El compás de La Viña que recorrió España

Cádiz Norte, Cádiz Sur | Pepín Muñoz

Compartió cartel con Manolo Escobar o Juanito Valderrama

De su academia salieron algunos de los mejores bailaores de hoy

Pepín Muñoz en la peña que lleva su nombre, ubicada en la calle Martínez Campos.
Pepín Muñoz en la peña que lleva su nombre, ubicada en la calle Martínez Campos. / Lourdes De Vicente

Rociero y peregrino

Nació el 23 de febrero de 1936 en el número 46 de la calle Rosa, en el barrio de La Viña, al lado de cuya puerta hay una placa que conmemora su nacimiento. Fue el mayor de 22 hermanos (algunos recién nacidos fallecieron), de los que solo quedan tres. Pocos estudios pudo realizar antes de ponerse a bailar ya con 9 años, aprendiendo flamenco y clásico en varias academias. Apenas lo básico en casa de una maestra de la calle Celestino Mutis. Recorrió España con su arte y ahora descansa tranquilo en su peña de la calle Martínez Campos. En 2011 recibió la Medalla de Bronce de la ciudad. Está casado con Conchita Escobar, que fue cantante. Tienen dos hijos, José y Mario, cuatro bisnietos y siete bisnietos. “Si duro un poco más, podría tener hasta tataranietos”, afirma. Es “rociero cien por cien” y uno de los promotores de la Hermandad del Rocío en Cádiz. No falta a la romería de Almonte desde 1954.

Antes de sentarse a contar su vida, Pepín Muñoz recorre la peña que lleva su nombre en la calle Martínez Campos, barrio de La Viña, mostrando fotografías en la pared que avalan su extenso currículum. Luego, saca un dossier con programas originales de teatros de toda España, en los que este bailaor gaditano compartió cartel con grandes como Juanito Valderrama, Enrique Montoya o Manolo Escobar. “Famoso coreógrafo y bailarín internacional”, puede leerse en varios folletos en los que también es llamado Pepe y Pepito Muñoz. Y rememora sus comienzos en la academia de Bernardo El Aceitunero. O las actuaciones que Radio Cádiz celebraba en el Gran Teatro Falla las mañanas de los domingos, cuando era un chiquillo y en su casa de la calle Rosa, en cuya puerta hay una placa que recuerda su nacimiento, se pasaban muchas duquelas, valga el término calé. “En mi casa éramos muchos hermanos. Una familia pobre que pasó hambre. No te puedes ni imaginar”, confiesa al redactor.

“Me examiné de artista en el teatro San Fernando de Sevilla, que ya no existe”, apunta. Desde ahí tuvo una carrera destacada. “He actuado en todas las capitales de España”, comenta. Hasta en un teatro “portátil”, el Teatro Chino, que giraba por todo el país. Tiempos, como él destaca, en el que los artistas “viajaban en tren de madera y te llenabas de tizne. Ahora es muy fácil desplazarse en avión o en el AVE”.

Recuerda sus años con Mely Jardines como pareja de baile. Al dúo, a veces, lo bautizaban como Los de Cádiz. “Ella se casó con un hermano de Manolo Escobar”, señala. Y sus tiempos, varios años, de coreógrafo de la sala Pay-Pay. O los once cuadros flamencos de niños que dirigió. “Con uno de ellos estuvimos en Turquía y ganamos un buen premio”, dice. Hablando de cuadros, en la peña puede verse uno en el que Pepín está bailando, ¡sobre un tambor!, con el traje típico aragonés. Un baturro gaditano que se atrevió a aprender el baile típico de aquella zona y que estuvo en una sala bailando durante 15 días 'La Jota de La Dolores'.

"La Danza del Fuego de el Amor Brujo siempre fue mi baile favorito"

Pepín es un torrente de recuerdos. “En el Pay-Pay actuaba casi todos los días sobre las dos de la madrugada. Aquello se llenaba para verme bailar 'La Danza del Fuego'. Este baile del 'Amor Brujo' de Manuel de Falla fue siempre mi favorito”, evoca. Relata también sus aportaciones coreográficas para comparsas como ‘El oro de Andalucía’, ‘Los escarabajos trillizos’, ‘Los ye-yés gaditanos’ o ‘Los dandys negros’. Señala en la pared las fotos de aquel 1986 en el que la peña Juan Villar le dedicó una noche flamenca donde actuaron, entre otros, Camarón de la Isla, Pansequito, Chano Lobato, Aurora Vargas, Paco Cepero o Tomatito. Casi nada. Un reconocimiento del mundo del flamenco con casi todas sus figuras.

Hay tiempo para algún lamento. “De cada actuación me quitaban 25 pesetas para la Seguridad Social. En el Pay-Pay estuve cinco años y solo coticé uno. Cuando me fui a jubilar con 65 años me dijeron que solo había cotizado seis. Tuve que montar una tienda de 20 duros y hacerme autónomo para poder asegurarme algo de jubilación”, afirma. “Fíjate que me he llevado toda la vida bailando y me ha quedado de pensión poco más de 600 euros al mes. Podía haber llegado lejos, pero siempre me tiraba Cádiz, donde me volvía cada vez que actuaba”, reconoce.

"En el baile flamenco actual hay demasiado pie. A veces parece más claqué que flamenco"

Ya establecido permanentemente en Cádiz abrió su academia, que se situaba donde hoy tiene su peña, de lo que se siente más que orgulloso. “Veinte años estuve dando clases. Enseñé a muchos de los mejores bailaores de hoy como Jesús Fernández, Pili y Juanito Ogalla o El Junco. Y algunas alumnas mías tienen ahora sus propias academias. Ahora sigo dando clases en la Asociación Mujeres de Acero”, explica. Sobre el baile en Cádiz asegura que “se ha perdido y las criaturas se tienen que ir fuera para triunfar”. Le da un toque al baile flamenco en general: “Hay demasiado pie. A veces parece más claqué que flamenco”.

Cerca de cumplir los 83 años afirma que no se ha retirado nunca. “Hace poco bailé con los villancicos de Los Tres Patios. Tengo un trombo en una pierna, pero me tomo una pastilla y me voy a dar clases. Siempre he sido muy activo. El día que me quede en el sofá será el final”, concluye. Y que sea lo más tarde posible.

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