"Cádiz me ha dado su carácter abierto, esas ganas por conocer gente nueva"
Pedro Pérez-Llorca Zamora. Abogado y Premio Federico Joly de 2022
"Acepto este reconocimiento muy honrado por quien lo da y por los premiados anteriores"
"Ni he superado a mi padre ni me he acercado a él, pero hay que aceptarlo con dignidad"
Madrid/Con la humildad por bandera. Así ha recibido el abogado Pedro Pérez-Llorca Zamora (Madrid, 1968) su designación como ganador del Premio Federico Joly que anualmente concede Diario de Cádiz y que este año cumple su sexta edición. Desde su despacho, ubicado en la planta 17 de la llamada Torre Cepsa, en la zona norte del madrileño Paseo de la Castellana, el hijo de José Pedro Pérez-Llorca, uno de los siete padres de la Constitución de 1978, considera que no acumula aún los méritos suficientes para hacerse acreedor de esta distinción, pese a ser el socio director del cuarto despacho de abogados de España en facturación y uno de los que más ha crecido en los últimos años. De la expansión evidente de su despacho, de la situación actual de la Justicia en España y de su padre habla en esta entrevista en la que deja claro que su vínculo con Cádiz sigue siendo muy fuerte.
–¿Cuál fue su primera reacción al enterarse de que se le había concedido el Premio Federico Joly?
–Pues me enteré porque me lo contaron mis buenos amigos Hernán Cortés y Pepe Joly. Creo que es un premio inmerecido, pero pienso que las cosas inmerecidas también está bien aceptarlas. Por eso acepto el premio con mucho gusto y muy honrado por quien lo da y por mis predecesores, por los anteriores premiados.
–¿Inmerecido por qué? Es usted el socio director del cuarto despacho de abogados de España en facturación y eso tiene mérito.
–Cuando digo que es inmerecido es por varias cuestiones. Una es porque creo que no tengo la edad suficiente para recibir premios. Tengo apenas 54 años y soy joven para ello. La segunda es porque creo que no tengo aún los méritos suficientes para ello, aunque adelanto que trataré de conseguir esos méritos después de recibir este premio, que no deja de ser un incentivo. Y la tercera cuestión es que no he nacido en Cádiz. Ya me han dicho que no hacía falta ser de Cádiz sino que bastaba con tener un vínculo. Y aquí sí tengo que decir que ese vínculo existe y es muy fuerte, porque mi padre era de allí, porque tenemos casa allí, etc.
–¿Mantienen usted y su familia ese vínculo con Cádiz tras la pérdida de su padre ocurrida hace ahora tres años?
–Sí, sí. La casa de la Alameda Apodaca, que era de mis abuelos, la hemos heredado los cinco nietos y la verdad es que vamos mucho. Yo suelo ir sobre todo en verano y algún fin de semana a lo largo del año. Me gusta mucho ir por allí. Tengo allí mi librero, tengo mis sitios preferidos para ir a comer o de paseo, mi madre sigue yendo mucho, mi mujer se ha convertido en una fanática de Cádiz y mis hijas también han ido por allí con sus amigos. Es decir que mantenemos una relación intensa con Cádiz, gracias a Dios.
–¿Y qué hay de Cádiz en usted?
–A mí me parece que Cádiz es una ciudad bastante abierta. Al menos el Cádiz que yo conozco no es un entorno cerrado, de pata negra, donde haya que ser de determinada familia o moverse por determinado sitio… No, no. Es una ciudad abierta a todo el que sale, al que llega y al que vuelve y yo también soy así. Cádiz me ha dado ese carácter abierto, esas ganas por conocer gente nueva. A mí me gusta relacionarme con gente distinta, no moverme siempre en el mismo círculo que tuve desde pequeñito. Y ese carácter abierto lo identifico con la ciudad de Cádiz y con el espíritu de Cádiz. Y también está el tema liberal y constitucional, el tema colonial, la forma de ser que tenía mi padre… Entonces me identifico mucho con ello. Aparte hay cosas que me hacen mucha gracia y muchas de esas cosas que me hacen gracia tienen que ver con Cádiz.
–Los andaluces en general y los gaditanos en particular tenemos el estereotipo de gente vaga, graciosa y que siempre está de fiesta. Desde su experiencia personal, ¿ese estereotipo todavía permanece en Madrid o se va difuminando?
–Ese prejuicio, que a veces es desdén, se mantiene. Quizás esté un poco más identificado con el sevillano, que siempre está contando chistes y tal. Yo pienso que es algo injusto para el sevillano y también para el gaditano en la medida en que se le aplique. Pero ese prejuicio se mantiene, y cuanto más al norte de España, más lo veo. Pero, bueno, allá ellos. Allá cada uno con sus prejuicios porque los prejuicios son una carga para el que los tiene. Los demás nos podemos limitar a ignorarlos.
–¿Nunca le ha atraído a usted la política?
–No, no. Yo creo que estoy vacunado contra eso.
–Pero ofertas habrá tenido de algún partido político, ¿no?
–Qué va, absolutamente ninguna. Ni yo las he buscado.
–¿Y su padre hablaba mucho de política en casa?
–Sí, claro. A él le gustaba mucho la política, tanto que una de sus frases más repetidas era que él no dejó la política sino que la política le dejó a él. Pero también le gustaba mucho la política a mi madre, y a mi hermana, que incluso estuvo un tiempo en ese mundo. Pero a mí, y no sé por qué, nunca me ha llamado la atención ese campo. Ni yo he tenido interés, ni nadie ha venido a buscarme.
–Han pasado tres años desde el fallecimiento de su padre. ¿Cree que la historia está valorando bien el legado que dejó?
–Yo qué sé lo que piensa la historia. Lo que sé es que cuando murió mi padre en la familia nos sentimos muy arropados. Ahí sí vimos ese reconocimiento, que venía tanto desde la derecha como desde la izquierda. No tenemos el sentimiento de que no se haya valorado su trabajo ni de que se le haya olvidado. Todo lo contrario, creo que más bien tenemos un sentimiento de agradecimiento por su recuerdo. Además, él tampoco era un hombre que quisiera demasiado bombo. Él valoraba los premios y los honores, sí, pero no era una persona que buscara esos reconocimientos. No creo que él hubiera buscado más de lo que tuvo. Y lo digo porque al recordar aquella conversación dura en la que él me dice el tipo de funeral que quería tener, el tipo de homenaje que le gustaría y lo que no le gustaría, creo que se parece a lo que luego pasó. Por lo tanto, sabemos que él no habría querido más de lo que tuvo.
–He leído alguna vez que el objetivo de todo padre tiene que ser que su hijo sea mejor que él. ¿Su padre lo consiguió?
–No, yo creo que no, yo creo que valgo menos que él. Por eso él se llama José Pedro y yo sólo Pedro (risas). No, en serio, ni he superado a mi padre, ni me he acercado a él. Pero estas cosas hay que llevarlas con dignidad. No pasa nada. A cada uno le toca su partida y yo juego la mía lo mejor que puedo.
–Yo siempre he pensado que ser hijo de un famoso o de una persona reconocida tampoco tiene que ser un camino de rosas, que tendrá sus pros pero también sus inconvenientes porque siempre les estarán comparando. ¿Es así?
–Sí, lo que usted dice es cierto pero el saldo neto final es claramente a favor. Yo no sé lo que le habrá pasado a otras personas que estén en una situación parecida, pero para mí ser hijo de mi padre me ha supuesto muchísimas más ventajas que inconvenientes. Para mí ha sido una gran suerte llevar el apellido de mi padre. No puedo presumir de que esto haya sido una carga o un inconveniente. Todo lo contrario. Ha sido una gran ventaja, y lo sigue siendo.
–Quería preguntarle por el despacho de abogados Pérez-Llorca que fundó su padre hace 40 años y que ha experimentado un crecimiento espectacular desde que usted es socio director. Pero tengo una duda: ¿está ya confirmado que van a abrir sede en Singapur y que, por tanto, serán el primer despacho español en contar con una oficina en Asia?
–Sí, el despacho está cumpliendo ahora los 40 años, porque se puso en funcionamiento justo cuando se oficializó el cambio de gobierno de la UCD al PSOE, a finales de 1982. Y en cuanto a nuestra sede en Singapur, sí, la decisión ya está tomada y el equipo está formado. Cuando nos entreguen la oficina en el primer semestre de 2023 podremos empezar a funcionar allí.
–El salto cualitativo será tremendo, ¿no?
–Bueno, nosotros somos un despacho español y todo lo que hacemos está relacionado con España. Lo bueno es que ya tenemos la experiencia de expandirnos internacionalmente primero con una oficina en Londres, luego en Nueva York y después en Bruselas. Y lo que hemos aprendido es que allí en el extranjero se desarrolla muy bien el negocio, se trabaja mejor, se conoce gente interesante, se aprenden cosas... Y la intención de abrir esta oficina en Singapur es reproducir eso en toda la zona de Asia-Pacífico, desde Corea del Sur y Japón hasta Australia. Ese es un mercado enorme y queríamos tener una presencia física allí. Y cuando lo decides y te pones a pensar en cuál es el sitio idóneo, la conclusión de que esa ciudad tenía que ser Singapur fue sencilla. Porque ahora no se dan las condiciones para abrir una cosa nueva en Pekín o en Shangai, que eran otras de las posibilidades, o incluso en Hong-Kong. Singapur es hoy la tercera capital financiera del mundo después de Nueva York y Londres, es una sede de arbitraje donde se litigan muchas cuestiones interesantes de la región, hay fondos de inversión, hay un mercado de capitales importantes y es una buena plaza para que sea fácil mandar expatriados de España, que es lo que vamos a hacer. Una vez que decides irte a la zona de Asia-Pacífico, la ciudad a elegir en 2022 tiene que ser Singapur.
–¿El objetivo es facilitar la llegada de empresas y por tanto de inversión extranjera a España?
–El objetivo es que nosotros mejoremos como despacho. Nosotros lo hacemos por nosotros, para ser un despacho mejor. El tipo de trabajo que vamos a hacer allí, como el que estamos haciendo en Londres, es fundamentalmente estar más cerca de inversores de la región en España y también ayudar a empresas españolas que tengan retos, problemas o proyectos en Asia-Pacífico.
–Pero eso obligará a entrar de lleno en el derecho y la legislación de cada país, ¿no?
–Claro, entraremos en las cuestiones de cada país, pero ahí ya te apoyas en socios locales.
–¿Cuántos socios y cuántos profesionales tiene ahora el despacho Pérez-Llorca?
–Ahora somos 60 y tantos socios y más de 500 profesionales, de los que más de 300 somos abogados.
–¿El crecimiento del despacho tiene un tope? ¿Y esa expansión viene por sí sola, porque lo pide el mercado o por una apuesta concienzuda y tras muchos cálculos previos?
–La verdad es que muchos cálculos no hemos hecho. Aquí venimos a trabajar y no a calcular. El crecimiento viene fundamentalmente porque tienes clientes que te encargan cada vez más cosas, porque tienes nuevos clientes y porque te encuentras a algunos profesionales que se quieren unir al proyecto. De ahí el crecimiento. Y claro que tenemos un tope. El tope es el que marca nuestro mercado, el de los servicios legales, que no es muy grande porque no es de los más importantes ni del mundo ni de Europa. Pero ese tope para nosotros no es un problema porque aún no nos toca. Ya lo encontraremos.
–¿Y esta expansión era la que imaginaban años atrás o va más rápido de lo que pensaban? ¿No hay cierta sensación de vértigo?
–No, no existe esa sensación de vértigo. Nosotros siempre hemos querido ser los mejores y eso tiene un componente de tamaño, aunque no es lo único. Siempre hemos querido crecer, y ser una firma buena, y estar en los temas más interesantes, y con los clientes más exigentes, y tener los mejores equipos. Eso lo hemos querido siempre, pero cálculos no hemos hecho nunca. Hay otras firmas de abogados que han crecido igual de rápido que nosotros, pero fue en otra época. Yo creo que lo más llamativo que nos ha pasado a nosotros es que ese crecimiento se haya producido ahora, pero no pensamos que seamos un caso único. Lo que nos está pasando lo vemos con bastante humildad.
–La última clasificación sitúa a Pérez-Llorca como el cuarto despacho de abogados de España en facturación, por detrás sólo de Garrigues, Cuatrecases y Uría. ¿Tan importante es esa clasificación en este sector profesional?
–No, no es tan importante, al menos para nosotros. Efectivamente por facturación somos ahora el cuarto despacho en España pero esa es una de las formas de medir. Hay otras, aunque es verdad que la facturación es un criterio bastante objetivo. Pero tampoco se crea que le damos tanta importancia, ni el proyecto nuestro consiste en ser el cuarto despacho de España.
–Tengo entendido que hay muchos fichajes y contrafichajes de abogados entre los despachos. ¿Esa competencia es leal?
–Sí, yo creo que sí. Este sector de la abogacía de negocios y de la abogacía en general tiene una cosa bastante hermosa y es que para que a un abogado le vaya bien siempre tiene que haber otro enfrente. No puedes quererlo todo para ti. Si estás en un litigio vas a a tener un abogado en frente, y lo mismo sucede si estás en una operación mercantil. Por tanto, nadie aspira a lograr el cien por cien. Creo que eso redunda en que nos llevemos particularmente bien y en que nos respetamos mucho los unos a los otros.
–También ha apostado usted en los últimos años por atraer el talento joven. ¿Qué riesgo tiene esa apuesta firme por la juventud?
–Yo no le veo ningún riesgo a apostar por la juventud. Tenga en cuenta que hablamos de abogados que llegan ya rodados y bien formados. Y en servicios profesionales necesitamos una pirámide de gente que vaya desde los 22 ó 25 años hasta los 65 o más.
–Da la impresión de que a su despacho no le ha afectado ni la anterior crisis financiera, ni la pandemia, ni ahora esta crisis por la guerra en Ucrania. ¿Es así?
–Yo llevo ya muchas crisis. Cuando empecé a trabajar como abogado en 1993 estaba la crisis del 92; luego vino la crisis de 2000 y 2001, asociada en ese momento muy a las empresas tecnológicas; más tarde vino la de 2007-008, que en España fue una W porque luego volvió en 2011; y posteriormente vino la pandemia en 2020 y ahora la guerra de Ucrania. Pero de largo, de largo, lo peor fue la crisis financiera, que la vimos en 2007, fue innegable en 2008 y duró mucho tiempo. Eso es de largo lo más duro que he vivido tanto para los clientes como para nosotros como proveedores de servicios. Espero que no tengamos que vivir nada igual.
–¿Y cómo solventaron la pandemia?
–Para el entorno de los negocios la pandemia no fue tan mala, salvo que hables de determinados sectores como líneas aéreas, turismo, hoteles, restauración... Para ellos fue durísimo. Pero el resto de las empresas lo pudieron capear. Lo mejor de la pandemia ha sido el recetario que nos ha dejado. Cuando tú analizas las soluciones que nos plantearon desde el ámbito europeo en la crisis de 2007-2008, que llevaron el paro en España al 23% y que hicieron surgir un partido populista de izquierdas, un partido populista de derechas y un movimiento independentista que para mí también es populista en Cataluña, eso fue terrible. Pero si comparas eso con las recetas que han surgido contra la pandemia, éstas han evitado que se dispare el desempleo. Esa es la lección de la pandemia, que con una gobernanza económica adecuada, las cosas se sujetan mejor, aunque se haya disparado la inflación.
–¿Qué tiene que envidiarle la abogacía española a la de otros países?
–Aquí solemos decir que nada, que somos estupendos y que no tenemos nada que envidiar, pero yo no estoy de acuerdo. Yo creo que sí tenemos varias cosas que envidiar. Creo que podemos mejorar bastante en ambición, en internacionalización, en cercanía en la relación con el cliente… Me parece que en este momento la abogacía más destacada es la de las firmas norteamericanas y nos quedan cosas que aprender de ellas. No sé a los demás, pero a nosotros, al despacho Pérez-Llorca, sí.
–¿La cátedra con el IE que crearon en 2010 va en esa dirección?
–Bueno, es que ahora tenemos dos cátedras. Por un lado está esa del IE que es de Derecho Mercantil y hemos lanzado otra con el ICADE sobre Derecho de la Competencia. Y, bueno, el tema va por ahí. Al margen de asesorar a los clientes en los asuntos que te encargan pues es un centro de pensamiento jurídico y de pensamiento crítico que permite ir adelantando ideas y soluciones a un problema en concreto antes de que surja.
–¿Cómo ve desde su posición la situación de la Justicia en España? Porque se habla de la politización de la Justicia, y de los retrasos en los procedimientos y de la falta de medios...
–Yo soy poco crítico con la judicatura. Yo creo que tenemos un sistema con jueces y profesionales preparados, trabajadores y absolutamente honestos, cosa que no pasa en todas partes. Nuestros jueces no miran por otros intereses que no sean impartir justicia. Es verdad que tenemos una clarísima falta de medios y eso incide muchísimo en los plazos. Pero los medios que faltan son responsabilidad exclusiva de los sucesivos gobiernos y de las sucesivas leyes de presupuestos que ha habido. En cuanto a la politización de la Justicia, yo no usaría ese término porque me parece muy ambiguo. Los jueces no están politizados ni se dedican a resolver con criterios políticos. Lo que sí hay es una invasión de la partitocracia en la Justicia. Pero el mal está en los partidos, no en los jueces. Los jueces no están politizados, los políticos tratan de irrumpir en el ámbito judicial y lo hacen indebidamente.
–¿Y no le parece perjudicial para el sistema que se hable de jueces progresistas o conservadores cuando esa debería ser la profesión más objetiva de todas?
–Estoy totalmente de acuerdo. Que se hable de jueces progresistas o conservadores no sólo es desafortunado sino que además es dañino. Es absurdo hablar de jueces progresistas y conservadores. Es como hablar de jueces del Real Madrid o del Barcelona. El partido al que vote un juez no define ni su calidad, ni su ética, ni su actitud. Separarlos por ideología es un gran error.
–Pero a veces son los propios jueces los que se sitúan ellos mismos a la izquierda o a la derecha...
–Puede que eso ocurra en algún caso, sobre todo en entornos más cercanos al CGPJ. Pero no es tan definitorio como los partidos creen. La sociedad española no es así. Las asociaciones de vecinos, los grupos de amigos, las familias... no se dividen entre progresistas y conservadores. Esta división es una maldición que venimos soportando desde hace unos 200 años y que no somos capaces de superarlo. Al volver otra vez al ustedes y al nosotros se ha perdido el espíritu de la Transición, y eso viene marcado por los partidos. Y eso hay que quitárselo. Lo primero es no etiquetar a la gente por lo que votan. Eso es de las peores cosas que hay. Fíjese que los entornos mejor valorados son el Ejército, la Policía, la sanidad… porque se han librado de esas etiquetas. El ámbito político está muy contaminado por ello, muchísimo más de la cuenta. Ojalá se curen. Y si no lo hacen, al menos que no contaminen a los demás y en especial al sistema de Justicia.
–¿La situación política actual que hay en España frena que lleguen inversiones del extranjero?
–Casi todas las inversiones que se hacen en España se pueden hacer en otro sitio. Hay muy pocos negocios que sólo se puedan hacer en España. Hasta una escuela de flamenco o una granja de cerdo ibérico, por ejemplo, se puede poner en otra parte. Entonces, para cada inversión tenemos que competir. A mí no me gusta decir que frenamos la inversión, ni quiero lanzar palabras gruesas sobre esto. Pero desde luego podría haber venido más inversión a España de la que ha venido por ejemplo en los últimos 20 años. Y algunos de los motivos por los que han venido menos está relacionado con el ruido político y con decisiones políticas.
–¿A qué se refiere?
–Bueno, ha habido unas determinadas tesis políticas en Cataluña que han podido dañar el atractivo de aquella comunidad como foco de inversión. Si a la incertidumbre económica que es inherente a cualquier inversión le añades esa incertidumbre política, pues la decisión final se complica.
–¿Qué diría su padre si viera hoy un telediario y visualizara la situación política que hay ahora en España y la guerra en Ucrania?
–Ojalá mi padre pudiera ver cualquier telediario, entre otras cosas porque yo le estaría llamando para preguntarle y para saber su opinión sobre esos temas. Mi padre era un hombre muy pesimista y creo que, por un lado, miraría con satisfacción la razonable reconducción del problema catalán. Porque lo que pasó en Barcelona fue una cosa gravísima, fue la otra gran crisis institucional que ha habido en España tras el golpe del 23-F. Por cierto, que en el 23-F hubo un discurso del Rey Juan Carlos y en el momento catalán hubo otro del Rey Felipe. Hay mucho que decir del papel de las monarquías parlamentarias a la hora de resolver crisis constitucionales, a diferencia de las repúblicas. Por eso existen el Reino Unido y España y no existen Checoslovaquia y Yugoslavia. Entonces creo que mi padre miraría con gran atención cómo eso se ha terminado reconduciendo razonablemente y cómo se ha ido imponiendo el sentido común. En cambio, internacionalmente creo que estaría muy preocupado porque todo lo que está pasando es malo. La figura de Trump es muy mala y la posibilidad de que vuelva es bastante temible. Y ese deslizamiento del Reino Unido de ser un país estable y ejemplar a todo lo que le está pasando después del Brexit es también preocupante. Y la guerra de Ucrania es un drama, porque se trata de una invasión bárbara decidida por una persona malvada que es Putin y que nos sabemos si ha costado ya 100.00, 150.000 o 200.000 muertos, que son muchísimos en menos de un año. Y el deterioro de la relación entre Occidente y China también es muy preocupante porque Rusia es un gigante con los pies de barro pero China es más consistente. Creo que todo eso preocuparía mucho a mi padre pero, vamos, que a mí me daría unas tertulias estupendas y unos análisis magníficos que ahora no tengo. Qué le vamos a hacer.
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