ETA cumplió su amenaza y asesinó a Miguel Ángel Blanco

Miguel Ángel Blanco, malherido, a su llegada al hospital Nuestra Señora de Aranzazu de San Sebastián.
Miguel Ángel Blanco, malherido, a su llegada al hospital Nuestra Señora de Aranzazu de San Sebastián. / Archivo Diario De Cádiz
13 De Julio De 1997 Diego Joly

12 de julio 2017 - 02:07

TA no dudó ayer ni unos minutos en cumplir su amenaza, y disparó dos tiros en la cabeza a Miguel Ángel Blanco. La banda criminal, ajena al clamor unánime de toda la sociedad vasca y española, abandonó moribundo poco después de las cuatro de la tarde, y junto a un riachuelo de Lasarte, al joven concejal del PP en Ermua, que anoche se debatía entre la vida y la muerte, en estado de coma. Los médicos consideraron ayer prácticamente irreversibles sus lesiones cerebrales. Todos los ciudadanos, allá donde se encontraban, quedaron conmocionados. En el pueblo natal de Miguel Ángel, primero la más angustiosa desolación y luego una airada indignación se apoderó de sus vecinos, que esperaban frente al domicilio familiar el desenlace del secuestro. Inmediatamente después de difundirse la noticia del hallazgo del concejal malherido, las numerosas personas que se encontraban allí prorrumpieron en gritos de "asesinos" y de "hijos de puta". En toda España se juntaron manifestaciones espontáneas por la tarde, después de que por la mañana cientos de miles de ciudadanos tomaran las calles de Bilbao para pedir infructuosamente un poco de razón o de piedad a ETA. Anoche, la indignación hizo que la sede de HB en Ermua fuera incendiada y que presos de ETA tuvieran que ser aislados de la ira de sus compañeros comunes en algunas cárceles. Las autoridades vascas y españolas hicieron llamadas a la calma, a la vez que anunciaban toda la dureza legal contra los violentos. El lehendakari Ardanza convocó la Mesa de Ajuria Enea de nuevo para hoy a mediodía. Todos los ciudadanos, allá donde se encontraban, quedaron conmocionados. La más angustiosa desolación se adueñó de Ermua, la localidad en la que reside la familia Blanco. Los vecinos, que esperaban el paso de las horas en la calle, reaccionaron con rabia, llanto e impotencia cuando conocieron las primeras noticias. Y sólo acertaron a echar a andar por las calles del pueblo y hacia Eibar, donde trabaja Miguel Ángel, en un nuevo acto espontáneo de protesta.

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