Cádiz, en estado de emergencia
Los efectos del coronavirus
La ciudad afronta meses extraordinariamente complicados tras el descalabro económico y social provocado por la pandemia
El Hotel Playa Victoria es uno de los emblemas del Cádiz turístico desde su nacimiento como balneario hace más de un siglo. Su cierre, obligado por la ausencia de turistas por el efecto de la pandemia de coronovaris, es histórica. Nunca había echado la baraja tras la temporada de verano. Ni en los peores tiempos. Y aunque ha acompañado a otros hoteles en esta decisión tan dolorosa, no deja de ser significativo pues nos referimos al hotel que junto al Parador han sido la referencia turística de la capital durante décadas.
Cádiz, al contrario de otras ciudades de la provincia, siempre había mantenido en uso toda su planta hotelera una vez concluida la temporada estival. Incluso en los últimos años, aupada por el inicio de la que parecía iba a ser una etapa de esplendor del sector, lograba un nivel de ocupación muy alto. Por eso, el cierre del Playa Victoria, y antes el Puertatierra y el Hotel Convento Santo Domingo, nos sitúa de cara a la crisis profunda en la pandemia ha dejado a un Cádiz que ya está, lamentablemente, en estado de emergencia. Por si aún no nos habíamos dado cuenta.
El sector hotelero comenzaba a vivir una cierta etapa de esplendor, con el anuncio de nuevos proyectos tras años de sequía inversora, y con una expansión desmesurada de apartamentos turísticos a lo que el Ayuntamiento ha intenta poner orden. Un crecimiento estrechamente conectado con una profunda transformación y modernización de la hostelería, muy variada y cuidada; y con un comercio tradicional que salía con fuerza de un periodo de sequía.
Tres sectores, con una cuarta pata aún por asentarse como era la ciudad histórica y cultura, que han creado miles de empleo y que han permitido en estos años mantener a flote nuestra economía, ocupando el lugar que durante las décadas de los sesenta y setenta tuvo la industria y la actividad marítima.
La trágica ola de la pandemia está arrasando con buena parte de esta estructura de ciudad. Los hoteles cierran por primera vez, mientras que la hostelería y el comercio gasta su penúltimo alienta agarrado a los erte y la capacidad de supervivencia del empresario gaditano que, en todo caso, agota sus últimas reservas.
El cierre del emblemático Hotel Playa Victoria debería de encender todas las alertas y hacernos ver que, junto a la tragedia sanitaria que ha provocado en la ciudad una docena de muertes y cerca de 600 contagiados, el daño a la columna vertebral de nuestro sustento diario va a ser, es ya, extraordinariamente profundo.
Un retroceso de años
Ha provocado un parón radical de nuestra recuperación y nos ha hecho retroceder unos años. En las últimas décadas hemos sufrido como ciudad crisis económicas y sociales muy graves, pero en esta ocasión esta crisis económica por efecto de la pandemia ha agotado buena parte de nuestras reservas. Y cuando logremos superar la quiebra sanitaria, para lo que habrá que esperar meses y meses, aún nos quedará recuperarnos del hundimiento de nuestro sistema productivo.
El inicio de este declive general de la ciudad, como pasa en buena parte de un país que ha constatado que no estaba preparado para luchar, en ningún aspecto de la vida, contra una pandemia, debería de haber animado en estas semanas a la clase política gaditana a, por una vez en su vida, a luchar unida por el futuro de Cádiz.
Todo lo contrario, han dado el mismo espectáculo de enfrentamiento que estamos viendo a nivel nacional. Cualquier propuesta, cualquier tema, cualquier actuación va acompañada por andanadas varias desde la otra parte. No han sido capaces de cerrar un acuerdo de ciudad; de aprovechar esta tragedia para avanzar en una modelo renovado de ciudad; se ha intentado zancadillear planes para reordenar nuestra apuesta turística y la mejora de la movilidad; se han abierto debates estériles sobre asuntos secundarios que han tapado la realidad. Y han sido incapaces de aunar esfuerzos de cara a exigir a Junta y Estado medidas de apoyo a una ciudad agotada, con un Ayuntamiento históricamente sin recursos.
La ciudadanía, o por lo menos una parte de ella, no ha ayudado en estos tiempos difíciles.
Primero, los que han ignorado desde el principio las medidas de seguridad sanitarias, aquellos que van con la mascarilla en la barbilla o colgadas del brazo, aquellos mayores que parece que la cosa no va con ellos y aquellos jóvenes que siguen sin entender que no estamos en el tiempo de las reuniones de ocio callejero sin control alguno.
Las redes como elemento de enfrentamiento
Y también, aquella ciudadanía que sigue utilizando las redes sociales para descalificar, insultar, a quien piensa, escribe o habla diferente a lo que ellos piensa, hablan, escriben o dibujan. Son aquellos que no aprovecharon los meses de confinamiento para mejorar su comprensión lectora, aún teniendo muchos de ellos títulos universitarios, y siguen viviendo en el concepto del pensamiento único, que ya soportamos durante cuarenta años y que parece que añoran desde los dos extremos de la ideología. No nos extrañemos así del fracaso de nuestro sistema educativo. Gente que no tiene a Cádiz como prioridad y que, lamentablemente, tienen una capacidad de influencia sobre parte de nuestros rectores municipales, que prefieren la loa fácil a la reflexión autocrítica.
Nos metemos en el mes de octubre, cerramos la temporada estival y nos embarcamos en el último trimestre de un año que nunca ha existido pero que no vamos a poder olvidar. Si las cosas ya van mal, será ahora cuando empiecen a caer aquellos heroicos empresarios que están agotando sus últimos recursos para mantener sus negocios abiertos. Ojalá sea esta una apreciación errónea, ojalá la campaña de Navidad y Reyes anime las ventas y evite la debacle y por lo menos nos dé algo de esperanza ante un inicio de 2021 que se nos presenta tenebroso. Cuando vuelva a abrir el Hotel Playa Victoria, tal vez veamos la luz al final del túnel. Mientras, el invierno está cerca y Cádiz está en estado de emergencia.
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