El Elcano nunca se llamó Minerva

Historias de Cádiz

Los alumnos de la Escuela Naval propusieron el nombre del navegante español al dueño de los astilleros l Horacio Echevarrieta quiso el de ‘Miguel Primo de Rivera’

Boceto para cámara de oficiales del Elcano, del ingeniero Humberto Valerio / Archivo

En 1922 el Gobierno de España acordó la compra de dos motoveleros para ser destinados a buques escuela. Se trataba de los italianos Clarastella y Augustella. El primero de ellos recibió el nombre de Galatea y estaba en buenas condiciones marineras. Transformado en buque escuela por los astilleros de Echevarrieta, resultó un magnífico barco y estuvo al servicio de la Marina Española, como buque escuela de marinería, hasta 1982. En sus últimos años sirvió de base a la Escuela de Maniobra en La Graña, Ferrol.

El Augustella, por el contrario, estaba en muy malas condiciones. Recibió el nombre de Minerva y la primera intención fue destinarlo a buque escuela de guardiamarinas. Con ese fin, el 23 de abril de 1923, el Gobierno firmó un contrato con Horacio Echevarrieta para su transformación en buque escuela en los astilleros de Cádiz. Pero el Minerva estaba muy deteriorado y los ingenieros del astillero gaditano de Echevarrieta realizaron un informe exhaustivo en el que señalaron la imposibilidad de llevarlo a cabo en buenas condiciones.

Con ese informe, el industrial bilbaíno Horacio Echevarrieta acudió a Madrid y el 25 de abril de 1924 propuso al Gobierno el cambio del contrato realizado para la transformación del Minerva. En este sentido, Echevarrieta propuso la construcción de un nuevo buque escuela y que el Minerva fuera destinado a otro fin.

El Gobierno aceptó la propuesta de Echevarrieta y le encargó el estudio para la construcción en Cádiz de un nuevo buque escuela, partiendo de cero, mientras que decidía que el Minerva, antes Augustella, fuera transformado en pontón carbonero.

El 24 de enero de 1925, el Gobierno aprobó un Real Decreto encargando a Echevarrieta la transformación del Minerva en pontón carbonero y que las obras se llevaran a cabo en los astilleros de Cádiz. La noticia fue recibida en nuestra ciudad con la lógica alegría. Eran unas pequeñas obras, 500.000 pesetas, pero que podían aliviar en parte la crisis de l sector naval. Pero Echevarrieta daba al mismo tiempo una gran noticia para los gaditanos; habría nuevo buque escuela y los planos para su construcción estaban muy avanzados. Habían sido realizados por el ingeniero Nickolson y las obras tendrían un importe superior a los siete millones de pesetas, dando ocupación a numerosos obreros de Cádiz.

Las obras del viejo Minerva comenzaron de inmediato. Este buque serviría muchos años en la Marina, primero como pontón carbonero, luego como buque de prácticas de maquinistas en la ría de Marín y finalmente como buque prisión. Fue desguazado en 1939.

Por fin en julio de 1925, el Gobierno firmaba la construcción del buque escuela, todavía sin nombre. Suponía más de siete millones de pesetas para el astillero y cientos de horas de trabajo para los obreros gaditanos. El alcalde de Cádiz. Agustín Blázquez, envío telegramas de gratitud al Rey, a Primo de Rivera y al almirante Magaz.

Curiosamente, mientras el Gobierno se refería a un buque escuela sin otorgarle nombre, el alcalde de Cádiz y la prensa gaditana insistía en llamarle Minerva, en recuerdo del primer contrato y olvidando que este nombre estaba ya otorgado por la Marina a un pontón carbonero.

Los astilleros de Cádiz comenzaron de inmediato los trabajos de construcción del buque, si bien , para la colocación de la quilla esperaba contar con la presencia del jefe del Gobierno, general Miguel Primo de Rivera, que se encontraba en África dirigiendo personalmente el desembarco de Alhucemas. La victoria de las tropas españolas y la pacificación del Rif convirtieron a Primo de Rivera en aquella época en un personaje popular y aclamado por todos.

Finalmente la fecha fijada para la colocación de la quilla del buque escuela, aún sin nombre, fue la del 24 de noviembre de ese año de 1925. Primo de Rivera llegó a Cádiz a bordo del cañonero Cánovas del Castillo.

El recibimiento al jefe del Gobierno fue espectacular, con todas las autoridades en el muelle y cientos de gaditanos vitoreando al vencedor de Alhucemas. Primo, tras el Te Deum oficial en la Catedral, quiso acudir a rezar ante el Nazareno de Santa María.

En el colegio de San Felipe Neri tuvo lugar un almuerzo para más de trescientas personas, en el que intervino el joven orador desconocido para la inmensa mayoría de los asistentes, José María Pemán.

Mientras tanto, en el astillero Horacio Echevarrieta conversaba distendidamente con los alumnos de la Escuela Naval, que habían acudido a rendir honores al jefe del Gobierno. Durante la conversación, los alumnos pidieron a Echevarrieta que el barco, que carecía de nombre, llevara el de Juan Sebastián Elcano.

Primo de Rivera llegó a los astilleros a media tarde, y en medio de un temporal de viento y lluvia. Pasó revista a los alumnos de la Escuela Naval y en la grada número 2 puso simbólicamente el primer remache. A continuación fue ofrecido un lunch en el taller de Carpintería, servido por el Bar España, con fiambres variados, pavo trufado, pastas, vinos de Jerez y Champagne.

Horacio Echevarrieta tomó la palabra para señalar que quiso que el nuevo buque escuela llevara el nombre de Miguel Primo de Rivera, pero que fue rechazada la idea por el propio jefe del Gobierno. Añadió que el nombre adecuado sería el de Juan Sebastián de Elcano, para que sirviera de estímulo de los jóvenes guardiamarinas.

Primo de Rivera cerró el acto acogiendo la idea y prometiendo que propondría al Rey el nombre de Elcano para el nuevo buque.

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