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José Ignacio Castillo Manzano
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Y llegó el momento de dar a conocer el contenido del esperado estudio sociodemográfico encargado por la empresa pública Procasa a la empresa Ibermad para analizar y hacer un diagnóstico de las causas de la despoblación que sufrimos así como su relación con la falta de vivienda, así como para tratar de poner soluciones, allá donde se pueda, para hacer frente a este problema que afecta no sólo a Cádiz sino a toda Andalucía, España y Europa.
Por el momento queda pendiente la información sobre hogares y viviendas que venía a completar este estudio, lo que se ha decidido posponer hasta que se publiquen los datos actualizados por parte del INE, que están previstos para el próximo mes de junio.
Tras una breve presentación que corrió a cargo de la aún concejala de Vivienda, Eva Tubío, tomó la palabra Alejandro Muñoz, uno de los expertos de la empresa Ibermad, encargada de la elaboración del informe, que empezó explicando algunas de las fórmulas utilizadas para la elaboración del informe, para el que se ha recurrido a distintas fuentes demográficas y han llevado a cabo entrevistas “para acercarnos al imaginario colectivo gaditano y a sus opiniones” para así poder conocer mejor los procesos que están llevando a Cádiz a una constante pérdida de población que, según ellos, han tenido dos fases fundamentales en el tiempo.
La pérdida de población en la capital se inició a partir de los años 80, habiendo perdido desde 1981 hasta la actualidad unos 40.000 habitantes. No obstante, el estudio ha revelado un cambio en la tendencia de las migraciones, predominando desde 2016 la pérdida poblacional asociada al saldo natural vegetativo (más defunciones que nacimientos) más que a los movimientos migratorios, ya que mientras las inmigraciones al término municipal se mantienen, la emigración desciende en la última década.
De todas formas, Ibermad contextualiza la situación para demostrar que lo mismo que ocurre aquí ocurre en muchas capitales del resto del mundo. En la Bahía, en concreto, el peso relativo de la población ha descendido igualmente a excepción de localidades como Chiclana que ha acumulado un crecimiento descomunal y ha llegado a duplicar ese peso relativo.
En esa contextualización, desde la empresa que ha recogido el testigo lanzado desde Procasa, se detecta que ciudades como Madrid han acumulado también un crecimiento de población fuera de lo común, algo que, según ellos, va unido al “poder que tiene para atraer a población procedente del resto del territorio español.
En cuanto a los barrios de Cádiz, todos los distritos han perdido población en los últimos 20 años pero esta pérdida ha sido especialmente sensible en los distritos 9 y 10 que se corresponden con los barrios de San José, Residencia y Barriada de La Paz y los barrios de La Laguna, el Paseo Marítimo y el Cerro del Moro, Puntales y Loreto. En términos relativos esta pérdida ha sido muy sensible en el distrito 4 que se corresponde con el barrio de La Viña. En términos generales y a nivel relativo han sido mayores en el casco histórico y más entre los períodos entre 2011 y 2021.
Entrando ya en las causas se parte del concepto de movimiento natural de la población donde se atiende al número de nacimientos y defunciones. Es ahí donde se detecta que las defunciones se mantienen más o menos estables a lo largo de las décadas con unas 12.000 defunciones cada diez años. Si embargo los nacimientos van decreciendo dando un salto general en todo el período de menos seis mil habitantes. Es decir, Cádiz en los últimos 30 años ha perdido unas 6.000 personas por exceso de mortalidad.
¿Por qué ha sido así? Según los expertos de Ibermad, Cádiz contaba con una estructura poblacional más envejecida y contaba, además, con una menor proporción de mujeres en edad fértil, un situación que se agrava cuando el saldo migratorio es negativo.
En los movimientos migratorios es donde reside ese potencial de esa pérdida de población. Se observa que las migraciones han sido superiores a las inmigraciones, lo que ha resultado en un saldo migratorio negativo de unos 38.000 habitantes. Es decir que Cádiz ha perdido en los últimos 30 años unos 38.000 habitantes por un desfase en los procesos migratorios.
Esta pérdida, según los técnicos de Ibermad, no ha sido lineal sino que ha sido por fases en las que las mayores pérdidas se corresponden con los años 90 y, a partir de ahí, se observa poco a poco cómo se va recuperando hasta que hace unos años incluso se llegó a observar un saldo positivo, lo que quiere decir que “esta sangría de población de las últimas décadas se ha frenado”.
¿Y quién se ha ido y por qué se ha ido? Teniendo en cuenta el saldo migratorio negativo, el 74% de la población que emigra se corresponde con población comprendida entre los 15 y los 45 años que son adolescentes, jóvenes adultos y adultos. Es decir, gente con edad de tener hijos. Por sexos es mayor la cantidad de hombres que abandonan Cádiz, a excepción del margen de edad a partir de los 65 años, donde predominan las mujeres por cuestiones relacionadas con su mayor esperanza de vida.
El área hacia donde se suelen expandir los gaditanos que emigran se encuentra básicamente en la Bahía, a San Fernando, Puerto Real, El Puerto y Jerez, que suman más o menos el 65%, mientras que un 22% optó por marchar a otras comunidades autónomas. En los últimos años se ha detectado un mayor equilibrio en ese flujo migratorio y se observa que Cádiz y San Fernando se intercambian población más o menos en la misma proporción, lo que puede estar relacionado con la vuelta a Cádiz de muchas parejas que, en su día, marcharon a La Isla en busca de vivienda.
A su vez, el estudio refleja que Cádiz cuenta con mucha población que duerme fuera de la capital pero que trabaja y hace su vida en Cádiz, lo que manifiesta que Cádiz sigue teniendo esa “centralidad” dentro del área.
Del informe se extrae también que desde 2019 el saldo migratorio es negativo y el motivo de la pérdida de población está relacionado con el aumento de la mortalidad.
Cádiz seguirá perdiendo población y lo hará a un ritmo de unas 600 personas al año hasta el año 2025 y luego va a decrecer esta pérdida poblacional hasta unas 300 personas por año e incluso se plantea la posibilidad de que en 2035 no se llegaría a perder población y se lograría mantenernos por encima de los 100.000 habitantes.
En cuanto al por qué se han marchado toda esa gente de la capital, “nos dimos cuenta de que los principales motivos eran el trabajo y el ato precio de alquiler y compra de la vivienda”. En cuanto al trabajo se huía no sólo de la falta de empleo sino también de la precariedad y por la falta de demanda en ciertos sectores, de manera que aquellas personas cuyos perfiles no encajaban entre los demandados, pues optaban por coger la mochila y marcharse a otras localidades.
En conclusión, según este estudio sociodemográfico encargado por la empresa pública de vivienda Procasa, el perfil de emigrante sería un gaditano desempleado, joven, con un nivel de estudio medio alto, una reta baja y soltero, “ese es el candidato ideal para abandonar Cádiz”.
El ponente terminó reconociendo que “el análisis refleja una profunda dualidad porque Cádiz se presenta como una ciudad que expulsa a sus ciudadanos o los obliga a admitir unas condiciones económicas y una viviendas inferiores a las que podrían permitirse en otros lugares. Al principio a la gente se le llena la boca hablando de Cádiz casi expresando un sentimiento religioso pero cuando luego, cuando les hacemos las preguntas, la gente empieza a reflejar una cierta rabia, impotencia, descontento hasta llegar a decir que Cádiz se ha convertido en una ciudad para jubilados y funcionarios que son los que se pueden permitir vivir en Cádiz y que el resto de la gente o tenía que ir se de Cádiz o tenían que aceptar unas condiciones de vivienda o de modo de vida en general muy baja”.
Preguntado por la propia concejala de Vivienda del Ayuntamiento de Cádiz, Eva Tubío, el experto de la empresa Ibermad, Juan José Caro, sobre el tope ideal de población afirmó que le pérdida de población se recibe en ocasiones como algo positivo ya que en ciudades como Cádiz se observaba una sobredensidad que favorecía la infravivienda y, por consiguiente, la falta de equipamiento adecuado. Por ese motivo, Caro afirmó que creía que había que aprovechar la situación para la rehabilitación y la regeneración urbana. Eso sí, sin perder nunca el techo de los 100.000 habitantes, ya que supone un riesgo de carácter administrativo porque cabe recordar que el estado reparte unos fondos que van en función de la población, siendo ese un límite que mejor no olvidar.
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