Cádiz hermana a Rusia con Ucrania

Conflicto armado

La ucraniana Oksana Popovych es propietaria desde hace ya 14 años de la cafetería La Cambayá y la moscovita Natasha Smirnova es periodista y guía turística

Oksana, a la izquierda, y Natasha, a la derecha, en la cafetería La Cambayá
Oksana, a la izquierda, y Natasha, a la derecha, en la cafetería La Cambayá / Lourdes De Vicente

Llegó a Cádiz hace 14 años llamándose Oksana. Pero en cuestión de días fue rebautizada como Susana: “Ya me han llamado de todo, Susana, Obama…”.

Oksana Popovych es propietaria de una cafetería, La Cambayá, en la calle Antonio López de Cádiz y es ucraniana. Y fue en su bar donde recibió la mañana de este viernes a su amiga Natasha Smirnova, también conocida como Natalia.

Ellas quieren hablar de Cádiz, de España. No les apetece realmente abordar el tema del conflicto armado que ronda las cabezas de los ucranianos, en el que Putin está protagonizando un importante despliegue militar (paga un euro al día a todo el que quiera alistarse) en sus fronteras para dejar claro a Occidente y a la OTAN de que los ucranianos quieren ser rusos.

Entre ellos se llaman hermanos, a pesar de que el ambiente está realmente enrarecido. Pero ni Oksana ni Natasha quieren tocar el tema. Son muy muy amigas desde hace más de diez años “y la verdad es que hace ya más o menos un mes que no nos vemos, y vernos ahora para hablar de algo de lo que realmente nunca hablamos cuando estamos juntas, no nos resulta nada cómodo”.

Las tropas rusas ocupan ahora toda la frontera ucraniana
Las tropas rusas ocupan ahora toda la frontera ucraniana

Pero son ellas, más Oksana que Natasha, las que sufren desde la distancia un conflicto que realmente no saben cómo acabará. Sueñan con que todo termine en negociación pero no las tienen todas con ellas. Lo de dormir es sólo un decir, ya que concretamente Oksana, lleva días necesitando pastillas para poder conciliar el sueño.

Tanto la una como la otra tienen en sus tierras natales aún a mucha familia, pero Oksana tiene a una hermana que ella crió casi como a una hija. No sólo por la diferencia de edad sino porque perdieron a su madre demasiado pronto. Y ella, la hermana, se casó y sigue allí, mientras que Oksana se mantiene feliz como una gaditana más.

La amistad se notaba en su complicidad y en la empatía de la una con la otra. Natasha nació en Moscú, una Rusia que no tiene nada que ver con Ucrania, no sólo porque gozaba de otras muchas comodidades sino que vivía de una manera algo más parecida a los hogares occidentales. “Déjame, Natalia, porque cada uno cuenta su historia de una manera”, le decía “Susana”.

Allí, en Ucrania sufren continuos cortes de luz y de agua y les están racionando el gas, a lo que ahora le suman la presión de Putin, que quiere dejar claro que ellos siguen formando parte de su Rusia, quieran o no quieran. Los que quieren, perfecto, son admitidos como hermanos, pero los que no y los que prefieren empuñar un arma (armamento obsoleto y nada comparable con el que utilizan los rusos) se la juegan con todas las de perder. Oksana cuenta que ella tiene a muchos conocidos que desaparecieron un día porque los habían hecho prisioneros y, pocos días después, aparecían con los brazos amputados o con el cuerpo lleno de cortes. Así es la ley rusa con sus presuntos hermanos de Ucrania.

Y la mismísima Natasha Smirnova intenta templar la conversación. Pero no es capaz de consolar a Susana (como Cádiz la rebautizó), cuando es incapaz de contener sus lágrimas en algunos momentos de la entrevista, sobre todo cuando se acuerda de su hermana, “con la que prácticamente no hablo todos los días. Nos levantamos por la mañana y nos mandamos por whatsapp un solecito y un beso. Preferimos no hablarnos porque lo pasamos muy mal”.

Pero ellas se sienten a salvo en Cádiz. Y no sólo a salvo sino que no tienen palabras de agradecimiento para los gaditanos.

Oksana, desde su cafetería La Cambayá, tuvo que interrumpir en varias ocasiones la conversación ante los muchos saludos que le propinaba la gente del barrio que pasaba frente a su establecimiento. “Esto lo ha sacado ella para adelante con mucho esfuerzo y tesón. Y ella sola”, reconocía Natasha, recordando que Oksana se separó hace unos años de su pareja española y se ha quedado sola con su hija. “Pero la cafetería va muy bien y ella misma se ha fabricado algunas mesas y es raro el que viene alguna vez y no termina por convertir la Cambayá en su cafetería de referencia”, aprovecha Natasha para meter su cuña publicitaria.

Y el amor que profesan la una por la otra no es cuento. En la foto que ilustra esta información se les ve tal y como son. Son muy buenas amigas y casi hermanas, algo que no ocurre en la actualidad entre ucranianos y rusos, que se levantan cada día con la duda sobre si esta será la jornada en la que empiecen los bombardeos.

Cada una tiene su historia pero no había salido este periodista del local cuando se fundieron las dos en un cariñoso abrazo. Como si lo hubieran tenido retenido en sus corazones durante la entrevista. Puede que la moscovita sea más cariñosa y, de hecho, es mucho más gaditana. Su marido es “gadita, gadita”, (“en mi casa está todo el día puesto el carnaval”) y tiene dos hijos muy españoles, que ya aprovechan la nacionalidad de su madre para tener el ruso como segundo idioma.

A Natasha no le basta con el suyo, ya que hizo en Praga la carrera de periodismo y luego la de Turismo, por lo que maneja el español, el inglés, el alemán y, por su puesto, su ruso natal. Pero lo tenía claro: “No podía seguir viviendo en Rusia. Allí no era yo. Vivía comprimida”. Por lo que marchó de Praga, nada más terminar la carrera, a Berlín, donde vivió la caída del muro. Y de ahí, a España, primero de vacaciones, y después para quedarse ya a vivir a raíz de que conociera al que hoy es su marido.

La lucha está en Cádiz

Natasha Smirnova es una de las vecinas más activas en la lucha contra la peatonalización de parte de la calle Marianista Cubillo. “Con Martín Vila me he encontrado aquí a otro dictador. No atiende a razones. No nos escucha. Nos evita y no quiere escuchar nuestros argumentos”. Tiene una clara cruzada contra el Ayuntamiento en general pero su lucha es ya frontal contra el concejal de Urbanismo, Martín Vila, "algo que termina por afectar al mismísimo alcalde": “No pueden vendernos que son el partido del pueblo cuando no miran por la gente de la calle. Lo único que buscan es hacerle daño a los pequeños comerciantes que, como mi amiga Oksana, empiezan a trabajar a las siete de la mañana para llevar una casa y un negocio para adelante”. Indignada está con el conflicto que mantiene Martín Vila como los hosteleros de la calle La Palma, “vamos, La Palma, ni más ni menos. Eso es llevar su cerrazón al corazón de Cádiz”. “Me fui de Rusia huyendo de posturas como esa y aquí me encuentro con Martín Vila”.

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