Cádiz se toma la normalidad… con normalidad

La cautela reina en el primer día sin restricciones, con satisfacción en la hostelería por recuperar los horarios

Así es el nuevo nivel 0 en Cádiz

Paseantes por la calle Compañia en la mañana del viernes.
Paseantes por la calle Compañia en la mañana del viernes. / Lourdes De Vicente

Sí pero no. Digamos que Cádiz abraza la normalidad pero sin olvidarse de lo pasado y de, sobre todo, lo que puede pasar si el fin de las restricciones y horarios de bares y comercios se toma como una fiesta perpetua, como si hubiera que recuperar el tiempo perdido y beberse la vida hasta caer borrachos un día y otro. Basta darse una vuelta por la ciudad para entenderlo. Precaución, amigo conductor, parecen cantar muchos gaditanos tras las mascarillas.

Es viernes 1 de octubre, primer día de libertad condicional. Pepe Fernández entra en Confecciones Manolito. La Viña. “Voy a seguir con mi mascarilla por la calle y allá donde haya mucha gente. Respeto mucho al virus”, admite. Manolo Aragón y María José Castro, esposos y residentes en El Balón, opinan tras el mostrador. “Aunque en la tienda tenemos un espacio muy pequeño, la gente sigue esperando fuera. Hay cosas, como las distancias, que han venido para quedarse”, asegura él. Ella, un poco más crítica, apunta que “las personas adultas lo vamos a respetar, lo que no es normal es cómo estaba la Punta de San Felipe anoche”, en referencia a la noche del jueves. Añade un dato. “Al menos la gente va a tener más tranquilidad para cenar y luego tomarse una copa sin mirar el reloj y sin que le inviten a levantarse cuando más a gusto se está”.

María José Castro. Confecciones Manolito.

"Las personas adultas lo vamos a respetar, lo que no es normal es cómo estaba la Punta de San Felipe anoche”

En la esquina de la calle Nueva con la plaza de San Juan de Dios se arreglan cada día todos los problemas del mundo y al día siguiente se vuelven a desarreglar, en un bucle que propicia tertulias diarias. Allí, Ignacio Rodríguez, vende sus cupones de la ONCE y señala que “es lógica la medida teniendo en cuenta el gran porcentaje de población vacunada”. A su lado, Enrique replica: “Alguna vez tiene esto que empezar a funcionar, ¿no?”. Ignacio reconoce que “con la normalidad se espera más ambiente por las calles y eso se traduce en clientes. Ya viene más gente mayor que antes, hay menos miedo”. Enrique suma una buena noticia más derivada de la decisión de la Junta de Andalucía. “Y es bueno que vuelvan a abrir las consultas en los ambulatorios. Para una persona mayor, por ejemplo, no es lo mismo que la atiendan por teléfono que en la consulta”, reflexiona. Otra ventaja le ve Ignacio Rodríguez. “Volveré a mi sitio habitual en el estadio. Que el otro día me tocó en una grada alta y veía a Piqué muy chico”, dice riendo.

Ignacio Rodríguez. Vendedor de la ONCE.

“Volveré a mi sitio habitual en el estadio. Que el otro día me tocó en una grada alta y veía a Piqué muy chico”,

Tiene su restaurante en la otra punta del casco histórico, pero le abordamos desembocando por Pelota hacia San Juan de Dios. Jose Ferradans, de La taberna del anteojo. “La verdad es que la vuelta a los horarios de antes de la pandemia nos viene muy bien. Ya era hora. Podría haber sido en agosto, pero no nos vamos a quejar”, destaca. El adiós a las restricciones de reloj “va a venir muy bien para el ambiente que se supone que habrá el fin de semana que viene con la carrera de catamaranes”, argumenta. Desde este viernes cambia mucho la dinámica en la hostelería. “Estábamos avisando a las 00.00 horas a los clientes que tenían que levantarse. Ahora el cierre lo marca el cliente. Esperemos que no haya un paso atrás”, concluye.

En el bar El Cañón su encargada, Ana Zamora, expone que “recuperar el horario nos va a dar mucha vida. También podremos rentabilizar la barra, que es grande, sin restricciones en el número de personas. Igualmente el número de personas en las mesas”. “Ha tardado, pero bienvenida sea la normalidad. Seguimos vivos, que no es poco. Espero que esto no derive en otro susto y demos un paso atrás”, añade.

Ana Zamora. Encargada del bar El Cañón.

"Supongo que tendremos que advertir a más de un cliente que se crea que esto ya se ha acabado”

Llega Inma, una clienta. Pregonando la cautela. “Soy partidaria del término medio, que lo hemos pasado muy mal. Yo no soy capaz de quitarme la mascarilla ni cuando salgo a andar varios kilómetros”, suelta. Ana Zamora se apunta a la lista de precavidas. “El temor es que algunos quieran ‘celebrar’ la normalidad hasta el punto de meter la pata. Supongo que tendremos que advertir a más de un cliente que se crea que esto ya se ha acabado”. Pues sí.

En la puerta de La Mercería, calle San Francisco, Manolo Gutiérrez, su propietario, dice que “el que está de cara al público va a estar más expuesto. Si es con las normas y hay clientes que no hacen caso...”. Su mujer y compañera tras el mostrador, Eva Roldán, coincide con la encargada de El Cañón. “Lo malo es que esta normalidad se malinterprete. Hay clientes que les dices que se separen o que se salgan de la tienda porque hay mucha gente dentro, y te ponen vestida de limpio”. Tampoco es para ponerse así. La normalidad habrá que tomársela… con normalidad. Y responsabilidad, que no falte.

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