Análisis
Santiago Carbó
Algunas reflexiones sobre las graves consecuencias de la DANA
El paso de los años ha conseguido convertir en privilegiados a quienes habitan en un chalet en Cádiz, ya sea a cinco minutos de la playa o en medio de la urbe. Hace décadas que algunos resisten no solo el paso del tiempo sino también a las burbujas, sobre todo en sus momentos de gloria. Actualmente no es posible construir este tipo de viviendas en suelo gaditano; es por ello que la emigración a ciudades cercanas, como El Puerto o Chiclana, es la solución para aquellos que quieren y pueden adquirir un chalé en la zona. Como si de una especie en extinción se tratase, algunos especímenes del chaletus gaditanus han conseguido sobrevivir y aún pueden encontrarse esparcidos por los rincones de la ciudad.
Antonio Ramos y su mujer lo adquirieron por una herencia familiar. Situado en la avenida Andalucía, cerca de Puerta Tierra, el chalé se alza sobre un lugar estratégicamente perfecto para cualquier gaditano: a cinco minutos de la playa y a otros cinco del casco antiguo. "El valor de esta casa es el sitio donde está", afirma. Construida a mediados de los años 30, la casa pertenece a una serie de cuatro viviendas pareadas. El primer inquilino fue un jefe de máquinas del Elcano, que sufrió un accidente en una pierna en uno de sus viajes a Chile, donde fue tratado de urgencia. Allí estableció amistad con las autoridades del lugar, de tal modo que incluso llegaron a nombrarle cónsul honorífico de Chile en España.
En el centro de la terraza de este antiguo consulado hay una fuente que hace olvidar el ruido constante de la ciudad. "Vivimos muy tranquilos y muy bien aquí". Son muchas las ofertas que les han llegado para construir bloques de pisos en el lugar, pero se resisten a vender. "No tenemos necesidad y no queremos especular ni aprovecharnos de ninguna circunstancia". Para ellos es más gratificante "la independencia que se tiene a vivir en un bloque de pisos". El mantenimiento es un hándicap económico que para algunos supone esa línea que separa el privilegio del lujo: "Goteras, fachada, rejas, toma de agua... siempre hay algo", enumera Antonio Ramos. "No es un lujo, pero sí un privilegio", sostiene. "También echamos en falta un garaje, desde luego, el aparcamiento algunas veces se complica", añade Antonio Ramos.
Por otro lado, la cuestión del mantenimiento, del lujo y el privilegio, lleva siendo la preocupación de Mario García Alberni y su familia, habitantes, algunos de ellos durante más de 50 años, del chalé ubicado en la calle Pintor Zuloaga, en el barrio de la Laguna. "Llevamos diez años intentando vender la casa, no tengo constancia de que haya habido ofertas constructoras, pero aún no hemos podido encontrar comprador", explica. Mario García es propietario de la ya desaparecida productora de música Kaleta Records, por la que han pasado (y pasan, de vez en cuando) los grandes autores del Carnaval y cuyo centro de operaciones se encuentra en dicha vivienda.
Cuando su abuelo lo adquirió, en aquellos tiempos, "La Laguna era parte de las afueras de Cádiz". En su paso por el estudio, algunos coristas, tirando de recuerdos, contaban a Mario que antiguamente venían por la zona "a coger pajaritos a una laguna que había en el estadio". "Recuerdo que esta era una zona llena de albero, de aquí hasta el Carranza". Aunque cuando su abuelo la adquirió "aquella zona estaba rodeada de vaquerías". Los bloques de pisos suplantaron al albero y las vaquerías, y con los años "tener uno de los pocos chalés que quedan en Cádiz hoy en día es un privilegio".
En su caso, a veces, incluso un lujo. "El mantenimiento es horrible, es una casa antigua, construida con arena de playa, con tuberías de plomo y resulta cara de mantener", afirma. "De hecho hace poco acabamos de tener un problema con el agua, y al ser tuberías de plomo la factura de la reparación ha sido altísima".
Allí residen y resisten dos de sus tías, que "con sus pensiones tienen que hacer frente a un IBI de casi 2.800 euros anuales", una cifra bastante alta para este tipo de impuestos. "La gente solo ve que es guay tener un chalé en Cádiz, y claro que sí, que es un privilegio, pero también tiene unos gastos horrorosos más fáciles de afrontar para una persona que tenga dinero, que en este caso no lo es", explica.
Privilegios y gastos aparte, aquel lugar ha sido el hogar de Mario García hasta hace diez años, cuando se casó y se mudó a El Puerto de Santa María y aunque su estudio no siga en activo aún vuelve cada febrero para reunirse con viejos amigos. Recordando otros tiempos, una vez al año vuelve para ventilar aquello, conectar la maquinara y dejar todo listo para que el Carnaval fluya por las entrañas del chalé. "El estudio estuvo veintidós años en activo y ahora se abre de higos a brevas. Voy en febrero, grabo a los diez o doce amigos que tengo en el mundillo, y ese mes lo paso con ellos, allí en el chalé, muerto de risa".
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