Cristina Cerrada: "No me dejaron hacer la novela que quería, pero ahora amo 'Gadir"

Literatura

La literata madrileña, autora de la flamante trilogía ‘Europa’, lleva su particular noir a Cádiz y Ceuta con ‘Gadir’, una obra que presentó hace unas semanas en la ciudad

El Centro Andaluz de las Letras reúne a Cristina Cerrada y Benito Olmo para hablar de novela negra

La escritora Cristina Cerrada, en Cádiz momentos antes de presentar 'Gadir'. / Julio González

Cádiz/Prostitución, pornografía infantil, droga, corrupción urbanística y un protagonista que avanza a trompicones en una investigación luchando contra los elementos y, sobre todo, contra un congénito pesimismo existencial que siempre lo acaba conduciendo a los infiernos, los ajenos y los propios. Nadie diría que tras la palabra Gadir se esconden tales, y oscuros, ingredientes y que el resultado resulta tan sabroso. Pero esta Gadir, que no es el origen de la trimilenaria sino un lugar del Cádiz actual en el que Suso (un paso más allá del antihéroe) estará sin estar, está firmada por la escritora madrileña Cristina Cerrada, siempre capaz de todo, hasta de abrir pequeños respiraderos en espacios asfixiantes. Lo hizo con su trilogía Europa y ahora, de otra manera, con esta Gadirque hace unas semanas se puso de largo en Cádiz.

–¿Raro o emocionante llevar su ‘Gadir’ a Cádiz?

–Pues fue muy bonito, disfruté mucho. Cuando estás escribiendo, encerrado en tu casa con tu portátil, estás trabajando como en un reino de la intimidad y, de pronto, en la presentación fue como si todo se hiciera real. La gente me preguntaba sobre cádiz, sobre los escenarios de la novela... De repente, me vi paseando por allí traspasando ese reino de lo privado, de mi estudio de trabajo. Se hizo real.

–¿Por qué en Cádiz? ¿Por qué en Ceuta, donde reside el peso de la primera parte de la novela?

–Esta novela ha cambiado mucho a lo largo de los años porque empezó siendo una novela mucho más negra, mucho más dura, mucho más intemporal, más difuminado todo, más cinematográfica, podríamos decir. Así que te digo, con total y absoluta sinceridad, que no me han dejado llevarla a cabo porque en esa mediación que hay entre el escritor, su portátil y el público, piden una novela contemporánea, que es un marchamo que hay hoy y que no tengo muy claro qué es, pero que tiene que ver, entre otras cosas, con situar las historias en lugares conocidos. Mi novela no era de esas pero no han parado hasta que me han obligado a situarla. Con todo, tengo que decir que no hay mal que por bien no venga, porque esa situación me permitió acercarla a los sitios que tengo en el corazón. Ceuta, la puerta de atrás de Europa, tiene unas connotaciones tremendas para mí que tienen que ver con la trilogía Europa donde he escrito sobre la inmigración, sobre los refugiados, sobre la huida, sobre llegar a la tierra extraña... Y luego, si había que situar la novela en la costa española, había dos lugares donde la historia pedía estar enclavada, Cádiz o Málaga, y Cádiz, para mí, es mucho Cádiz. Tenía que ser aquí. Así que, al final, he disfrutado muchísimo con la transformación de la novela, no todo ha sido malo, y puedo decir que ahora amo esta novela con toda el alma porque cada rincón, cada personaje que habla con ese acento maravilloso, que lo revisamos con gente de Cádiz para que no hubiera nada inapropiado, los he vivido de manera muy real.

–¿Cómo era la novela que quería escribir?

–Como te decía más dura y no estaba situada, buen, a ver, estaba situada pero más difuminada. La costa africana estuvo siempre, pero no era Ceuta, al comienzo era Tánger, y luego transcurría ya en Europa, en una isla que no se nombraba pero, prácticamente, me vi forzada, como si me hubieran apuntado con un arma de novela negra, a ambientarla en sitios y lugares concretos con nombres y apellidos. Pero, ya digo, ahora la amo.

–¿Le favorece el negro a la ciudad de la luz?

–Es qe es maravilloso. El universo criminal literario que más me gusta es ese que sucede a plena luz del día y, además, en las ciudades portuarias. Para mí, el culmen del noir es Marsella, es Sicilia, es el mar, el puerto, porque se abre una puerta para recibir a lo de fuera, que siempre es atractivo y temible a la vez, que siempre está ligado al descubrimiento pero también a la amenaza, a la muerte. Para mí la luz está completamente ligada a la oscuridad, pero la luz así, como en A pleno sol de Patricia Highsmith, en ese mediodía donde las cosas tienen sombras. Eso es muy inquietante para mí.

–El Gadir de su novela, ese que sólo conocemos a través de la mirada de los personajes, algo que me fascina, es un local donde han ocurrido cosas oscuras. ¿Algo de real o completamente ficticio?

–Es completamente ficcional aunque después me enteré que por donde lo ubico había ocurrido algún que otro escándalo hace muchos años con algún garito vinculado además a personas conocidas... Pero tuve conocimieto de eso a posteriori. Lo que sí siempre tuve en la cabeza es que sería un sitio aludido y elidido, ya que la elipsis lo convierte en algo de distintas posibilidades, las que imagina el lector. Para mí la elipsis es el recurso literario por antonomasia, la elipsis que yo he aprendido, no tanto de la literatura escrita sino de la literatura visual del cine, es sinónimo de contar. Y, fíjate que es casi un oxímoron, porque lo inhibido es lo que no se cuenta, sin embargo salta a la vista porque es algo que se espera y no aparece. Yo juego con eso. Cuando lo que quiero contar es muy importante, no lo cuento.

–En parte, también lo hace con la historia personal de Suso, de su protagonista, en su doble viaje a los infiernos. Por cierto, ¿cómo se ha sentido profundizando en la voz literaria masculina?

–Suena a tópico pero siempre me he sentido más cómoda construyendo personajes masculinos. No es que me esté tratando de elogiar por ello sino que el personaje masculino literario, lo he hablado muchísimas veces, comparte muchísimos más códigos, por lo que es bastante más fácil de construir que el personaje femenino, que carece de muchos códigos literarios. Hace unos días lo hablaba con mi hija, que me preguntaba por qué no convertía en una chica al personaje de una novela a que le estoy dando vueltas ahora, “es lo mismo”, decía ella. Y, evidentemente, no lo es, y aunque soslayáramos el hecho de que sociológicamente no es lo mismo, está el tema literario. Hay situaciones, conglomerados de aspectos de caracterizaciones, que no están codificados en el personaje femenino de la literatura y, entonces, hay que inventarlos, y eso es muy, pero que muy, difícil. A mí me sucede que construir personajes femeninos pícaros o grotescos, como suelo hacer con los masculinos, me es imposible. El personaje femenino en los códigos literarios siempre ha tenido hasta ahora una capa de dignidad, y esa dignidad la pongo entre comillas, en el siglo XV era ser bellísima con respecto a un canon del amor cortés, en el siglo XIX era ser íntegra, puritana... Esa dignidad es muy difícil quitársela al personaje femenino, es un código que está requetepegado, mientras que el personaje masculino dispone de muchos códigos literarios que te disponen a construir caracteres mucho más diversos, desvergonzados. Y yo lo necesitaba, necesitaba esa libertad para construir esta trama de Gadir, un personaje que pudiera ser antipático, machista, políticamente incorrecto y que, aún así, el lector no tuviera que pararse a pensar si es bueno o es malo, como sí que le ocurriría con un personaje femenino porque ese código no existe previamente. No sé, muchas veces he pensado, es que conozco más el alma masculina que la femenina, y no, mentira, es que conozco, como todos conocemos, más al personaje literario masculino que al femenino, hay siglos de historia literaria para demostrárnoslo.

–¿En qué anda trabajando ahora?

–Pues tengo dos novelas terminadas y luego, te vas a reír, ¡estoy con tres novelas! No, no a la vez, pero sí con ellas en la cabeza y con alguna bastante avanzada, y las tres tienen un tinte negro importante. La cosa sigue por ahí.

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