Los Depósitos de Tabaco de Cádiz a través de la mirada de Reymundo
Historia de Cádiz
Un paseo por la rica historia de este magnífico ejemplo de arquitectura industrial de la capital que en la actualidad está siendo objeto de obras para su futura transformación y uso
En estos días en los que las obras de los Depósitos de Tabaco avanzan quería llevar a cabo un breve viaje en el tiempo por su historia y también por la zona donde se ubican. Para sumergirnos en estas profundas aguas volveremos a recurrir a la obra de Smith Somariba de 1913, la cual nos refiere como la Fábrica de Tabaco habría sido fundada en 1741, al mismo tiempo que la de Sevilla, ubicándose inicialmente en un edificio cercano a la Puerta de Sevilla (cerca de la actual Diputación). Con el paso al nuevo siglo XIX y más concretamente durante la década de 1820 se traspasaría al edificio de la antigua Alhóndiga, ubicado en el mismo espacio de la actual fábrica (Palacio de Congresos), el cual estaba rodeado por el Baluarte de los Negros, que debe su nombre a una antigua hermandad religiosa.
Antes de seguir con esta serie de transformaciones es fundamental entender el estrecho vínculo de Cádiz con La Habana, de donde procedía la mejor hoja de tabaco y por supuesto la notable afición de los propios españoles a los cigarrillos de papel tal y como nos refiere el Padre Rose durante su viaje en los Tosantos de 1873, incidiendo éste en la diferencia con los ingleses que solían fumar en pipas.
Por otra parte, en una carta enviada a 10 de julio de 1829 por Juan a su hermano Pedro Martín de Arévalo desde Cádiz, este primero destaca cómo la reciente declaración de la ciudad como Puerto Franco ha revitalizado el comercio saliendo numerosas embarcaciones con contrabando, un problema endémico en el Cádiz de su tiempo. Respecto al tabaco refiere cómo se habían abierto en la ciudad más de 400 tiendas en las que se vendía tabaco pero de muy mala calidad, lo cual nos da una idea de las dimensiones de esta industria en Cádiz, aparejada con todos aquellos trapicheos. Justamente en el contexto de aquellos años fue cuando se llevó a cabo una obra destinada a dotar el viejo edificio de la Alhóndiga de una nueva arquitectura, continuando su trabajo hasta 1870 en que quedó suprimida la fábrica para ser restablecida un año después en 1871, momento a partir del cual quedaría en un estado de semiabandono hasta que entre 1884 y 1885 se llevaron a cabo nuevas obras destinadas a darle su apariencia definitiva ajustada al estilo neomudéjar al gusto de su tiempo, con la fumarola actual.
En este punto nos trasladamos a extramuros y más específicamente al entorno entre Puntales y la actual Laguna, cerca de las vías del ferrocarril, donde estaba el magnífico Hipódromo del que ya nos habló extensamente José María Otero, que llevaba operando desde 1876 gracias al Jockey Club de Cádiz y que ocupaba el mismo espacio donde varias décadas después se levantarían los nuevos Depósitos de Tabaco. El encargado de arrendar estos terrenos fue Tomás Haynes, quien con sus astilleros en Puntales había contribuido enormemente al crecimiento de esta población, hecho que quedó reforzado por la construcción del magnífico muelle de hierro Viniegra y Valdés en 1884 junto al Castillo de San Lorenzo del Puntal, el cual había sido promovido por el por entonces concejal Salvador Viniegra y Valdés (padre del conocido pintor del mismo nombre). La construcción de este muelle, que estaba unido al tendido ferroviario, respondía a los intentos de reflotar el papel de Cádiz como puerto comercial de importancia, suponiendo esta estructura un elemento clave para la llegada de tabaco y otras mercancías relacionadas con las bodegas a través de los vapores fondeados en la bahía. En cualquier caso fue una medida mucho más económica y efectiva que la de los frustrados proyectos para el crecimiento del puerto que también había abrigado Viniegra, tal y como este deja referido en unos apuntes al respecto editados por la Revista Médica en 1884. De esta misma revista nos llega un magnífico grabado del Hipódromo con el ferrocarril pasando tras de él y en cuanto al muelle de hierro, una fotografía de Rafael Rocafull realizada desde el Castillo de Puntales nos da buena cuenta de su inauguración. De este último fotógrafo también nos llega una vista de aquellos años realizada desde el Hipódromo hacia el Fuerte de Cortadura, donde podemos apreciar el paso del tendido ferroviario y el espacio de la actual Laguna, por entonces poco más que lo que su mismo nombre sugiere.
De este modo llegamos al punto de los conocidos Depósitos de Tabaco del Mediodía, y a través de la obra de Smith sabemos que la primera piedra fue puesta por el monarca Alfonso XIII durante su visita a Cádiz el 28 de febrero de 1908, empezando a funcionar en 1913, mismo año en que el aviador Leoncio Garnier los fotografiase desde su aeroplano junto con toda la zona de la Laguna y el Balneario Victoria, pudiéndose ver la vista en una magnífica postal de la editorial Thomas del año 1913. El origen de los depósitos se encuentra en la necesidad por parte de la Fábrica de Tabaco de un mayor espacio, el cual encontró en estos terrenos de extramuros en comunicación a través de la vía del tren. Las obras fueron dirigidas por el ingeniero Mauro Serret y por el arquitecto Manuel Pardo en el estilo industrial propio de la época, en el que predominaba el uso del ladrillo por su practicidad y reducido costo. La visita de Alfonso XIII fue acogida con gran entusiasmo en un tiempo en que este proyecto y el del crecimiento del muelle tras el comienzo del derribo de la Muralla Real suponían una ventana al progreso (o eso pensaban), inaugurándose la ceremonia a las tres de la tarde con todos los almacenes de Puntales engalanados con banderas y guirnaldas.
A través de la Historia Urbana de Cádiz de María Pilar Ruiz Nieto tenemos acceso a más datos de carácter técnico, como que el objetivo de los depósitos era recibir, reconocer, custodiar y remesar mensualmente a las fábricas nacionales de Sevilla, Cádiz y Alicante los tacos en rama necesarios en ellas para ser elaborados. También que las naves estaban orientadas de tal forma que enlazaban con la estación de Puntales, permitiendo de este modo llegar los vagones desde el muelle hasta el punto conveniente de los almacenes. Dan buena cuenta de los depósitos y de una de las preciosas casas de los ingenieros que daba a la avenida Marconi las tarjetas postales editadas por el magnífico fotógrafo gaditano Reymundo, todas de la década de los años 20. A través de estas y de unos planos de 1907 del mismo Serret podemos saber que los depósitos que actualmente se han derribado eran ampliaciones posteriores de los años 40, conservándose actualmente las dos preciosas casas de los ingenieros, los jardines de eucaliptos y los depósitos antiguos, habiéndosele rehabilitado la cubierta al que da directamente a Marconi por estar estos en malas condiciones, amén de sumársele una claraboya de cristal para aportar luz natural.
Volviendo a los tiempos más productivos de los depósitos, un artículo de este Diario de 2008 relata cómo en los momentos de mayor auge hubo hasta 200 trabajadores encargados de la carga y descarga de los fardos, un sistema muy longevo que fue sustituido primero por las cajas de madera y después por las de cartón. Mientras que en las fechas en que se escribió esta entrada la actividad apenas se reducía a la carga y descarga de algún camión y la preparación de las conocidas como bateas, envíos de tabaco al complejo de Zona Franca, el cual ya contaba con sus propios depósitos, demostrando esto en comunión con lo reducido de la plantilla cómo los históricos depósitos vivían sus últimos momentos. Y así llegamos al instante presente.
En este punto, en un artículo de marzo pasado también en este Diario se daba información sobre el futuro de estos edificios. El espacio ganado por medio del derribo de los depósitos de los años 40 se dedicará a la construcción de una torre de lujo que va a ser la más alta de Cádiz, superando al Vista Hermosa; y por otro lado cincuenta viviendas de protección oficial. Respecto a los depósitos serán destinados a centro social y cultural, en mi opinión una definición de uso muy vaga y que seguramente responde a la sempiterna dificultad por parte de los ayuntamientos para encontrar usos verdaderamente funcionales y coherentes a estos edificios. Unos edificios que podrían haber servido como un centro de interpretación de la historia de nuestra industria en el extramuros gaditano, las bodegas de la Segunda Aguada, los astilleros Haynes de Puntales, el hipódromo, los propios depósitos, el ferrocarril y, en definitiva, el crecimiento de extramuros mostrado a base de numerosas imágenes procedentes de fotografías y tarjetas postales.
Pese a ello me alegro de que al menos vayan a sobrevivir después de tantos años de indefinición, pues son un claro recordatorio de nuestro pasado industrial y además una zona inmejorable para el paseo por su tranquilidad, que ahora dará la posibilidad de acceder a sus instalaciones por parte de los gaditanos.
También te puede interesar
Contenido ofrecido por FSIE