"Cádiz no tiene un ecosistema que retenga el talento"

Andy Ramos. Abogado experto en propiedad intelectual

El defensor de los artistas. Lleva doce años en uno de los bufetes punteros de Madrid protegiendo los derechos de los creadores

Andy Ramosabogado experto en propiedad intelectual"Cádiz no tiene un ecosistema que retenga el talento" / José Ramón Ladra
Pedro Ingelmo

25 de febrero 2018 - 10:54

En su despacho de la calle Zurbano de Madrid, en el prestigioso bufete Bardají&Honrado, el gaditano Andy Ramos Gil de la Haza (Madrid, 1979) luce en la estantería la estatuilla de Woody Allen que le acompaña desde sus tiempos de estudiante y que siempre ha viajado con él, hay un maillot firmado por su cliente Alberto Contador, un maillot de los que ha sudado el dos veces ganador del Tour, aunque para Ramos son tres, y un grueso tomo sobre la trayectoria musical de Tom Waits, al que este abogado, uno de los más reconocidos de España en Propiedad Intelectual, venera. Ramos Gil de la Haza es uno de los más activos miembros de la 11Mil, la red de gaditanos en Madrid que han levantado la bandera para defender el nombre de la provincia, despojarla de sus tópicos y convertirla en un lugar atractivo para la inversión. Andy Ramos está hecho a Madrid, pero cada cierto tiempo regresa a la casa paterna de Cortadura, se quita la corbata y el traje y se enfunda las bermudas y las chanclas y mira si hay olas para hacer surf. Está casado con una viñera, tiene tres hijos. El tercero es de Cádiz. Nació en agosto en San Rafael. Su hijo pequeño es de Cádiz Cádiz Cádiz y empezamos hablando de cuántos Cádiz contabilizamos.

-Nació en Madrid.

El gusanillo del surf de Cádiz me lo quito haciendo kite en un embalse de Cuenca. No es exactamente Tarifa"En California la Universidad no va de tochos y tochos, es divertida y muy muy competitiva"

-Casi por casualidad. Con un año ya vivía en Cádiz.

-Pero se crió en Puerta Tierra. Sólo le puedo dar un Cádiz.

-La regla es que si uno es de la provincia de Cádiz tiene uno, si es de Puerta Tierra tiene dos , y luego si es del centro tiene tres. Y si es de La Viña tiene cuatro.

-Jajaja. Se lo está inventando. Sólo tiene uno.

-Uno es de donde estudia el bachillerato. Yo lo estudié en San Felipe. Me siento de Cádiz. Dejémoslo ahí.

-¿Cómo llegó a ser de Cádiz?

-Mi padre pidió ese destino. Se enamoró de Cádiz.

-Qué bueno que la gente quisiera venir a Cádiz. El otro día leí en su blog una felicitación a Chiqui Esteban, otro gaditano de la diáspora, al que acaban de hacer jefe de diseño del Washington Post. Más bien lo normal es que el gaditano se vaya.

-Me alegré un montón. Estudiamos juntos. Pero tenemos un problemón. En Cádiz no se ha creado un ecosistema para retener el talento. A todos nos gustaría vivir lo más cerca de donde nos hemos criado y la provincia tendría que buscar la fórmula para que todo ese talento que hay a raudales no tuviera que marcharse.

-Es porque somos pequeñitos.

-No crea. Yo he pasado un tiempo en California estudiando y en el sur había localidades muy parecidas en sus dimensiones a Cádiz y sí existía ese ecosistema. El talento atrae talento y riqueza. Si el talento se va, no viene ni el talento de fuera ni la riqueza. Cádiz parte de una buena posición y nos enfrentamos a un mundo en transformación. Los finlandeses están como locos trabajando con la inteligencia emocional y nosotros eso lo traemos de serie. Deberíamos aprovechar este momento.

-Usted emigró.

-No me quedaba más remedio dedicándome a lo que me dedico. En España para trabajar en esto tienes que estar en Madrid o, como mucho, Barcelona. Ni siquiera en Sevilla...

-¿Da para mucho la propiedad intelectual?

-Ni se lo figura. Tengo compañeros de carrera que me dicen tú qué haces todo el día. Le aseguro que trabajo más que los muebles.

-Pero es una rama del derecho un poco exótica.

-Hay quien lo puede ver así desde fuera, pero esto es un sector hiperreegulado y con mucha tradición. Por primera vez se recogió el concepto en 1879 y en el año 1987 se hizo una ley muy apañada.

-Del 87 hasta hoy ya me dirá con todo lo que ha pasado.

-Ha habido modificaciones, pero la esencia es la misma. Lo que cambia es la forma en la que se sustentan los contenidos, pero la forma de vulnerarla es la misma. Hay mucha desinformación. La propiedad intelectual está bien protegida en España, otra cosa es que no se utilice porque le aseguro que me sangran los ojos cada vez que abro internet.

-¿Cómo le dio por ahí?

-Por la música. Amo la música, pero no soy capaz ni de tocar el triángulo. Ya que no puedo ser artista pensé en dedicarme a defender a los artistas. Cuando estudiaba empezó a moverse todo lo de internet. En España ni se daba. Pensé que podía ser divertido.

-Por eso se fue a California.

-Sí, no sólo porque siempre me he sentido muy cadizforniano, sino que allí se le da mucha importancia y, además, tuve la oportunidad de ver cómo se trabajaba en una gran firma como Sony.

-Aprovecharía para hacer surf.

-Pues mira que hago surf desde pequeñito. Figúrese, de Cortadura. Pero en California no tuve ocasión ni una vez porque trabajaba como una bestia.

-Aquí en Madrid poco surf.

-Me quito el gusanillo en un embalse de Cuenca donde hago kite. No está mal, pero no es exactamente Tarifa.

-¿Se parece en algo el californiano al gaditano?

-Son muy diferentes a otros americanos, son muy extrovertidos, como nosotros, pero la gran diferencia es que son hipercompetitivos para lo bueno y para lo malo. Es en esa chispilla donde fallamos, que somos más conformistas. Si nuestro negocio va bien, va bien. Allí no, si el negocio va bien ya están pensando en que vaya mejor.

-¿Y la Universidad?

-La Universidad es otro mundo. En España mata la creatividad y allí se enseña de manera muy divertida, te obligan a razonar, nada de estudiarse tochos y tochos que al día siguiente olvidas. Pero, al tiempo, la competitividad de la sociedad se traslada al ámbito académico. No puedes trabajar para sacar un cinco porque apruebas en relación a tus compañeros. Es un ranking. Si estás arriba, pasas; si estás abajo, te quedas. Tu compañero es tu competencia.

-También da clases. ¿Aplica el método americano?

-Aplico el método socrático. No me pongo a contar lo que dice este artículo o este otro. Pongo una fotografía, por ejemplo, venga, decidme cómo la protegemos.

-Sigamos con el juego de las diferencias. ¿Y en el trabajo?

-Igual. Otro mundo. Allí los abogados especialistas como yo tienen hasta nombre. Son abogados del entretenimiento y forman parte del negocio. En España venía el cliente, le elaborabas un contrato y se lo entregabas. Yo no. Le pido al cliente que me lo explique, quiero comprenderlo, cómo lo piensas amortizar... El abogado tiene que ser creativo. Piensa que un producto artístico vale algo porque tiene unos derechos detrás. No vendes un producto, vendes unos derechos.

-La gente del espectáculo, y usted lleva a unos cuantos famosos, será algo rarita.

-En absoluto, gente muy normal. Es cierto que prefieren que si trabajas con ellos no des esta apariencia de tanta formalidad de corbata y traje. Pero no. Quizá el mundo de los ingenieros informáticos, los software y eso, son un poco más especiales.

-¿El Carnaval se protege bien intelectualmente?

-No sabría decirle. No tengo ningún cliente de ese mundo. A mí lo que me encanta es la calle. Del concurso veo la final y poco más, aunque es verdad que lo he analizado juridícamente porque es una patología.- Yo voy a una exposición y analizo los cuadros jurídicamente.

-¿Cree que se explota correctamente como negocio?

-Creo que está en el lugar que tiene que estar. Es un producto muy local con una difícil traducción como industria a un ámbito nacional o internacional.

-En cualquier caso, no sé si al mundo de la música le da para abogados...

-Es un sector que se ha reconvertido, que se ha adaptado a internet. Existe una incertidumbre económica, pero no creativa. Se publica más que nunca. Pero sí que a algunos músicos amigos les ajusto el precio porque van cortitos, claro.

-¿Qué tal se le da la toga?

-En la propiedad intelectual es casi todo preventivo. Como mucho, llevo dos pleitos al año. Si un litigio llega a pleito el que va a ganar siempre es el abogado y van a perder las dos partes. El tiempo en el entretenimiento es distinto al de la Justicia. Cuando vas con el producto al tribunal ya ha pasado de moda, no vale nada. Siempre intentas negociar.

-¿Qué tenía que ver Contador y la acusación de dopaje con la propiedad intelectual?

-Era cliente nuestro para sus derechos de imagen y cuando tuvo ese problema quiso que también se lo lleváramos nosotros. Es una cicatriz que tengo. La gente piensa que fue declarado culpable porque le quitaron el Tour, pero no fue así. Ganamos el caso, pero nadie se enteró. El TAS le declaró inocente. Pero el derecho del deporte es un mundo aparte con muchos intereses políticos. El deportista es culpable a priori. Incluso se han declarado inconstitucionales algunas de las normativas del derecho deportivo. Trabajar en aquello fue frustrante. Por el hecho de ser deportista de elite pierdes muchos de los derechos, como el de la intimidad, que tenemos el resto de los ciudadanos.

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