Astilleros, un barrio mal planteado
Para el último suelo ocupado en la ciudad no hubo un diseño bien planificado, aún sabiendo que por allí llegaría el segundo puente
El diseño urbanístico de Puerta Tierra no pasará a los manuales de arquitectura. Y si lo hace será para que se tome nota de cómo no se debe diseñar una ciudad moderna. Extramuros creció aprovechando cualquier metro libre para levantar edificios altos, proyectando calles muy estrechas, sin mirar al futuro y sin mirar, sobre todo, al bienestar de los propios vecinos.
Todo extramuros estaba ya proyectado y construido cuando los ayuntamientos democráticos elaboraron planes urbanístico en un intento por ordenar tanto destrozo. No se pudo pasar más allá de la apertura de algunas plazas, la creación de espacios verdes y el rechazo a edificar grandes torres de viviendas como las que ya existían a lo largo del Paseo Marítimo o la Segunda Aguada.
La lección parecía aprendida hasta que el Ayuntamiento se topó con un gran espacio libre, el último por donde crecer, en lo que se denominó como "terrenos ociosos de astilleros". Cuarenta hectáreas a pie de la Bahía para diseñar el único barrio del siglo XXI en la ciudad.
El diseño que se aprobó y se ejecutó fue por el camino contrario y acabó siendo lo que es hoy: un barrio colapsado incapaz de dar respuesta a la nueva situación urbanística que se presenta ahora con la apertura del puente de la Constitución, construido en una de sus entradas.
El objetivo era construir vivienda. Unas 1.500 en total, en un intento por solventar el déficit que ya entonces, hace quince años, ya tenía la ciudad. Se levantaron así pisos de renta libre unidos a promociones de protección oficial y, también, bloques dedicados al realojo.
La necesidad de aprovecha el espacio acabó con un barrio densamente poblado, donde faltan plazas de aparcamientos para los vecinos y que se salva del colapso gracias a la existencia de una gran zona verde que aún siendo extensa, vio perder espacio para la construir de una piscina. No obstante, el barrio de Astilleros es uno de los que cuenta con un mayor número de metros cuadrados de jardines de toda la ciudad.
El barrio tiene como eje principal de comunicación una avenida diseñada bajo los cánones tradicionales: dos carriles en cada sentido y una acera demasiado estrecha y con una zona de soportales en los bloques de pisos similares a los que se construyeron en la década de los cincuenta del pasado siglo en la Avenida.
Cuando se diseñó esta vía, por la que se accede a una de las entradas de El Corte Inglés, no se tuvo en cuenta la posibilidad de construir un carril bici. Por aquel momento tampoco se soñó con la necesidad de dejar hueco al tranvía metropolitano (que se supone que en su día irá por el centro de la calzada, con lo que el caos en esta arteria irá a más). Esto último podría ser lógico, pues en aquel momento la Junta no apostaba por el tranvía como modelo de transporte público para la Bahía. Pero entonces sí se sabía que el futuro segundo puente iba a llegar a la ciudad por allí, por lo que lo lógico hubiera sido plantearse una avenida más ancha, por tres carriles por sentido. Al fin y al cabo se empezaba de cero y había hueco suficiente.
Esta falta de visión de futuro también ha incidido en el tamaño de la rotonda por la que se llega al puente, dificultando la entrada o salida a la nueva infraestructura, teniendo en cuenta que la misma conecta con las avenidas de La Bahía, Las Cortes y Huelva y a la que a última hora ha sido necesario dejar un espacio para el paso del tranvía.
No hay que olvidar que uno de los justificantes para construir el nuevo puente era contar con una conexión directa entre la Cabezuela y la nueva terminal de contenedores, por lo que cuando éste se ponga en funcionamiento en unos meses tendrá que utilizar la avenida de Las Cortes para el paso de los camiones de gran tonelaje, lo que augura un empeoramiento del tráfico por todo este barrio.
Otra incógnita será ver si con el nuevo puente se potencia el comercio en la zona: con nuevos establecimientos y más movimiento de gente y coches.
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