Contarles qué pasa sin hacerles culpables
la incidencia de la crisis en la infancia 3 Consejos ante los pequeños de la casa
El psicólogo gaditano Fernando López Arjona señala que los padres deben intentar no flaquear ante los niños ni exponer visiblemente sus preocupaciones por la situación económica
La situación económica amenaza el día a día de los niños. Su vulnerabilidad les convierte en presas fáciles de los daños colaterales de la crisis que golpea a este país. Expertos en el desarrollo psicoevolutivo de los menores coinciden en señalar que no sólo sufren la ansiedad y el nerviosismo los que viven en primera fila el desempleo de sus padres, sino también muestran su preocupación aquellos cuyos padres, o al menos uno, tienen trabajo, porque les influye lo que escuchan o leen en los medios de comunicación o lo que les cuentan compañeros de clase con crisis en sus casas. El miedo a perder su bienestar tiene nombre: ansiedad anticipatoria. Y entre los síntomas más visibles aparecen una inquietud motora, irascibilidad, dificultades para concentrarse en los estudios, bajada en el rendimiento académico, dificultades para dormir, enfados injustificados o disminución de la capacidad de disfrute.
El psicólogo gaditano Fernando López Arjona explica que en el seno de una familia castigada por la crisis y el desempleo, los niños perciben la conflictividad. "Un padre hundido y triste porque no tiene trabajo o un matrimonio que discute por la situación económica pueden tener una incidencia emocional en un niño", señala. Esto les afecta más que un restricción en el gasto de juguetes, ropa o videojuegos "porque los niños están preparados, por regla general, para soportar carencias materiales. Les basta, o les debe bastar, poco para ser felices". Y añade que sólo sufren "los niños que nunca han sentido frustración, los que están acostumbrados a tenerlo todo, los educados en el gasto irracional del dinero aún en tiempos de bonanza económica. El nivel de frustración por verse de repente sin todo lo que antes conseguía sin esfuerzo puede afectarles bastante". Los casos dependen también de la etapa evolutiva del niño "porque la frustración con cinco años es una pataleta, pero con 15 años ya es un asunto más serio".
En una delicada situación económica del hogar "los padres deben explicar qué está pasando en un lenguaje asequible y apropiado para la capacidad de comprensión de sus hijos. Es importante contarles qué pasa sin hacerles culpables".
López Arjona incide en la necesidad de evitar discusiones o comportamientos agresivos delante de ellos, que son esponjas con sus referentes más directos, en este caso sus padres. "Si los padres flaquean, los niños, más vulnerables, están condenados a sufrir la crisis. Lo más importante es que el niño no vea vulnerado su desarrollo emocional. La escasez material puede sobrellevarse mejor que la afectiva".
Muchas familias han incrementado su incertidumbre hacia el futuro. "Y no transmitir esto a los hijos se hace muy difícil", concluye López Arjona.
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