El Santito

Cádiz oculto

El cementerio viejo de Algeciras tiene entre sus yacentes a un joven al que se le atribuye la capacidad de obrar milagros

Su leyenda arranca en 1977, tras asegurar una mujer que se le apareció para pedirle que limpiara su tumba

Una foto de ‘El Santito’ en la lápida de su tumba en el cementerio viejo de Algeciras.
Una foto de ‘El Santito’ en la lápida de su tumba en el cementerio viejo de Algeciras. / Erasmo Fenoy
José Manuel Serrano Cueto

15 de noviembre 2019 - 20:44

En esta nueva entrega de Cádiz oculto nos trasladamos a Algeciras, y, en concreto, al cementerio viejo, donde, como sucede en muchos otros camposantos, se cuenta que uno de los yacentes tiene la capacidad de obrar milagros. Nos acordamos, por ejemplo, de Don Rosendo en el cementerio gaditano de San José, aunque en el algecireño la historia posee un halo fantasmal. Se trata de la leyenda de 'El Santito', que arranca en 1977, cuando un hombre apuesto, bien vestido y de modales agradables, calmó a una mujer que lloraba la muerte de su hija y le pidió que limpiara el nicho, un tanto desvencijado, de una persona a la que él conocía y apreciaba. Después de adecentar la tumba de su hija, la mujer se dirigió al lugar indicado y comenzó su faena sin imaginar lo que le iba a acontecer: la fotografía de la lápida le mostró el rostro de aquel joven con el que acababa de hablar. Al lado de la imagen, un nombre: Antonio Mena Vicario. Había sido su propio fantasma quien rogó el cuidado de su nicho, olvidado porque su familia no podía encargarse de él debido a que había emigrado a Alemania. Con nombre y apellidos, no un difunto anónimo, Mena Vicario tenía una biografía. Había nacido en Algeciras en 1921, año más tarde se marchó con su padres y hermanos a Tánger, y después regresó a su ciudad natal para realizar el servicio militar. Con tan solo veintiún años falleció por "obstrucción grave intestinal" debido a la ingestión de unos boniatos en mal estado. Posiblemente había enfermado de botulismo porque los tubérculos se habían hervido en agua en mal estado. No falleció en una reyerta ni encerrado en el cuartel como apuntan algunas fuentes. Murió por algo desgraciadamente común en la postguerra.

Desde ese 1977, 'El Santito', o 'El Soldado', como también se le conoce, se convirtió enseguida en uno de los fallecidos más visitados de Algeciras, no solo por los algecireños, sino por multitud de curiosos de otros lugares. Se le otorgó la capacidad de obrar milagros y las ofrendas fueron creciendo junto a peticiones de todo tipo. Por su nicho del cementerio, donde se acumulan exvotos, han pasado estudiantes que le piden aprobar los exámenes, fumadores que quieren abandonar el tabaco o madres desesperadas que ansían ver rehabilitados a sus hijos drogadictos. Su fotografía continúa intacta, sin que paso del tiempo, ni siquiera el sol abrasador, haya hecho mella en ella, lo que le otorga aún más misterio.

Aún hoy es muy visitado 'El Santito' y de él se han vendido estampas, llaveros y otros objetos donde poder observar su rostro supuestamente prodigioso. De hecho, hay quien tiene la teoría de que la leyenda surge precisamente de un afán de lucro por parte de algunas personas, ya que poco después se llegaron a vender fotografías del muchacho por doscientas pesetas. En este sentido, del todo esclarecedor, y sin duda interesante, resulta leer el extenso y pormenorizado artículo que se le dedica a este caso en el blog La voz de Getares, donde, entre otras cosas, se desmiente la exhumación que algunos aseguran que se realizó del cadáver de Antonio Mena Vicario y con la que se descubrió su estado incorrupto. No hubo tal exhumación, como tampoco, según el texto citado, se le pudo fotografiar nunca vestido de Legionario, ya que nunca formó parte de la Legión.

En ocasiones, las leyendas son mucho más poderosas que la realidad y, aunque se refuten con datos rigurosos, la gente sigue creyendo en ellas. No cesará, pues, el flujo de creyentes acercándose al cementerio de Algeciras para pedirle a 'El Santito' que haga realidad sus deseos. Tan solo la posibilidad remota de que pudieran cumplirse, basta para aliviar algo los pesares y otorgar un halo de esperanza a los corazones afligidos. ¿Quién le iba a decir a Antonio Mena Vicario, ese veinteañero que tuvo la desgracia de intoxicarse con unos alimentos, que se convertiría en un personaje tan querido, durante décadas y décadas, y formaría parte importante de la historia misteriosa de Algeciras?

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