniente de alcalde, Álvaro Picardo, ya que el alcalde, Ramón de Carranza, estaba enfermo en cama. Picardo se congratuló de que el Elcano fuera a recorrer el mundo y pudiera demostrar la pericia y trabajo de los obreros gaditanos de los astilleros de Echevarrieta. Finalizó brindando por el Elcano, Cádiz y España.
Ese mismo día se conoció oficialmente que el Rey Alfonso había decido embarcar en el nuevo buque para navegar hasta Málaga, ya que quería conocer personalmente sus condiciones marineras, necesarias para la enseñanza de los futuros oficiales de la Marina de Guerra española.
El duque de Miranda, mayordomo mayor de Palacio, comunicó mediante telegrama que el Rey llegaría el miércoles 18 por la tarde para embarcar directamente en el Elcano y salir a la mar. Comunicaba que don Alfonso no quería recibimientos oficiales ni actos protocolarios. No obstante, el alcalde de Cádiz publicó un bando convocando a los vecinos para acudir al muelle y homenajear al Rey.
El miércoles 18, en el tren exprés de la mañana, llegó el ayudante del Rey, Álvaro Espinosa de los Monteros, acompañado de la servidumbre personal del monarca. La mayor parte de esta expedición marchó al Elcano para preparar las dependencias que serían ocupadas por el Monarca. Los cocineros de Palacio se trasladaron directamente al Mercado Central de abastos donde compraron “pollos pequeñitos”, alcauciles y pescado. El veterinario municipal, enviado especialmente desde el Ayuntamiento, examinó detenidamente los comestibles adquiridos para el Rey garantizando sus buenas condiciones higiénicas.
A las seis de la tarde, el muelle de Cádiz era un auténtico hervidero de público que deseaba ver a don Alfonso. Iban llegando autoridades, representaciones de la Facultad de Medicina, Audiencia Provincial, obispo de la diócesis y una compañía de Infantería para rendir los honores militares correspondientes. Allí mismo el comandante de Marina, Pasquín, recibió un telegrama que indicaba que el Rey había partido de Sevilla a las tres y media de la tarde en un automóvil Hispano Suiza acompañado del duque de Miranda y que llegaría al muelle gaditano sobre las seis y media de la tarde.
La Corporación Municipal de Cádiz, vistiendo levita y sombrero de copa, y presidida por Álvaro Picardo por enfermedad de Carranza, acudió a Rio Arillo para esperar al Rey. Francisco de la Viesca cedió un extraordinario automóvil marca Nash a los concejales para que pudieran acudir a Río Arillo y que el Rey lo utilizara en su entrada en la ciudad. Don Alfonso llegó a Rio Arillo con algo de retraso debido a que paró en Jerez, El Puerto de Santa María, Puerto Real y San Fernando para saludar a los respectivos alcaldes y a los vecinos que se habían reunido a su paso. En Río Arillo, el Monarca descendió de su automóvil y conversó un rato con Picardo y los concejales. Entre los ediles estaba José León de Carranza, al que preguntó por la enfermedad de su padre.
A las siete de la tarde llegó el Rey al muelle de Cádiz. Tras saludar a las autoridades y corresponder a los vítores del público, embarcó en el Juan Sebastián de Elcano, saludando en la cubierta al comandante y a la dotación. En el momento de pisar la cubierta, se izó el pendón de Castilla. Don Alfonso ocupó las dependencias del comandante, y su personal, el comedor de guardiamarinas.
Poco después, don Alfonso subió al puente acompañado del capitán de fragata Mandívil y comenzaron las maniobras de salida del buque. El Rey manifestó su deseo de cruzar el Estrecho de día y por ello el Elcano, nada más salir del muelle, procedió fondear en la Bahía.
Debido al fuerte viento de Levante, los automóviles del Rey y de su séquito quedaron en el muelle ante la posibilidad de que el viaje a Málaga fuera suspendido.
A la mañana siguiente, el Elcano levó anclas y acompañado del cañonero Bonifaz puso rumbo a Málaga. A las doce de la mañana, la Comandancia de Marina de Cádiz recibió un radiograma del comandante del Elcano informando que navegaban sin novedad y que el Rey estaba “complacidísimo” de su estancia a bordo. A las cuatro de la tarde, el semáforo de Tarifa comunicaba que el buque escuela de guardiamarinas pasaba sin novedad navegando a vela y motor.
Tras desembarcar el Rey en Málaga el Elcano continuó el plan previsto dirigíéndose a Sevilla, Canarias y San Sebastián, donde le fue entregada la bandera de combate por la infanta Beatriz.
De regreso en Cádiz y tras unas pequeñas reparaciones inició su primera vuelta al mundo.
No hay comentarios