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La Catedral de Cádiz no solo necesita dinero para ejecutar las obras que aún tiene pendiente; lo que necesita es sobre todo un plan de mantenimiento continuo con un equipo especializado que se encargue de revisar metro a metro la totalidad del templo al menos una vez al mes. Con ello, se reduciría de forma notable el riesgo de nuevos desprendimientos, como han ocurrido en las últimas semanas en dos ocasiones en la fachada principal, a la vez que se rebajarían los costes de los trabajos que aún queden por realizar.
Esta es la principal reflexión que hace el arquitecto Juan Jiménez Mata, el mayor experto sobre la Catedral de Cádiz, en cuya recuperación ha trabajado durante décadas y autor, a la vez, de su Plan Director.
Para Jiménez Mata la cuestión no es sustituir la piedra por el mármol en la fachada, como forma de evitar nuevos desprendimientos. Lo esencial es un mantenimiento continuado y con materiales de calidad. Y, sobre todo, que ese equipo (que tienen otras catedrales, como la de Granada) tenga al frente a arquitectos especializados en este tipo de grandes edificios, algo que, reconoce, es bastante complicado.
Destaca Jiménez Mata que la piedra blanca de la Catedral de Cádiz (piedra de Estepa), "funciona mal desde el principio del templo, por lo que no tiene lógica plantear ahora su sustitución. Lo que hay que hacer es lograr una protección adecuada", mencionando en este caso el uso de morteros de cal de alta calidad, como los que en su momento se utilizaron para la restauración de la Capilla Baja. Esta sería una actuación con lógica, que evitaría a medio o largo plazo daños en la construcción.
Resalta el arquitecto que la respuesta de la piedra no es la misma en el interior y en el exterior de la Catedral gaditana.
El interior, que se mantiene protegido por las redes que hay que limpiar de forma periódica, sufre la migración de las sales, que se puede controlar, siendo esencial evitar la entrada del agua, lo que limita de forma muy considerable los daños, como se hizo en la mencionada capilla.
En el exterior del templo, estas sales no afectan tanto centrándose el problema en la erosión eólica y en el deterioro de los morteros si estos son de baja calidad. Aquí la solución va por el uso de material en buenas condiciones, sujetando y protegiendo la piedra con un tratamiento hidrófugo.
Más allá de este análisis, constata el autor del Plan Director de la Catedral de Cádiz que "aunque se tuviera el dinero para cambiar toda esta piedra por mármol, sin duda Cultura no lo permitiría", por lo que supondría una modificación radical de un edificio altamente protegido.
De esta forma insiste. Repaso constante a todo el edificio, y más ahora que existen medios técnicos de trabajo que evitan la instalación de grandes andamios, siguiendo el principio general de todo elemento patrimonial: mantenerlo de forma adecuada evita inversiones posteriores de calado.
Lo cierto es que buena parte del patrimonio inmobiliario de la Iglesia en la ciudad de Cádiz se ve necesitado diversas obras de mayor o menor calado, algunas ya ejecutadas o en marcha.
Hay actuaciones que se realizan a ritmo muy lento por la falta de financiación, como pasa con el Convento de Santa María, lo que pone en riesgo la propia estabilidad del inmueble, en este caso uno de los mas antiguos de la ciudad.
De la misma forma hay actuaciones paradas y sin perspectivas de una rápida ejecución por la falta de presupuesto: como el campanario de la iglesia de San Juan de Dios o el conjunto de la iglesia de Santiago.
En el primer caso, la hermandad propietaria ha afrontado arreglos interiores, con el nuevo sistema eléctrico, o la restauración del acceso lateral, mientras espera iniciar pronto el arreglo del pórtico principal. Sin embargo ya ha dejado claro que no tiene fondos para la torre. En cuando a la antigua iglesia de los Jesuitas, ahora en manos del Obispado, no hay perspectivas de reformas inminentes.
Más suerte ha tenido la parroquia Castrense, cuya rehabilitación integral está a punto de terminarse tras un largo recorrido y gracias a los fondos estatales.
Un ejemplo de buen mantenimiento es el convento de Santo Domingo, donde se realizan obras de forma continua que evitan el deterioro del templo. Los ingresos que se reciben por parte del hotel que ocupa una parte de sus dependencias son esenciales para financiar estos trabajos.
Otros templos, como San Antonio o San Agustín, y hay más ejemplos, han afrontado restauraciones con sus propios recursos. En el primero está pendiente la recuperación de la portada de piedra, que se encuentra en muy mal estado. En el segundo ya se ha trabajado en numerosas dependencias, especialmente la cúpula y el campanario, y se plantea ahora el arreglo de la solería.
La iglesia de La Pastora lleva años cerrada, y solo la atención que recibe desde la vecina parroquia de San Lorenzo permite ver con relativo optimismo su reapertura a medio plazo.
La pequeña Capilla del Caminito se ha recuperado íntegramente en un trabajo bien realizado, como lo fue hace años la restauración de la espectacular capilla del Hospital de Mujeres, que se ha sabido mantener desde entonces.
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