"Cádiz es una ciudad que uno vive como si fuera un solo edificio"

Rafel moneo. premio pritzker

El prestigioso arquitecto clausuró ayer el Simposio de Arquitectura con una ponencia sobre la Ilustración

Reflexiona sobre la singularidad urbana de la ciudad y el proyecto de Valcárcel

Rafael Moneo, en la Diputación de Cádiz, antes de ofrecer el discurso de clausura en el simposio.
Rafael Moneo, en la Diputación de Cádiz, antes de ofrecer el discurso de clausura en el simposio. / Julio González
Virginia León

07 de octubre 2017 - 02:09

Cádiz/Rafael Moneo (Tudela, 1937) es premio Pritzker de Arquitectura y a sus 80 años sigue proyectando y recogiendo distinciones. El 18 de octubre recibirá el máximo premio de las artes de Japón, el Premio Imperial, convirtiéndose en el cuarto español que lo recibe. Pero antes de emprender el viaje hace parada en Cádiz, ciudad que descubrió en 1997, cuando el Colegio de Arquitectos le invitó por primera vez y pronunció la conferencia Obligado y deseado viaje de un arquitecto a la ciudad de Cádiz. Es autor de importantes edificios como el Museo de Arte Romano de Mérida, la ampliación del Prado, el Museo Thyssen, Atocha o la Torre Puig, y en Cádiz también trabajó en el proyecto del hotel para Valcárcel.

-Hace 20 años que vino por primera vez. ¿Qué significó para usted conocer esta ciudad?

-Sabía que Cádiz era una ciudad hermosísima y no me defraudó. No conozco tantas ciudades que se perciban tan de una vez como si fuera un sólo edificio, de modo que uno lo haga su casa. Algo que se debe en buena medida a la posición singularísima que tiene en la geografía. La Cádiz que vivimos y conocemos, construida a final del XVII y XVIII, da esta sensación de unidad que deja fuera cualquier tentación de verla como una respuesta pintoresca que tapiza la geografía. Es como la invención de una vez de lo que es una estructura urbana, una ciudad que uno vive como un sólo edificio.

-Precisamente su casco histórico es uno de sus grandes tesoros. ¿Cuáles son las claves para intervenir en él?

-Cádiz es un lugar muy unitario y a lo largo del siglo y medio o dos siglos en los que se construyó dio lugar a muchos matices y diferencias. Pero por esa energía concentrada en ese momento de construcción, la intervención que quiera contribuir debería respetar la escala, el acorde cromático que la ciudad tiene y el término de detalle en los elementos de construcción pequeños como cierros, azoteas y torres miradores. No creo que sea tan difícil ser respetuoso en una ciudad que tiene tan claramente establecido los parámetros formales como Cádiz. Tiene la fortuna de no reposar en demasiados monumentos, sino en ámbitos urbanos públicos y vacíos con mucha presencia.

-Viene a Cádiz para hablar de 'El retorno de la Ilustración'. ¿En qué sentido?

-Pretendo ver retrospectivamente cómo los arquitectos del último cuarto del XX se sintieron atraídos por la arquitectura de la ilustración y quiénes instigaron y cómo se inoculó ese interés por la ilustración y la arquitectura racional a comienzos de los 70. Y cuánto la contribución de historiadores dio lugar a un equívoco empleo literal de los elementos aprendidos de la ilustración, a generar un modo de ver la arquitectura que rápidamente mostraron y la fragilidad que hizo desaparecer este retorno de la ilustración. Es el testimonio de alguien que lo ha visto de primera mano.

-¿Qué le parece la noticia de que Valcárcel no sea finalmente el hotel que se planteó?

-Enlazaría también con este momento del interés por la ilustración del que hablamos, pues fueron algunos de estos arquitectos de los 70 quiénes acuñaron la expresión de indiferencia funcional. Nos enseñaron a ver cuánto los edificios eran capaces de asumir usos para los que no fueron expresamente diseñados. Y un edificio institucional con tanto porte y tanta presencia como el edificio de Torcuato Cayón en Cádiz será bien recibido por la ciudad cualquiera que sea el uso que se le dé. Un hotel o un edificio dedicado a la enseñanza es apropiado para un edificio como éste. Siendo testigo y conociendo el conflicto, creo que la solución a la que se ha llegado no es salomónica, pero deja tranquilo a quiénes defiendan que una ciudad no se momifique y a los que defienden que deben mantener su condición de uso público.

-Un frente como el de la Caleta con edificios muy potentes y vacíos desde hace años . ¿Es un lujo permitirse algo así? (Náutico, Olivillo, San Sebastián...)

-Tienen que hacer un esfuerzo por no tenerlos vacíos, pues es la mejor manera de destruirlos. Merece la pena no meter la piqueta en estos edificios que se han consolidado lo suficiente en la imagen colectiva. Y a ningún arquitecto se le va a caer los anillos para actuar en un edificio con tan nivel de solvencia.

-Usted que es un prestigioso arquitecto a nivel internacional, que ha impartido clases en Harvard. ¿Qué mensaje le da a las nuevas generaciones de arquitectos en estos todavía duros momentos?

-Nuestra profesión está sufriendo ya un ajuste a los nuevos medios de producción. La relación con el cliente daba mucho valor a quien iniciaba el proyecto y hoy todo esto es más difuso. Pero a pesar de todo, la profesión tendrá que ajustarse y no van a desaparecer las alternativas de trabajo. Serán distintas pero también amplias. Para quien realmente lo quiera habrá lugar para que ese talento aparezca y situarse en los nuevos medios de producción.

-En unos días recibirá el 'Praemium Imperiale'. ¿Qué ha supuesto para usted?

-Sabía de su existencia, pero no contaba con él. Cubre actividades sólo artísticas que ha recibido gente muy importante en España como Tàpies, Chillida y Plácido Domingo, y arquitectos como Foster, Nyemeyer, Siza... Así que ha sido una grata sorpresa. Un premio así me permite pensar en lo muy generosa que la vida ha sido conmigo.

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