Lo que Cataluña se llevó
Tres casos que explican la pujanza económica catalana a costa del declive industrial de Cádiz
La historia de Cádiz y Cataluña se ha cruzado en muchas ocasiones y en buena parte de ella ha sido para que el Estado optara por favorecer al Norte frente al Sur. Las causas de la desindustrialización de la provincia vienen de lejos. Las que aquí mostramos no son las únicas, ni posiblemente determinantes, pero permiten que nos hagamos la pregunta de qué hubiera pasado si...
Durante las primeras décadas del siglo XIX Grazalema, con aproximadamente unos 10.000 habitantes, lo que era un importante población para la época, era conocida como Cádiz el Chico. Sus ovejas daban lana para que la industria textil de la sierra de Cádiz fuera considerada como la más importante de la época. Esto repercutía en los pueblos de alrededor, donde vivían otras 20.000 personas, que en buena medida vivían de lo que hoy llamaríamos industria auxiliar. El sonido de aquella época en la Sierra era el ras ras de los telares que buena parte de los vecinos tenían en sus casas. Pero todo se desmoronó y el polo textil español se desplazaría con la llegada del ferrocarril hacia Cataluña.
Los factores fueron varios y buena parte de la culpa lo tuvieron los propios industriales de la Sierra, gente no demasiado emprendedora que reinvertía sus ganancias en la compra de tierras en vez de en mejorar la maquinaria o en intentar compaginar la lana, que tenían de sobra, con el algodón, para cuya adquisición y manipulación la industria catalana obtuvo del Gobierno de Madrid férreas medidas proteccionistas. Las que no logró Grazalema. El proyecto de tren a la Sierra, que nunca se materializó, fue un último intento de evitar que la industria textil gaditana se viniera abajo. Es cierto que el Estado no ayudó mucho, pero el factor principal fue la falta de perspectiva del empresariado serrano, que no supo ver lo que iba a significar esa gran transformación que venía de Inglaterra y que hoy llamamos revolución industrial.
Es en este momento en el que Grazalema deja de exportar mantas para exportar mano de obra es cuando se produce la gran brecha que va a llegar hasta nuestros días de un sur pobre frente a un norte rico. En una reseña histórica sobre los orígenes de la industria textil de Grazalema, la empresa Artesanía Textil incluyó esta frase: "Cataluña fue el lobo más feroz que conocieron las ovejas de Grazalema".
Escribía William S. Knudsen, que estaba al frente de la dirección de la Ford en Francia, a Frank L. Klinger en las oficinas centrales de la mayor empresa automovilística del mundo en Detroit: "Cádiz y Barcelona son los únicos puertos con comunicaciones regulares con buques hacia América y el Mediterráneo. Descarta a Barcelona por las continuas huelgas de trabajadores". Cádiz, por el contrario, era una ciudad sin problemas laborales y con abundante mano de obra.
La carta data de 1919 y gracias a Knudsen la Ford decidió abrir la que iba a ser su primera fábrica en España, en Cádiz.
La Ford tuvo también en cuenta los beneficios fiscales que suponía la existencia en Cádiz de un Depósito Franco, precursor de la Zona Franca, que en parte se ubicaban en locales de la Segunda Aguada, conocidos como la Fábrica de Cervezas.
Allí se habilitaron varias naves para la llegada de las piezas que venían de Detroit. Éstas se ensamblaban en Cádiz y se distribuían por todo el país. Se producían 30 automóviles cada jornada de trabajo.
Tenía razón la carta del director de la Ford cuando habló de la implicación de los trabajadores gaditanos, hasta el punto que éstos remitieron una carta al patrono agradeciéndoles el salario que recibían. Así, los problemas no llegaron de la parte de la plantilla sino de los problemas que la administración imponía en el trabajo de la empresa americana en Cádiz. Hacienda se negaba a cumplir los compromisos en todo lo referido al régimen arancelario creado por el que entonces era ministro de Hacienda, un consumado catalanista, cofundador de la Liga Regionalista, que estaría en el origen de Convergencia, Francisco Cambó y Battle. Aunque diputados, presidentes de entidades económicas y sociales reclamaron una solución del ministro, éste se negó a ello. Ford anunció en mayo de 1923 su cierre y marcha a Barcelona, ciudad que venía presionando desde hacía meses para quedarse con esta empresa. Hacienda le negó a Cádiz se le concedió a la capital catalana.
La aprobación de la Zona Franca de Cádiz iba a convertirse en el gran motor de desarrollo de la capital y de su Bahía. Estamos a finales de la década de los años veinte del pasado siglo. Con un astillero renqueante, el muelle y la tabacalera no eran capaces de absorber todo el paro que empobrecía la ciudad.
Por eso cuando Alfonso XIII rubricó el Real Decreto del 11 de junio de 1929 por el que se concedía la Zona Franca para Cádiz, la capital estalló de júbilo.
El Real Decreto ya adelantaba que la nueva Zona Franca de Barcelona iba a disfrutar de una subvención anual incluida en los Presupuestos del Estado de 500.000 pesetas el primer año, un millón de pesetas el segundo y un millón y medio el tercer ejercicio y los siguientes. Cantidades esenciales para agilizar la puesta en marcha de estos terrenos empresariales.
Cádiz, por el contrario, se quedó sin este dinero. La negativa se justificó a que el Estado ya estaba invirtiendo en una serie de obras portuarias que iban a beneficiar a la Zona Franca gaditana.
Lo que iba a ser el proyecto que lanzaría de nuevo a la economía de la Bahía se convirtió en un lastre político. La Zona Franca sólo contará con una subvención del Ayuntamiento de la capital y de la Diputación, insuficiente para afrontar el desarrollo del nuevo suelo industrial.
Ante el propio Rey, el alcalde José León de Carranza llegará a ser contundente: "A Barcelona se le ha dado la exclusiva de la extracción y venta de la grava y arena de la playa, que importa unos dos millones de pesetas anuales, interés suficiente para contratar un empréstito de 30 millones de pesetas" y con ello activar la urbanización de su suelo.
Sin un duro en sus arcas, la Zona Franca de Cádiz apenas pudo iniciar las obras de urbanización de su futuro terreno, mientras que a mil kilómetros de distancia la Zona Franca avanzaba como un rayo. Cuando en los años 40 comenzó el proceso de urbanización del suelo franco más allá de Puntales ya era demasiado tarde para lograr el ritmo de llegada de empresas de calado, como la fábrica estatal de SEAT, logrado por la capital catalana.
El textil
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