La Castrense de Cádiz. Las claves de un derrumbe
Varios interrogantes asoman tras lo ocurrido con el desplome de la cúpula de un templo que acaba de ser rehabilitado íntegramente
La gran duda ahora se cuándo podrá reabrir la iglesia
La feligresía de la Castrense se había acostumbrado a sufrir, posiblemente como ninguna otra en Cádiz. A pelear por lo suyo, que tampoco es muy habitual en la ciudad de los últimos tiempos. A reivindicar la importancia del edificio y de la feligresía que lo ocupa de manera cotidiana o puntual. A sacar los coloretes a las administraciones estatales hasta conseguir su implicación económica, que es la única clave necesaria. Y cuando todo parecía conseguido, cuando después de un largo calvario en la parroquia se las prometían muy felices y veían pasar los días y las semanas entre estrenos, restauraciones y ceremonias tan solemnes como históricas, llegó el miércoles al filo de las nueve de la noche y cambió el rumbo del templo, de la parroquia y de los sentimientos de los feligreses.
El derrumbe de la cúpula de la Castrense ha sido tan sorprendente como doloroso para las personas más cercanas a la parroquia. Y tras lo ocurrido el miércoles se esconden una serie de claves que conviene tener en cuenta o poner sobre la mesa.
El control de la Castrense
En primer lugar, muchos se preguntan cómo puede ocurrir un hecho así en una iglesia recién rehabilitada; máxime si se tiene en cuenta que todo se ha hecho mediante un procedimiento de una administración que se rige por la ley de contratación pública, a priori mucho más exigente con las obras (y, en general, con cualquier contrato que depende de lo público). ¿Por qué, por tanto, ocurre lo ocurrido en la Castrense? ¿Quién tiene la responsabilidad de lo ocurrido con la cúpula?
En esta línea planteada, habrá que resolver en primer lugar si el continente derrumbado ha sido o no objeto de la rehabilitación a la que ha sido sometida la iglesia; y es que aunque a priori se habla de rehabilitación integral, que debería responder a una actuación en todos los puntos del edificio, habrá que concretar si en la zona concreta del desprendimiento se había actuado o no.
Siguiendo con esto, conviene recordar que las obras en la Castrense ha sido cosa de dos empresas, por lo que habrá que aclarar quién ha sido responsable de los trabajos realizados -si se han hecho- en la zona derruida. Construcción y Obra Civil S.L., una empresa de Jaén, resultó adjudicataria en un proceso al que concurrieron nada menos que 69 empresas; y a los meses de empezar los trabajos se declaró en suspensión de pagos, lo que llevó a paralizar la obra durante muchos meses (de 2017 al verano de 2019) hasta que Defensa pudo rescindir el contrato y licitar el nuevo, en este caso a favor de la firma Alberto Domínguez Blanco, ya conocida en Cádiz por la rehabilitación del Oratorio de San Felipe. Habrá que resolver si la parte que ha caído del edificio fue objeto de los trabajos de una empresa, de la otra, o de ninguna.
Además de esto, no se puede olvidar que sobre la obra en sí giran muchas personas responsables y muchos técnicos entre los cuáles habrá que depurar responsabilidades, llegado el caso. Un arquitecto autor del proyecto, un director de la obra, técnicos del Ministerio de Defensa y demás responsables que han dado luz verde a los trabajos y al resultado, y que han visto cómo en cuestión de meses parte del edificio rehabilitado se ha venido abajo.
El control de las iglesias
Al hilo de lo ocurrido en la Castrense, sobre todo teniendo en cuenta lo repentino y poco esperado del desprendimiento en cuestión, muchos se preguntan cómo puede ocurrir algo así, como se puede desprender parte de una edificación sin dar -aparentemente- avisos o señales previas. ¿Hay algún tipo de análisis, inspecciones o similar en las iglesias de la ciudad? ¿Existe algún tipo de protocolo para controlar el estado de salud de los templos?
Al respecto de este punto, hay que señalar que el Obispado cuenta con un área técnica y un arquitecto que presta buena parte de su ocupación a la revisión de los edificios de su responsabilidad. De hecho, trasladan que esas labores de inspección se realizan “continuamente” y señalan casos concretos recientes, como el detectado en la parroquia de Santa Catalina de Conil, en los que la revisión diocesana saca a la luz problemas en los edificios que permiten una solución más liviana y eficaz al mismo tiempo que impide desagradables sorpresas como la acontecida esta semana en la Castrense.
Además de estas inspecciones periódicas que se realizan por toda la diócesis, desde el Obispado apuntan a una serie de nociones o recomendaciones que se trasladan a párrocos y rectores de templos, enfocados más en el mantenimiento de los edificios que en la inspección de sus estructuras y elementos patrimoniales. Vital importancia en este área dan a la revisión y el correcto mantenimiento de las cubiertas, comprobando posibles filtraciones y examinando los sumideros y la correcta evacuación del agua.
Tampoco olvidan en el Obispado el trabajo constante de adaptación de sus edificios a la normativa vigente en múltiples aspectos. Así, uno de los últimos trabajos ha guardado relación con la necesaria certificación energética de los inmuebles, en lo que ha venido trabajando el Obispado en los edificios de su propiedad.
Al hilo de esto, conviene también lanzar la pregunta: ¿tiene el Ayuntamiento algún tipo de control sobre el estado del edificio, como lo tiene en las fincas residenciales? Hace ya años en la ciudad se implantó la obligación de realizar inspecciones técnicas de edificios, aunque la norma que apoya esta práctica se centra en las viviendas y su habitabilidad, lo que hace pensar (unido a la ausencia absoluta de expedientes urbanísticos reclamando la realización de una ITE) que las iglesias se engloban en una categoría distinta que no obliga a realizar esas inspecciones con un mínimo de periodicidad.
En cualquier caso, no parece fácil ni muchas veces viable realizar la inspección urbanística al uso en este tipo de edificios, habitualmente de grandes dimensiones y alturas, cuyos contactos con techos, cubiertas y otros elementos estructurales no son nada sencillos.
La titularidad de los templos
Otra clave importante a raíz de lo ocurrido en la iglesia del Santo Ángel Custodio es la responsabilidad sobre el edificio, la titularidad del templo en cuestión. Y en este sentido, conviene señalar que en primera instancia, el Obispado de Cádiz tiene bajo su tutela y poder muy pocas iglesias en Cádiz, ya que la mayoría son propiedad de órdenes religiosas o de entidades católicas. Eso ocurre, por ejemplo, con la parroquia de la Plaza del Falla, cuya jurisdicción corresponde al Arzobispado Castrense de España y no a la diócesis.
Curiosamente, en este sentido hay que señalar que los últimos tristes sucesos relacionados con el patrimonio de la Iglesia de Cádiz han sido del todo ajenos al Obispado, que ha visto cómo se desprende la cúpula de la Castrense, cómo los Bomberos y la Junta de Andalucía clausuraban el crucero de la iglesia de San Francisco o cómo caía el techo completo de la iglesia de las Esclavas. En ninguno de estos casos, los más recientes, tiene el Obispado responsabilidad alguna, ya que los edificios afectados son propiedad castrense y de otras órdenes religiosas (franciscanos y esclavas del Sagrado Corazón, en concreto).
A ellos se une, siguiendo con esta cuestión, la responsabilidad que el propio Código de Derecho Canónico otorga a los párrocos respecto a los deberes de conservación de los templos que dirigen; un aspecto que también es tenido en cuenta por el propio Obispado, que ve cómo el peso de la historia, el arte y la arquitectura de los edificios religiosos de la ciudad es muchas veces una losa más que un punto a favor de su gestión y de apoyo a la labor que la Iglesia realiza en la ciudad.
La reapertura
La fecha en la que la iglesia de la Castrense podrá reabrir al culto es ahora una absoluta incógnita, después de lo ocurrido el pasado miércoles. De momento las actuaciones se centran en el desescombro de la cúpula derrumbada, tras lo que se prevén otros estudios e inspecciones de un edificio que ha sido absolutamente desalojado y cuya seguridad interior deberá ser estudiada y dictaminada por los técnicos que están actuando desde el primer momento.
Habrá que ver, a raíz de eso, si el desescombro que viene realizando el Ayuntamiento es suficiente para garantizar la estabilidad del edificio, si se hace necesario volver a construir la cúpula derruida, si esas obras se pueden hacer mediante un nuevo contrato puntual o requieren que se solucionen las responsabilidades que a priori parecen claras de la empresa que ha ejecutado la rehabilitación y demás factores que pueden influir en el futuro próximo de la Castrense.
La situación, por tanto, es tan incierta que pudiera darse el caso de que las imágenes titulares de las cofradías allí radicadas tendrían que volver a buscar refugio en otros templos, al tiempo que obligaría a la parroquia a funcionar también en otra dirección mientras se arregla de manera definitiva una iglesia que el verano pasado lucía radiante, que nada más terminar esta Semana Santa era dedicada por el arzobispo castrense de España y que desde el pasado miércoles vive una auténtica pesadilla de muy incierto despertar.
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