Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
El embajador de Nicaragua en España, Augusto Zamora, participó ayer en la Semana Constitucional organizada por el Ayuntamiento, pronunciando la conferencia 'Latinoamérica, 200 años después'. El diplomático desmitificó los procesos independentistas y reconoció que el Bicentenario de Cádiz se ve en América como "algo lejano".
-¿Qué puede usted contar de Latinoamérica 200 años después?
-Latinoamérica, a excepción del África subsahariana, es la región más atrasada del mundo. Me pregunté las causas mientras estados de reciente independencia como Corea, Singapur o Tailandia han alcanzado en sólo 40 años niveles de desarrollo comparables con las economías más avanzadas. Y en mis investigaciones fui a parar al periodo de las independencias y me encontré con que ahí está la raíz de muchos de los males que aún hoy siguen lastrando el desarrollo latinoamericano. Es una visión del pasado, para entender el presente y avanzar al futuro. Porque fenómenos tales como la tenencia de la tierra, la nunca realizada revolución agraria o la ausencia de desarrollo científico-técnico encuentran su explicación en el periodo de la independencia y lo que ocurrió en la década subsiguiente.
-Usted ha señalado en más de una ocasión que es un mito que las independencias americanas liberaran a los pueblos de sus opresores.
-Es una absoluta falacia que no se sostiene en investigaciones históricas. Para las poblaciones indígenas la independencia fue una auténtica tragedia, porque guste o no, las leyes de Indias desarrollaron un primer sistema de derechos humanos en que a estos pueblos se le reconocieron territorios, idiomas, derechos a vivir bajo sus culturas y hasta los evangelizadores tenían que aprender las lenguas de estos pueblos. Todo eso fue desbaratado por las oligarquías que tomaron el poder. Al destruirse esas leyes, los indígenas quedaron desamparados y los terratenientes se lanzaron sobre sus tierras, antes protegidas por la corona. Ahora, en América latina, encontramos una gran paradoja: los pueblos indígenas andan buscando las cédulas reales que les reconocían sus territorios. Esta es la demostración más palpable de que las leyes de Indias fueron un sistema mejor para los indígenas que lo que vino después de la independencia. Por otra parte, las oligarquías, profundamente reaccionarias, establecieron un sistema de estado en el que la riqueza era todo para ellos y nada para los pobres. Ese es el origen de la desigualdad que hoy tenemos en Latinoamérica.
-¿Dónde dejamos entonces a los libertadores y sus leyendas?
-El problema es que los llamados libertadores han sido deificados y tocarlos es un sacrilegio en muchos países. Pero como en Nicaragua no hubo libertador, yo no tengo la cárcel mental de tener que reverenciar a nadie. Esa visión es lo que me permite ver lo que en otros países se consideraría una herejía o acto de traición. Por lo tanto, nadie se atreve a tocarlos. Como ejemplo, en Méjico se reverencia a Hidalgo y Morelos como libertadores. Es falso. Ellos encabezaron un movimiento popular aplastado por Iturbide. Ellos fueron ejecutados. En 1818 el movimiento independentista en Méjico había desaparecido. Y quien proclama la independencia es el mismo hombre que aplastó el movimiento de independencia, Agustín de Iturbide. Pero en Méjico no hay monumento a este hombre. Les da vergüenza porque Iturbide era realista, borbónico, ultramontano y ultrarreacionario. Por ese digo que América, más que historia se enseña mitología.
-¿Cómo se ve en Nicaragua la celebración del bicentenario de las Constitución de 1812?.
-Tanto en Nicaragua como en bastantes países americanos se ve como algo lejano porque se borró el periodo colonial después de la independencia. Allí se aprende la conquista y la independencia, y es muy poca gente la que conoce realmente qué pasó en Cádiz y que aquí vinieron diputados nicaragüenses. Una de las tareas necesarias es un proceso de reconocimiento de la historia fuera de mitos buenos y de mitos malos. Hay una parálisis histórica en Nicaragua y si para algo sirve el bicentenario es para reconocernos.
-¿Qué opinión le merece la polémica de la desclasificación de los documentos del gobierno de Estados Unidos filtrados por la web Wikileaks?
-En la cuestión política, las relaciones entre estados no se guían por estas polémicas. Para nada. Los intereses de los países siguen siendo los mismos y las relaciones con Estados Unidos no van a cambiar. En lo histórico, es una delicia para los historiadores porque no se van a matar esperando años a que desclasifiquen los documentos porque ya están ahí. En términos de anecdotario es otra delicia. Pero esto conviene desmitificarlo porque los informes que hace una embajada de un país tienen que responder a los intereses de ese país y expresar su opinión sobre la situación del mismo, independientemente de que pueda gustar o no al gobierno. De lo contrario, nos salimos de la diplomacia y la política para entrar en puro campo de cortesías y memeces donde uno se tiene que abstener de que en un momento dado está ocurriendo algo. Ese es el trabajo de las embajadas.
-¿Se va a ver afectada con este escándalo la opinión que los países latinoamericanos tienen de Estados Unidos?
-No, sobre todo porque para Latinoamérica cada vez es más importante lo que opina China que lo que dice Estados Unidos. Todo nuestro crecimiento económico y gran parte de nuestro futuro está en Asia. Y eso no lo cambia nada.
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