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Colegio de Arquitectos de Cádiz
El Colegio Oficial de Arquitectos de Cádiz se ha convertido en el punto de encuentro de las últimas cuatro Bienales Española de Arquitectura y Urbanismo (BEAU), donde sus equipos comisariales reflexionaron sobre las claves, evolución, retos y tendencias arquitectónicas y urbanísticas de los últimos diez años en España.
La organización actual –XVI BEAU- que fue inaugurada en Sevilla en septiembre, ha querido poner fin a su primera etapa con este acto en el colegio gaditano, dado el importante peso cultural que tradicionalmente ha tenido en la labor colegial y cultural tanto a nivel andaluz y nacional.
Así, desde su sede en la plaza de Mina, los comisarios responsables de la XIII, XIV, XV y XVI BEAU realizaron una radiografía muy completa de la situación actual, pero desde la experiencia y el prisma de las cuatro Bienales vividas en estos últimos diez años. Una década en la que la arquitectura española se ha enfrentado a varias crisis -burbuja inmobiliaria, covid y la económica actual- y ha sabido reinventarse y ofrecer nuevas respuestas ante nuevas inquietudes y necesidades.
La decana del Colegio de Arquitectos gaditano, Paula Vilches, presentó el acto que contó con la presencia de Begoña Díaz-Urgorri y Carmen Moreno, comisarios de la XIII edición, cuyo título era ‘Alternativas’; Sara de Giles y José Morales, comisarios de la XIV edición, con el argumento ‘Más habitar, más humanizar’; Anna Bach y Óscar Miguel Ares, comisarios de la XV edición, con el lema ‘España vacía, España llena’; y con los actuales responsables de la XVI edición, ‘Me—dio Pla—zo’, María González, Juanjo López de la Cruz y Ángel Martínez García-Posada.
Tras exponer las propuestas principales de cada una de sus Bienales, participaron en un conversatorio moderado por Tomás Carranza, doctor arquitecto y jefe del área de Formación y Cultura del Colegio de Arquitectos de Cádiz, en el que ahondaron en territorios comunes y llegaron a conclusiones como el hecho de que “la arquitectura española goza de salud y ha sabido superar la crisis económica y sanitaria, enfrentándose ahora a una crisis medioambiental”; en cómo “la ausencia de obra en los años duros de la crisis dio paso al pensamiento y a numerosas publicaciones”; en la manera en que “la arquitectura ha sabido hacer de la crisis una oportunidad”; que “lo privado ha soportado gran parte del tiempo post crisis y la calidad de la arquitectura”, mientras que “lo público ha protagonizado la bajada del precio y del peso de equipamientos, según el territorio, y ha puesto de manifiesto la recuperación de la dignidad de la vivienda social”.
La cuestión que se puso sobre la mesa en primera instancia fue si la arquitectura española ha sido capaz de aprender la lección de la crisis, ante lo que Carmen Moreno, comisaria de la Bienal inaugurada en 2016 con los coletazos aún de la recesión, expuso que “cualquier oportunidad se convertía en un proyecto, incluso a escala pequeña y hasta doméstica; hasta las reformas, por ejemplo, se convirtieron en proyectos que dicen cosas”, mientras que la también co-directora Begoña Díaz incidió en la forma en que empezó a involucrarse la sociedad en la arquitectura, al tiempo que, tal y como puntualizaba Moreno, “la buena arquitectura debe ser para todos y la sociedad lo pide”.
Por su parte Sara de Giles, co-directora de la siguiente edición, señaló que “todo podía ser patrimonio, no sólo las grandes obras. Aunque sí que detectamos una gran escasez de obras presentadas en la modalidad de vivienda social, pues solo la desarrollaban los privados, motivada por unos concursos públicos que solo miraban la baja económica.
De esto hace seis años y aún continúa, salvo en Cataluña y Baleares, donde sí que se aprecia una mayor calidad de la obra, sin duda impulsada por una mayor investigación”, situación que persiste en la actualidad.
Por su parte, José Morales subrayó que las diferencias entre estas cuatro bienales y las anteriores en un contexto de mayor pujanza, “no son solo el resultado de una crisis, sino de un cambio de paradigma”.
Óscar Miguel Ares reivindicó que en los territorios de la España vacía “hay muy buenos arquitectos, pero cero visibilidad, ya que se nos ningunea directamente”, mientras que también criticó la primacía alcanzada por el material en la imagen de la arquitectura, en el sentido de que la materia ha tomado el mando frente a la forma, “y solo importa la proeza constructiva, pues nadie habla de espacio y sección, ni siquiera la crítica de la arquitectura”.
En este sentido, la XV BEAU también confirmó, como aspecto positivo, que las acciones constructivas ya miran además de al material, a la eficiencia energética y a la conciencia climática.
La parte negativa de esta fotografía inmediata es que los estudios comprometidos con la calidad de la arquitectura están relegados a la pequeña y mediana escala y no a los grandes proyectos, en manos de otros intereses, con la poca incidencia que esto tendrá en el hábitat urbano de calidad, por lo que sería necesario una mayor implicación de las administraciones públicas en la promoción de obras de mayor escala, apuntó Tomás Carranza.
Finalmente, se disertó sobre la importancia de las bienales a la hora de otear tendencias y como compendio de todo lo realizado, además de suponer “la crítica de un presente inmediato con lo que supone de arbitrariedad”, tal y como comentó Juanjo López de la Cruz. Mientras que, María González, insistió en la importancia no solo de implicar a la sociedad, sino fundamentalmente a los políticos. Ya que “la arquitectura y la bienal deben ser políticos, pues deben marcar un ámbito de reflexión”.
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