Cádiz ¿El puente de los gaditanos?
Gran enfado entre los cientos de curiosos por no poder ver el acto inaugural ni pasear por el viaducto
Había que ir. Pese a la desinformación. Pese a las dudas. Pese a la decepción por no poder caminar por el puente. Pero había que ir. Cientos de gaditanos se dieron cita en los alrededores de la orilla capitalina del puente para ver algo. ¿Concretamente qué? El acto inaugural, aunque se sabía que iba a ser en mitad del puente y desde allí no alcanzaba la vista. Al presidente del Gobierno, que entró por Puerto Real y se fue por donde había venido. ¿A alguien saludando quizás? Nada. Cero. Y entre la espera, el calor y la imposibilidad de pasar por un puente que ayer no parecía de los gaditanos, el público se fue calentando. No hasta el punto de echarse palante e invadirlo, como sugerían algunas voces, pero sí para dedicar una sonora pitada y estruendosos ¡fuera, fuera! a la comitiva de autobuses amarillos y un coche oficial que bajaba por el puente hacia Cádiz. En ese momento muchos creyeron que los políticos se iban a acercar al pueblo. Craso error. ¿Ingenuidad? Era el camino indicado para poder dar la vuelta en las narices de los espectadores y regresar por donde habían venido. Gran palo. Y entre tanta ofuscación, un momento de ángel: "Fíjate si la cosa está cortita que Rajoy ha venido a Cádiz en Los Amarillos".
La curiosidad madruga. A las 10.30 ya había un grupo de jubilados ante la puerta de El Corte Inglés, junto al kiosco de la ONCE que regenta Andrés Gatica. Desde las once se apostaban muchos ciudadanos en la terraza de la zona de restauración del centro comercial, en cuya azotea se veían policías vigilando. Luego, muchas personas se fueron colocando tras la valla en la esquina con la avenida de la Bahía, luego enviadas por la Policía a la rotonda. En el paseo hacia Puntales. En las ventanas. En los pantalanes del club deportivo de pesca Viento de Levante. Bernardo Martín, el inquilino del 1ºD del 33 de avenida de la Bahía, mostraba una queja en su cierro: "Ocho años prometiendo la insonorización. Al final Teófila se marchó y no cumplió". El colectivo Amigas del Sur enseñaba una pancarta en la rotonda, justo frente al puente. Un vendedor de cupones se hartaba de vender a los espectadores. Un señor lucía en su pecho un cartel de 'Se buscan' con las caras de Mariano Rajoy y Teófila. En una bocacalle de la avenida de Huelva, Juan Rodríguez sacaba brillo a su coche, un taxi inglés, modelo Carbodies, que usa para llevar a novios a las bodas. Esperaba pasar por el segundo puente cuando abrieran el tráfico. El buen hombre se quedó con las ganas. No fue el único vehículo clásico. Montado en una Lambretta, un hombre daba vueltas preguntando a voces cuándo abrían al tráfico el tercer acceso.
Iban pasando los minutos y no se veía nada. Bueno, un autobús en la parte central bajo el tramo atirantado. Y fluyeron las quejas. "Está hasta las trancas, por eso Rajoy no pasa por aquí". "Un desprecio al pueblo de Cádiz"."Deberíamos tener dos cojones e invadir el puente"."Esto tenía que haber sido una fiesta". "Un insulto al pueblo de Cádiz, independientemente de qué color político tenga el Ayuntamiento". La gente seguía confusa. "Hasta la una no dejan pasar a la gente", aseguraba una señora. En medio de la rotonda se encontraba Rafael Ruiz, un sevillano casado con una gaditana que ya pasó por el puente Carranza el día de su inauguración en su Seat 124. Había venido con dos amigos en el Comes de las siete de la mañana para asistir a un momento histórico. Decepcionado por no poder pasear por el puente calificaba el hecho de "fallo garrafal". Por la mañana habían preguntado a la Policía Local, en las oficinas de Turismo y a la Cruz Roja en la playa si sabían a qué hora abrían el puente. "Nadie sabía nada", lamentaba Rafael.
El desengaño provocó un 'rompan filas'. Poco a poco el colectivo de ciudadanos 'Los que no vieron ni papa' se fue convenciendo de que allí ya no había nada qué hacer. Los últimos rezagados aprovecharon para fotografiarse con el tercer acceso de fondo, bien a la manera tradicional o vía 'selfie'. Un mujer nacida en Cádiz y vecina de Madrid hace 46 años resumía el sentir popular: "No me puedo creer que esté ocurriendo esto".
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