Cursi en Cádiz: ¿Sicourt o don Reticurcio?
Historias de Cádiz
Tertulia de señoras gaditanas en la segunda mitad del siglo XIX
Adolfo de Castro resalta la influencia de las representaciones de la Tía Norica en el lenguaje diario
La Real Academia Española de la Lengua define como cursi la persona “que pretende ser elegante y refinada sin conseguirlo”, o bien la cosa “que, con apariencia de elegancia o delicadeza, es pretenciosa o de mal gusto”. Aunque para la RAE la etimología de esta palabra es dudosa, parece evidente que tiene origen gaditano.
El escritor Ramón Solís, en un artículo publicado en ABC en 1962, señalaba que el origen de esa palabra estaba en el apellido de un sastre francés domiciliado en Cádiz, Sicourt. Los estudiantes de Medicina para reírse de las vestimentas llamativas y pretenciosas de las hijas del sastre entonaban a coro una canción en la que repetían insistentemente el apellido, Las niñas de Sicur/sicur/sicur/cursi/cursi. Para demostrar esta teoría, Solís citaba al famoso doctor Federico Rubio y Gali, alumno en Cádiz durante esos años.
El profesor Pedro Payán Sotomayor, verdadera autoridad en la materia, también considera que la palabra cursi tiene un indudable origen gaditano y lo sitúa en el segundo tercio del siglo XIX.
En 1899 el prolífico autor gaditano Javier de Burgos estrenó el sainete lírico La familia de Sicur, con música del también gaditano Gerónimo Giménez. El estreno tuvo lugar en el Teatro Apolo de Madrid el 16 de noviembre de ese año con gran éxito de la crítica teatral madrileña. La obra, ambientada en las calles y plazas de Cádiz, también señala como origen de la palabra cursi a la familia del sastre Sicur, si bien no como repetición insistente del apellido sino como alteración del orden de sus sílabas, cur-si, en vez de si-cur.
El estreno de esta obra de Burgos y Giménez tuvo amplia repercusión en nuestra ciudad, aunque creemos que nunca llegó a ser representada en alguno de nuestros teatros. Los periódicos de la época, a raíz del estreno del citado sainete lírico, entablaron una polémica sobre el origen de la palabra cursi y su relación con el famoso sastre. Muchos fueron de la opinión que en Cádiz nunca existió esa familia de Sicur y que por lo tanto no pudo dar origen a la palabra cursi.
La polémica trascendió de nuestra ciudad y también la prensa de Madrid se ocupó del asunto, en el que intervinieron destacadas figuras de la literatura. El gaditano Rodolfo del Castillo terció en el asunto publicando en La Correspondencia y en Diario de Cádiz un viejo artículo de Adolfo de Castro sobre la palabra cursi.
Castro negaba que el origen de esa palabra procediera de la familia del sastre Sicourt y en las supuestas bromas de los estudiantes con los vestidos de sus hijas. Aseguraba por el contrario que procedía de las representaciones de La Tía Norica en los años treinta del siglo XIX y que por entonces tenían lugar en un pequeño y popular teatro llamado Isabel II, que estaba situado en la actual calle Compañía. Concretamente afirmaba que la palabra procedía de una derivación del nombre del estrafalario médico que atendía a la Tía Norica y que era llamado don Reticurcio.
A mediados del siglo XIX las representaciones de la Tía Norica eran seguidas por gran parte de los gaditanos, no solamente por los más pequeños. El teatrillo de Isabel II era conocido precisamente como ‘El teatro de la Tía Norica’. Las ocurrencias de las figuras mecánicas o ‘figuras corpóreas’, como decía la publicidad de la época, eran muy celebradas y repetidas posteriormente en las calles de nuestra ciudad.
Después de las representaciones del ‘Nacimiento del Hijo de Dios’ y otras relativas a la Navidad, tenía lugar un gracioso sainete protagonizado por la tía Norica, que resultaba cogida por un toro que le daba numerosos volteos entre las delicias y risas de los espectadores. La Tía Norica quedaba finalmente postrada en cama y para su curación acudía a su domicilio un estrafalario médico, ridículamente vestido con pretensiones de elegancia, al que la anciana protagonista llamaba don Reticurcio o Rete-curcio.
Según Adolfo de Castro, la palabra Reticurcio hizo fortuna y de inmediato comenzó a ser aplicada en nuestra ciudad para todos aquellas personas que querían darse de elegantes y que resultaban ridículas. Añade el historiador gaditano, “ vivía en aquella época en Cádiz una joven rubia, baja de cuerpo, azules ojos y agraciada, más en el trato que en la presencia. Llamábase esta señorita doña Gabriela Gamarra. Tenía reuniones en su casa, a donde concurrían varios aficionados al cante. Una noche, estando en lo más animado de la reunión, una de las señoritas concurrentes presentó varias telas que llevaba de una tienda de mercader para poder escoger la que mejor le pareciera. Empezaron las señoras a examinar las telas dando cada una su opinión. Elegida una tela, una señora llamada de Matheu, perteneciente a una antigua y numerosa familia de Cádiz, no sabiendo qué decir despreciativamente sobre la tela en cuestión exclamó:
- Quiten ustedes eso de ahí. No he visto cosa más cursi en el mundo.
Venía a ser la palabra inventada por la señora de Matheu, una reducción de la palabra Reticurcio o de la propia de don Reticurcio, siseando la ‘c’ con pronunciación andaluza y suprimiendo la o”.
Añade el historiador gaditano que la palabrilla cursi fue repetida desde entonces insistentemente entre risas y que corrió por toda ciudad. No había reunión o tertulia en la que no se hablase de la palabra cursi como una invención perfecta para definir lo pretendidamente elegante. Adolfo de Castro asegura en su artículo que él mismo, muy joven, estaba presente en la invención de esa palabra.
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