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Barrio Santa María de Cádiz: Tócame las palmas y te canto mi historia

Cádiz, barrio a barrio

No es un barrio de Cádiz, es El barrio. El toreo y el flamenco se exponen en sus fachadas, que recuerdan el rasgueo de guitarras y gargantas pasadas aunque bajo otro techo, porque gracias a la rehabilitación de sus edificios Santa María superó la infravivienda. De gueto de la droga a barrio pujante, que lleva su arte en un hatillo para mostrarlo al turismo que florece como motor de la nueva economía gaditana. Como buen buscavidas, ahora toca eso

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Calle Santa María con la iglesia al fondo. / Joaquín Hernández, Kiki

El barrio de Santa María evoca, tiene solera y carisma, y lo sabe. Tiene idiosincrasia a pesar de sus diferentes ambientes, porque no es igual Concepción Arenal que Plocia. El Barrio se crece y por eso es capaz de quitarse el nombre propio y presentarse a sí mismo como El Barrio. Santa María suena a muchas cosas, por eso te propongo que para seguir leyendo este análisis de la historia reciente del barrio, reproduzcas el tema que uno de sus vecinos más ilustres, Chano Lobato, le dedicó a su barrio. Flojito, de fondo, para que la guitarra, las palmas y la voz del artista acompañen la lectura de estas líneas.

Santa María suena a recuerdo de palmas y rasgueo de guitarra. Suena a tacón, a garganta gitana y a castañuelas cuando paseas por la plaza de la Merced. Suena a trajín en la plaza de las Canastas, con una señora compartiendo al viento lo asustá que está con la fecha que le han dado cita en el médico al salir del centro de salud, cruzándose con un señor asombrao por lo que ha pagado en el súper y aonde vamo a llegá con los precios. Suena a mil lenguas preguntando si hay una mesa libre en las terrazas de Plocia y al arrastrar de maletas que llegan de la cercana estación de tren. Suenan los pasos de uno al andar por el antiguo empedrado que queda en Mirador o al rezar bajito, susurro de promesas que los devotos van a pedirle al Cristo, ese Nazareno que es alcalde perpetuo.

Hay ruidos y ambientes que se han ido. Como los que traía el mar, que tanta vinculación tenía con el barrio y que se ha difuminado. Ya no suena la fábrica de tabacos. Ni se nota la prostitución que suponía la cercanía al muelle en otros tiempos. Se perdió el corretear de chiquillos que se arremolinaban por la tarde en casa de Juana, allá por Santo Domingo, cuando puso la primera televisión del barrio y no se iban hasta que no aparecía la carta de ajuste. Ni el olor a pan de La Gloria.

Santa María, como no podía ser de otra manera siendo uno de los barrios más antiguos de la ciudad, tiene muchas historias. Por eso sus calles están trufadas de placas para recordarla a través de sus vecinos. Toreros, flamencos al baile, a la guitarra o al cante, carnavaleros, sagas enteras recordadas en sus azulejos. Santiago Donday por murallas de San Roque; ‘Paco’ y ‘Pepa de Oro’, ‘Macandé’, ‘Rebujina’, ‘El loco’, Manuel de Jesusito, ‘la Jacoba’ o Enrique ‘el Mellizo’ por Mirador; Juan Doblones y Pedro Romero por Teniente Andújar; ‘El Barrio’, ‘la Perla’ o ‘el Fito’ por Botica; ‘Chatín’, ‘El Junco’, ‘la Seña Gabriela’, ‘El águila’ o Chano Lobato por Santo Domingo; Luisa Butrón, ‘Cascarilla’, los Ortega y así un no parar.

Vista aérea de parte del barrio como puerta de entrada al centro tras las Puertas de Tierra

Pero esas placas cuentan más historia que las que trae el arte. Recuerdan hechos pasados como la leyenda del aljibe en que se tuvo que esconder la cabeza del Nazareno en el año 36 para protegerla de las llamas en la calle Botica o la lucha vecinal que consiguió vencer a un monstruo tan poderoso que convirtió el barrio, con todo su poderío, en un gueto marginal por culpa de la droga y que se recuerda con una loza en Santo Domingo.

Porque efectivamente, no todas las estrofas de la historia del barrio son cantadas por alegrías. En los años ochenta y noventa la droga pegó duro en las familias del barrio. Mucha infravivienda y pocas nóminas. La situación de marginalidad llevó a que Santa María se rodeara y lo que en otros tiempos había sido la entrada del centro de la ciudad, se convirtió en el escollo que está en la puerta y que hay que sortearlo por los lados.

Mercado de La Merced, abierto hasta 2003 en el centro de la plaza

Ahí estuvieron los vecinos unidos en patrullas para sacar ese espanto de sus calles. Madres luchadoras que veían como se desplomaba el futuro de sus hijos, convertidos en sacos de huesos. Les tiemblan las piernas al pensar que eso pueda repetirse y resoplan cuando cuentan que está germinando la oscuridad, que ronda de nuevo el barrio la maldita droga y quieren poner pie en pared ante el mínimo indicio. Otra vez no, que hace ya años que los niños volvieron a cruzar el barrio confiados para llevarle nardos a la patrona.

Centro de Arte Flamenco inaugurado en 2006 tras la restauración del edificio / Jesús Marín

En los noventa llegó el Plan Urban, con la Junta y el Ayuntamiento apostando por una rehabilitación de aquellas casas que se caían. Alguno recuerda también a los asustaviejas, que mezclaron los dos factores en un interés inhumano. “Metían a yonquis en fincas viejas para que los vecinos mayores se fueran y dejaran sus rentas antiguas de alquiler barato y pudieran especular”, rememora Luis.

La rehabilitación funcionó. El reputado arquitecto Álvaro Siza firmó la renovación de bloques por Concepción Arenal a finales de los noventa; a principio de esa década se reformó la Cárcel Real que había dejado de funcionar como prisión en 1966 para convertirse en sede de los Juzgados entre 1991 y 2006 (hoy reconvertida en equipamiento cultural como Casa de Iberoamérica); el viejo mercado que presidía la plaza de la Merced y entorno al cual llegó a arremolinarse el Piojito en tiempos pretéritos, se transformó ya en el nuevo milenio en el Centro Municipal de Arte Flamenco; en 2011 se levantó el Polideportivo Mirandilla en el Campo del Sur con fondos del Plan E que buscaba reactivar el sector de la construcción tras el reventón de la burbuja inmobiliaria.

Edificios en Concepción Arenal que se derribaron para construir los pisos de Álvaro Siza

Pero más allá de estos proyectos, muchas actuaciones más pequeñas fueron renovando las fincas y cambiándole la cara a aquel barrio que llegó a estar desvencijado. Hoy se construye en la calle Público y hay pocas fincas sin levantar (una en la calle Viento, otra en Santa María, y el lateral de la Merced con el callejón de la Higuera que tiene hasta tres fincas entre tapiadas o derribadas en un lugar preeminente del barrio y donde el proyecto de la Casa del Periodista nunca terminó de cuajar). Mención aparte merece el convento de Santa María. Del siglo XVI y una de las edificaciones más antiguas de la ciudad que siguen en pie, en 2006 las monjas tuvieron que desalojarlo por su ruinoso estado. En 2022 volvieron, pero solo se ha restaurado una mínima parte de los 3.000 metros cuadrados del recinto.

Si el convento queda a la derecha de la iglesia de Santa María que aloja al ‘Greñúo’, a la izquierda podemos encontrar la nueva realidad de estos tiempos: una finca reformada para alojar los Apartamentos Santa María. A la oferta clásica del barrio que se limitaba al Hostal Bahía y la Pensión 4 naciones, en calle Plocia, durante los últimos años se han sumado varias fincas destinadas al sector turístico (Casa Caracol, el hotel Boutique del Convento de Santo Domingo, Cádiz Inn del grupo ISA, Dormos hotel o los apartamentos La Brújula), además de la cantidad floreciente de pisos individuales que se han apartado para este fin.

La calle Plocia en 1997

Santa María se ha acostumbrado a ver pasar a los turistas, los que se alojan o los que buscan un barrio flamenco y con esencia con muchos años de historia y muchos tiros daos. Pero los que se bajan del crucero no llegan hasta allí normalmente, no está en la ruta básica del que tiene pocas horas para andar la ciudad. Lo tienen analizado desde Ultramarinos Sopranis, que tiene en su escaparate productos de Cádiz para el que lo quiera meter en su maleta de vuelta. Uno de los pocos almacenes que mantienen la barrita y que su público objetivo sigue siendo la gente del barrio, en el que “hay más gente joven”, se alegran. Un rara avis porque si los ultramarinos fueron alguna vez seña del barrio –había cerca de medio centenar– enumeramos que no quedan más de seis. El de la Mari, que estaba en la esquina entre Botica y Teniente Andújar, tiene tirado hasta los tabiques y están reformando el local completo.

La calle Plocia recientemente, plagada de terrazas y turistas / Lourdes de Vicente

El turismo ha traído otros cambios al barrio. No lo verán ya el Tadeo, el Noya, el Río Saja o el Lucero, pero la hostelería tiene poco que ver. La Rambla saca pecho como el restaurante más antiguo que compite de tú a tú con la veintena que contamos entre las calles Sopranis y Plocia. Vías que han pasado de ser arrabal, la espalda de la fábrica de tabacos, a ser un tramo primordial de la gastronomía gaditana con una afluencia turística importante.

Ya no está Sábanas El Kilo (local cerrado) pero enfrente puedes alquilar Segway (tipo de patinete eléctrico) para recorrer la ciudad a velocidad de crucero. El turismo cambia la fisonomía y la actividad del barrio, que como buen buscavidas se va adaptando al motor económico. Pero el Jueves Santo la Cuesta de Jabonería aún no entiende de gentrificación.

Lo mejor

Casas dignas para vivir

El proceso de rehabilitación de las fincas de Santa María ha sido largo pero está en un estado avanzadísimo. La situación de infravivienda y las condiciones insalubres y de hacinamiento que el barrio vivió durante años puede decirse que se ha superado. Los alrededor de 4.000 vecinos empradronados en Santa María conviven cada vez con mayor ahínco con los turistas, ya que buena parte de las fincas y pisos que se están rehabilitando en los últimos tiempos van destinados a ese sector. De modo que las condiciones habitacionales han mejorado y mucho en Santa María en este milenio. La batalla que queda pendiente es la de los precios porque cada vez es más caro vivir. El barrio no se considera aún una zona tensionada de pisos turísticos.

Lo peor

Quietud en La Merced

La principal plaza del barrio vivió días de mayor alboroto. El centro de salud, el Piojito, el mercado, el tráfico en sus calles son cosas del pasado. El Centro de Arte Flamenco de la Merced está llamado a dinamizar el interior del barrio, sin embargo este espacio desprende cierta sensación de quietud. Los comercios de alrededor –ninguno entorno a la plaza– no notan especialmente su programación y el resto del espacio se debate entre un centro de la Cruz Roja, el lateral de la iglesia, un frente de viviendas y otro con un solar y fincas tapiadas. La escalinata que sube a Teniente Andújar te quiere contar algo pero sus letras se han perdido con el tiempo, como pasa en la fachada del centro flamenco.

El lateral del pabellón Mirandilla presenta desperfectos / Julio González

Las claves del barrio

Bien servido de equipamientos

Los servicios básicos están bien cubiertos con centros docentes (colegio del Campo del Sur y Mirandilla), de salud (La Merced), instalaciones deportivas (pabellón Mirandilla), espacios públicos de ocio (plaza Merced y Campo del Sur) y culturales (Casa Iberomérica y Centro de Arte Flamenco)

Puntos débiles

Las últimas reivindicaciones de la asociación vecinal no han sido atendidas. De tal modo, sigue pendiente de reforma el empedrado de la calle Mirador que complica la accesibilidad, así como la piedra ostionera desprendida de la fachada del polideportivo Mirandilla, a pesar de que su contrucción tiene poco más de una década. Los vecinos apuntan sobre la deficiencias de equipamiento hacia la falta de zonas de juegos infantiles y las opciones para el reciclaje de basuras.

El futuro mira al Plan Plaza de Sevilla

El proyecto urbanístico de mayor calado que Santa María tiene a su alrededor se centra en el Plan Plaza de Sevilla. Aunque con años de retraso y complejas eventualidades, el hotel Barceló y el Mercado gastronómico que está previsto que alberguen estas instalaciones algún día deben inferir positivamente en el crecimiento de Santa María, como en su día pasó con el Palacio de Congresos.

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