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Un Cádiz de contrastes

Crisis del Coronavirus | Cuarentena

Una persona camina por un Paseo Marítimo prácticamente desierto por la declaración del estado de alarma. / Fito Carreto

Mientras que miles de gaditanos se confinan en sus casas, otros se resisten a privarse del paseíto mañanero. Las mascotas se han convertido en la coartada más utilizada. Por eso hay quien este domingo recibió la reprimenda de la Policía Local por sacar a darle la vueltecita al perro por el Chato viviendo en Isecotel. En toda la provincia se vieron calles vacías y gente usando las terrazas de sus casas o las azoteas como zona de esparcimiento. En San Fernando la Policía Local despejó playas y senderos de Camposoto, que eran transitados por varias personas a pesar de haberse decretado el estado de alarma. Normalidad en las principales localidades de la Bahía de Cádiz y los locales cerrados a cal y canto.

¿Entonces tampoco puedo pasear por la playa? Qué no, que no puede, que esto no son vacaciones, que es una cosa muy seria hombre. Vístase y váyase para su casa, piense en su madre, en todas las madres.

La escena se produce en la Victoria, una playa desértica este domingo salvo por unos cuantos reacios a aportar su granito de arena a ganar cuanto antes esta guerra. No se les pide que cojan un fusil y se meten en una trinchera a comer ratas. Simplemente que se queden en casa, que aprovechen ese Netflix que pagan y apenas utilizan, que lean un buen libro (nunca viene mal), que hablen con sus parejas (tampoco es perjudicial para la salud del corazón), que hagan una batalla de almohadas con sus hijos... Es una situación de crisis pero Cádiz, como otras ciudades de España, tuvo ayer contrastes. Muchas calles vacías, gente saliendo a tomar el aire a sus terrazas y ventanas, haciendo la colada y tendiéndola en las azoteas, sábanas blancas desplegándose como velas de navíos en busca de un puerto seguro, gaditanos bajando a comprar el pan guardando dos metros de distancia, sacando a sus mascotas cinco minutos para que hicieran sus necesidades. Por ahí el lado cívico, el del ciudadano que no se toma el virus a broma. Por otro, el que piensa que se sigue exagerando, que los miles de muertos en China o los casi 2.000 en Italia son culpa de los políticos, que los que caen son viejos, como si esto los colocara en una categoría desechable, que esto no va con ellos, que no están en el grupo de riesgo y pueden correr por el paso marítimo o darle a sus perros un paseo de cinco kilómetros. Gente que va a por los mandaos al centro histórico viviendo en la calle Brasil. Gente que no soporta que nadie le diga lo que puede o no puede hacer y a la que si ordenaran salir a la calle y caminar diariamente dos horas para atajar la crisis también protestaría. Con lo bien que se está en casa, pensarían.

El civismo de la mayoría chocó con las reticencias de algunos a quedarse en casa

La Policía Local patrullaba ayer el Paseo Marítimo con mascarillas e informaba que había que quedarse en casa. Desde los coches patrulla, con los megáfonos activados, se informaba de lo que todo el mundo sabe pero algunos se niegan a aceptar. A casa. Es fácil. Dos palabras en las que puede estar la diferencia de que la epidemia sea mortal para miles de personas o para cientos. ¿Les parece una cuestión baladí?

Otras personas llegaban a ir caminando de la mano por el paseo. Y eso que el Gobierno también había advertido en su batería de medidas que sólo se puede salir en soledad. Algunos, en otros puntos de la geografía nacional, han llegado a enfrentarse a la Policía Nacional en un acto incomprensible de insensatez.

Una persona pide limosna en la avenida principal de la ciudad pertrechado con una mascarilla. / Fito Carreto

Todos los comercios, salvo las panaderías y algunos ultramarinos, cerrados. Las gasolineras permanecían abiertas pero con los trabajadores realizando su labor aislados por la ventanilla blindada y cobrando por el cajetín. Pocos coches. Los autobuses vacíos. Si acaso unos pocas personas sentadas como si se debieran dinero. En plan película Tú a Bostón y yo a California.

En otras localidades de la bahía mucha tranquilidad. La alcaldesa de San Fernando, Patricia Cavada, que preside el comité de seguimiento y valoración de la crisis generada por el COVID-19, informaba de la normalidad existente en su ciudad. La inmensa mayoría de los isleños “está siguiendo a rajatabla las medidas y recomendaciones de las autoridades, como han podido comprobar en las numerosas patrullas de la Policía Local que han recorrido todo el término municipal”. En algunos casos las rondas estuvieron acompañadas de mensajes lanzados por megafonía para recordar a toda la población cuál son las indicaciones oficiales.

Los agentes también se dedicaron a hacer efectivo el cierre de parques públicos e infantiles. La alcaldesa y la Policía Local agradecieron a la ciudadanía isleña “su implicación y compromiso” con el objetivo de frenar la expansión del coronavirus. “En estos duros momentos que están siendo complicados todos y todas están poniendo de su parte para contribuir a la frenar la curva de contagio del Covid-19 y mantener lo más a salvo posible a la población de riesgo”.

En localidades como San Fernando o El Puerto las calles estuvieron desiertas

En El Puerto de Santa María, Teresa Almendros informa de la total normalidad. En general la población está respetando las recomendaciones de las autoridades y los negocios están cerrados, salvo las excepciones contempladas en el decreto.

El alcalde portuense, Germán Beardo, recordó que el suministro de alimentos y productos básicos está garantizado y señaló que se reforzará la vigilancia de los accesos para evitar aglomeraciones de primera hora.

También se trabaja en el Proyecto de Medidas Económicas de Aplicación Inmediata para paliar los efectos de la crisis del coronavirus, avanzando en bonificaciones de impuestos y tasas a familias, autónomos, comercios y empresas.

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