Calle Plocia, 200 metros de mesa bajo el mantel de la Historia de Cádiz
Uno de los epicentros hosteleros de la ciudad, la vía del barrio Santa María, que ilustra el cupón de la ONCE de este 10 de julio, cuenta con un pasado donde se concitan las glorias y las penas de Cádiz
La suerte de la calle Plocia de Cádiz ya tiene un cupón de la ONCE
La ONCE dedica su cupón del lunes 10 de julio a la calle Plocia de Cádiz
Cádiz/Es "escaparate", es "orgullo", es "patrimonio", es "parte de la historia del empleo de nuestra ciudad"... La calle Plocia de Cádiz, hoy nombrada en el apartado gastronómico de toda buena guía turística de la ciudad que se precie de serlo, ha recibido este jueves innumerables piropos por parte del alcalde Cádiz y del director de la ONCE, organización que ha elegido la vía gaditana para ilustrar el cupón del sorteo de este 10 de julio. No en vano, Plocia es una "emblemática calle" que a la vista nos devuelve 200 metros de mesa bajo, no lo olvidemos, el mantel de la Historia. De la Historia de Cádiz.
Azotada y bendecida por el trasiego portuario (en los tiempos de trasiego portuario), Plocia ha sido refugio del lumpen, de la noche golfa, de la babilonia idiomática, del intercambio de enseres y placeres y, sin embargo en las postrimerías del siglo XX y viendo la luz el presente XXI, supo aprovechar la bisagra del tiempo para reconvertirse en uno de los indiscutibles epicentros hosteleros con los que cuenta la ciudad de este 2023.
Con la clase de la señorita del mar, los achaques de la viejecita de Occidente y el carácter de la luchadora cigarrera, bajo la variada oferta gastronómica de un menú que alcanza desde el mismo arranque con plaza de San Juan de Dios hasta abrazar la iglesia de Santo Domingo, Plocia también es el enclave perfecto para los hambrientos de historia: la reconversión de la Fábrica de Tabacos en Palacio de Congresos, la escultura de la cantaora La Perla de Cádiz, la placa que reconoce la aportación a la ciudad de la emigración gallega durante el siglo XX, el alicatado dorado de una de las fincas más peculiares (y antiguas) de la calle, la filiación vasca de veteranos y novísimos negocios, el mismo origen del nomenclator Plocia... Si las calles son los más sinceros renglones donde leer la vida de una ciudad, la calle Plocia es, en sí misma, un párrafo que se debe subrayar.
Qué más da si los expertos no se ponen de acuerdo sobre el origen gaditano de la esposa de Trajano, Plotina Pompeya, o si la gaditana Domicia Paulina era prima-hermana del andaluz que gobernó el Imperio Romano; el caso es que el linaje Plaucia (Plocio-Plocia) quedó inmortalizado en los glacis de Puertatierra y, de ahí, en esta calle de Santa María, un barrio tan humilde que le despojamos hasta del apellido, 'el barrio'...
Plocia nos lleva a la Gades imperial pero también a las travesías trasatlánticas del XIX, y al pulso y la sangre de las movilizaciones obreras capitaneadas por sus mujeres valientes. Las mujeres de Cádiz. Las mujeres de Plocia, otra novela a escribir para esta biblioteca infinita, interminable, que es el imaginario colectivo. Uno que, si hablamos de Cádiz, se mira en la mar y se mete en salazón, para que dure, para que todo dure...
No duraron Los Pabellones, sí los Pabellonistas. Tampoco la aserradora gaditana. Ni la antigua Cepa. Ni el horno de la Gloria (generaciones de escolares orgullosas de su pieza y su pastel). Ni el muelle boyante de mercancías. Pero Plocia sobrevive, siempre sobrevive en la luz y en las sombras. La flota pesquera impulsada por los armadores gallegos, el pescao, venga pescao, qué de pescao en Cádiz, y Plocia como pecera perfecta y cama de salvación: El Molino Blanco, Uruguay, Palmera... (por cierto, ¿dónde estarán esas niñas, esas supervivientes niñas de las casas de niñas...?)
Las vidas de Plocia se solapan, una tras otra, en esta ciudad-hojaldre que es Cádiz donde el tiempo pasa lento (pero, obviamente, inexorable) como aquel tranvía que también se fue. Se mantiene el Atxuri, eso sí, imbatible a las agujas del reloj. Pero en este devenir de las décadas denso, extraño, con esa cualidad mágica que alcanza a todo lo que queda dentro de una isla, todo es ayer. Ayer fueron los 90 cuando Leon Griffioen, hoy Estrella de la Guía Michelín con su Código de Barras, se instaló en Plocia con su Cigüeña. Hilamos más fino. Ayer fue abril del 90 cuando se inauguraba el Hostal Bahía, y nueve años más tarde entraría a trabajar Sergio Patiño, que todavía hoy nos recibe en la puerta del establecimiento hotelero, uno de los dos de Plocia junto al vecino Cuatro Naciones. Un año antes Pablo Grosso, llamado por la practicidad de instalarse junto al Palacio de Congresos al que servía el catering, montaba el restaurante El Aljibe, que espera hacer el próximo año sus bodas de plata. Y tres décadas debe contar el templo gaditano del sandwich de pollo, La Huella...
A partir de ahí, nombres de negocios que hoy son referencia: Salicornia, Garum, Alamar, Bodeguita de Plocia, D´Cortés, La Chancha y los 20, Chicuco, la mudanza de La Vaca Atada, Nëbula, The Cabin, Antípodas... Son algunos de los rótulos de los diferentes asientos a esta mesa, siempre sorprendente, de 200 metros donde, hasta ahora, encuentran acomodo turistas y gaditanos. Sus bolsillos, digo, que, sin embargo, no tienen la misma cobertura para aspirar a las viviendas que se están proyectando en el ensanche de Plocia. Los gaditanos y las migajas... Pero esa es otra historia... Hoy saludemos a Plocia, saludemos a la suerte del cupón que la retrata y la lleva de viaje por toda España con sus veladores, con su luz... Que viaje la suerte y venga de regreso a Cádiz. Como los cantes de ida y vuelta que alguna tarde todavía se escuchan en Plocia, si sabe dónde poner el oído...
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