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Un tercio de las escasas 12 hectáreas que conforman el término municipal de Cádiz tiene un aprovechamiento escaso, casi nulo. Son unas 400 hectáreas que superan al suelo disponible en el casco antiguo. Forman parte del Parque Natural de la Bahía de Cádiz y frente al aprovechamiento ciudadano que sí se ha logrado en la zona del Parque ubicada en El Puerto, llena de equipamientos que animan a su uso por parte de los ciudadanos, en la capital sigue siendo un espacio natural casi abandonado, a pesar de la histórica falta de suelo de la población.
Que no se utilicen estas 400 hectáreas no significa que la ciudad se haya olvidado de ellas. Tal vez haya sido uno de los espacios urbanos donde se hayan vertido los más variopintos proyectos para su aprovechamiento a lo largo de los últimos cien años. Como resulta evidente, nada de ello se ha cumplido, en algunos casos para fortuna de todos. Ahora las administraciones implicadas, Ayuntamiento, Junta y Estado, parece que van a dar los primeros pasos para la 'puesta en valor' de estos terrenos. Sobre la mesa ya se ha puesto el futuro inmediato del Molino de Mareas, pero su recuperación estará estrechamente unida a la reordenación del resto del suelo, desde el Río Arillo hasta el Fuerte de la Cortadura.
Fue Ramón de Carranza, alcalde de la ciudad en buena parte de la década de los veinte del pasado siglo, quien lanzó la primera idea para actuar en esta zona.
En octubre de 1929 se planteó la instalación de casetas en la playa de la Cortadura, entonces un paraje sin uso alguno. Más allá del servicio de hipotéticos bañistas, la idea era levantar una serie de equipamientos que facilitase las carreras de caballos, algo habitual en el litoral gaditano, dibujándose una tribuna de cien metros de longitud y dos filas de palcos.
Tras la Guerra Civil, la firma del Protocolo Franco-Perón, en abril de 1948 supondrá el nacimiento de la Zona Franca Argentina, que se unirá al plan de expansión de la propia zona gaditana. El proyecto implicaba rellenar buena parte del saco de la Bahía pues el recinto industrial iba desde el Fuerte de la Cortadura hasta Santibáñez, ocupando un terreno similar al propio tamaño de la ciudad. Los problemas políticos del gobierno del general Perón paralizaron la operación antes de que se realizasen los primeros rellenos.
Años después, a principios de la década de los cincuenta, se aprueba la construcción de un aeropuerto en la curva de Torregorda. Iba a contar con dos tres pistas, con longitudes entre los 800 y los 1.500 metros y un coste que hoy rondaría los 10 millones de euros. La propiedad de las salinas La Roqueta y Preciosa cedió a la ciudad de forma gratuita estos terrenos para la construcción del nuevo equipamiento.
Era el Ayuntamiento el que debía de afrontar los costes de este proyecto, lo que provocó el olvido del mismo rápidamente.
Cerca de esta zona, el propio Ayuntamiento diseñó, en octubre de 1964, la construcción de un cementerio, ocupando el suelo de la salina San Félix (propiedad de la Unión Salinera, como pasa con el Molino de Mareas). El suelo disponible era de 100.000 metros cuadrados. Debido al lógico nivel freático la idea eran construir nichos en altura y nunca enterramientos bajo tierra. La propia Dirección General de Sanidad planteó dudas sobre esta actuación. Las presiones de José León de Carranza anularon estas quejas. En mayo de 1969 el Ministerio de Gobernación procedía a autorizar la construcción del cementerio... hasta que el Ejército de Tierra y la Marina advirtieron de la existencia de instalaciones militares en las inmediaciones. Advertencia más que suficiente para hacer olvidar, también, esta operación.
Pero el proyecto de mayor calado en lo que hoy es una parte del Parque Natural se planteó por primera vez a finales de la década de los sesenta.
En septiembre de 1968 un inversor madrileño crea, junto a varios socios, la Inmobiliaria Santibáñez, con cerca de 200.000 metros cuadrados de suelo. Se proyectan más de 3.000 vivienda, colegios, iglesias, un campo de fútbol, zonas verdes...Se buscó financiación en países árabes e incluso en Suecia. El Ayuntamiento apostó por este plan, aunque el proceso se fue dilatando en el tiempo y creando incluso conflictos con los redactores del Plan de Ordenación Urbana.
Metidos ya en el final del franquismo, el proyecto fue creciendo hasta llegar a las 12.270 viviendas en un suelo a la vez mayor gracias a los rellenos: 600.000 metros cuadrados.
Los cambios en el planeamiento no lograron finalmente la autorización del Ministerio de la Vivienda.
A este proyecto se le unirá otro auspiciado por la Sociedad Playas de Cortadura para construir 7.750. De esta operación apenas se construyó una vía de acceso paralela a la carretera nacional, hoy en uso para facilitar la llegada a la playa.
Ya en democracia, y apoyándose en el Plan Andalucía 92, el Ayuntamiento aprobó el proyecto Parque de Las Salinas, nunca ejecutado. En los últimos años, los propietarios de Santibáñez, herederos del primer proyecto de los sesenta, también presentaron un diseño de uso de ocio y turístico para los terrenos que ellos aún gestionan.
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