La Castrense cierra al culto sine die
La actuación de urgencia decidida por el Ayuntamiento para retirar los escombros caídos sobre el techo del presbiterio marcará los próximos pasos
Se han retirado todas las piezas del interior que pudieran sufrir daños
Una pesadilla. Un chiste de mal gusto. Un suceso difícil de asimilar. La parroquia castrense del Santo Ángel Custodio ha recibido un varapalo en toda regla con el derrumbe de la cúpula que sobrevino por sorpresa en la tarde del miércoles y que ha traído consigo un súbito portazo a una iglesia que hace un año celebraba el final de las obras de rehabilitación y que hace poco más de un mes recibía al Arzobispo Castrense de España para celebrar con toda solemnidad la reapertura al culto del íntegramente renovado edificio.
El derrumbe de la cúpula sobre el techo del presbiterio del templo de la plaza del Falla ha tenido como consecuencia directa el cierre de las puertas. Un cierre que además se ha decretado sin previsión alguna de fecha ni de plazos. Sine die.
Así lo confirmaba este jueves el párroco, César Sarmiento, después de la inspección del edificio que realizaron un técnico del Ministerio de Defensa (titular del templo) y los técnicos de la delegación de Urbanismo del Ayuntamiento. La administración local decidía acometer una actuación de urgencia que se iniciaría en la misma tarde del jueves para retirar los escombros de la cúpula caídos sobre el techo, con objeto de evitar nuevos desprendimientos provocados por el peso de esos restos de la edificación derrumbada.
Este plan municipal de actuación, tal y como anunciaba el Ayuntamiento, comprendía también el cierre al tráfico de la calle colindante a la Castrense (Benito Pérez Galdós) y el precinto del acceso a la Facultad de Medicina por la Plaza de Fragela.
Desde el propio Consistorio no acertaban a confirmar qué tiempo necesitarán los operarios para retirar todos los escombros. Y del mismo modo, la retirada de estos elementos que el techo del presbiterio impidió que cayeran dentro de la iglesia no garantiza que se pueda reabrir al culto; una decisión técnica que dependerá de la evolución de los estudios y del propio edificio pero que se barrunta, en cualquier caso, que será una cuestión al menos de varios días.
Para prevenir posibles daños, en el interior de la Castrense se ha procedido también a retirar todas las imágenes, obras artísticas y piezas de culto que pudieran correr peligro. Una intervención que se desarrolló en la misma noche del miércoles por parte del Consorcio Provincial de Bomberos y que estuvo coordinada por los restauradores Pilar Morillo y Álvaro Domínguez. Así, entre otros objetos se han retirado la imagen del Santo Ángel y el Crucificado que remata el baldaquino en el que recibe culto el titular de la parroquia.
No se han movido por ahora las imágenes titulares de las dos cofradías que radican allí, Expiración y Desamparados, que por medio de las redes sociales han ido informando puntualmente de las decisiones adoptadas y del escenario al que se enfrentan meses después de regresar a su sede canónica tras seis años de culto provisional en Santa Catalina. Curiosamente, las dos hermanas mayores de las cofradías se encontraban en el entorno del templo en el momento del derrumbe. La de Expiración, Elisa Montero, se encontraba dentro de la iglesia, como ya relató ayer este medio; y la de Desamparados, Inmaculada Rivas, había salido “a hacer un par de recados mientras la Mayordomía preparaba el exorno floral para el triduo eucarístico”, cuando escuchó el estruendo “como si hubieran caído hierros” mientras transitaba por Benito Pérez Galdós, ante lo que corrió hacia el edificio parroquial “pensando que lo que se había caído era el muro del camarín” que recientemente estrenaba la titular de su hermandad.
El susto, el pesar por este nuevo revés de la Castrense y el abatimiento por lo ocurrido son claramente palpables entre los responsables de la parroquia, que se han visto obligados a suspender el triduo al Santísimo que debía celebrarse estos días previos al Corpus y que afronta ahora un período de incertidumbre hasta que se determine si la iglesia reúne o no la seguridad necesaria para volver a abrir sus puertas.
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