Tribuna Económica
José Ignacio Castillo Manzano
La financiación autonómica, ¿Guadiana o Rubicón?
De Cerca| Entrevista a José Manuel Calvo
Cádiz/Lleva 31 años trabajando en Protección Civil y su exigencia profesional para reducir al máximo los riesgos en la ciudad le ha llevado a muchos enfrentamientos. Se considera un hombre de principios y para él, "el honor y la lealtad tienen que ser bandera". Cree que en su trabajo, "hay que ser valiente y si no se es valiente, se está dejando pasar el riesgo hacia la población".
–Usted vivió en las casitas bajas que se construyeron en la barriada España tras la explosión de 1947, ¿cómo llegó su familia allí?
–Porque mis abuelos maternos fueron damnificados por la explosión. Vivían en San Severiano, su casa salió por los aires y les otorgaron una de las casitas bajas; y estas casas, que eran en alquiler social, pasaron de padres a hijos.
–Cuando se derribaron, las familias que quedabais allí fuisteis realojadas mientras se construían los nuevos edificios y el proceso se demoró más de lo previsto, ¿temisteis que se eternizaran las obras como ha ocurrido con Los Chinchorros?
–Gracias a que de inicio habíamos tenido el asesoramiento del letrado Juan Bosco Rodríguez Sánchez, que nos puso en antecedentes de que antes de firmar nada, obligáramos a la empresa a un aval bancario por importe superior al coste de la construcción, pudieron terminarse las obras. Esto originó una dura convivencia donde los vecinos nos dividimos en dos bloques. El grupo que nos lanzamos a encabezar la negociación rastreamos varias empresas para encontrar una que fuera solvente, y así dimos con Inmobisa, que tenía un capital social importante, una reputación y una trayectoria que nos daba ciertas garantías. Pero de pronto entra en juego la empresa SyC95 provocando la división entre los vecinos, y esto fue el motivo de la paralización de las obras porque carecía de solvencia económica. Al final, esto acabó en los juzgados y la juez dictó una sentencia salomónica, donde obligaba a las dos empresa a constituir una UTE que acabó en concurso de acreedores porque SyC95 no ponía su aportación necesaria. Esta operación no acabó como Los Chinchorros gracias al aval bancario, que al anunciarle a Unicaja que íbamos a hacerlo efectivo, optó por ofrecernos terminar la obra a cambio de no pelear el aval, y eso fue lo que logró terminar el edificio, pero desgraciadamente solo el edificio; en la parcela anexa, el proyecto contemplaba la urbanización de un parque y suelo para construir otro edificio en frente, y eso quedó parado.
–Usted es coordinador de Protección Civil del Ayuntamiento, ¿qué le llevó a trabajar allí?
–La casualidad. Tras haberme licenciado ocho meses antes en el servicio militar, recibí una nota del INEM para trabajar en Protección Civil, concretamente en salvamento de playas. Accedí y fuimos entrevistados todos los candidatos, y el hecho de haber estado al frente de la plana mayor de la brigada militar me valió obtener una función de coordinador en el servicio de playas.
–¿Y ya se quedó trabajando en Protección Civil?
–Después hubo un tiempo que estuve combinando el trabajo con el Ayuntamiento y fuera del Ayuntamiento. Porque en aquella época las cosas se hacían de otra manera más fulleras, no sé como llamarlo... Incluso hubo años que estuve trabajando en la playa prácticamente como autónomo pero a su vez coordinando al personal laboral de playas, lo cual es una irregularidad, pero en aquella época era muy joven y uno tragaba con lo que había. En 1994, el concejal Salvador Ramallo se hace eco del asunto y regulariza la situación, por lo que pasé a ser personal laboral eventual por un contrato en principio para hacer el Plan de Emergencia Municipal, y aquí empieza mi andadura más intensiva de la Protección Civil, porque al cambiar el color del equipo de Gobierno y entrar el Partido Popular, el concejal que es asignado a Protección Civil fue Francisco Súnico y con él me tocó exponer la renovación de mi contrato. Súnico me dijo que si en un año de trabajo no había sido capaz de hacer el Plan de Emergencia Municipal, por qué iba a renovar el contrato. La respuesta fue sincera: "Porque no me han dejado. Me tenían haciendo mil cosas y no me dejaban trabajar en el Plan de Emergencia Municipal". Entonces, Súnico me dijo que me renovaba por seis meses y si no terminaba el Plan, que me diera por despedido. El Plan no solamente lo terminé, sino que tras aprobarse y homologarse por la Junta de Andalucía, vino una felicitación de Sevilla al equipo redactor, que era yo. Esta situación hizo que Súnico dictara que yo despachara directamente con él para tener un control de la apuesta que había hecho de terminar el Plan de Emergencia. El recuerdo que tengo de Súnico es que los dos años y medio que estuvo en Protección Civil, ha sido el tiempo que más intensamente he trabajado en mi vida. Lo que pasa es que esta situación le incomodó mucho a algunas personas. Cuando se remodeló el equipo de Gobierno por el conflicto que hubo con Julio Braña, y Súnico pasó a Medio Ambiente, hubo quien afiló los cuchillos y ahí empezó mi desdicha, y más allá de yo ser sumiso, que nunca lo he sido, saqué pecho y más grande fue la paliza. Si bien Ramallo empezó a regularizar el tema, Súnico ordenó que saliera en oferta de empleo público la plaza de coordinador de Protección Civil, y cuando esta se llevó al tribunal, Súnico ya no estaba y ahí me enfrenté a una situación en la que yo no era el candidato ideal pero vencí por puntos, pese al disgusto de más de uno.
–No sé si quiere hablar de ello, pero estuvo un tiempo apartado de su trabajo, ¿qué ocurrió?
–Sí, no me avergüenzo de ello. De hecho, podía haber solicitado que se apartara de mi expediente, al haber pasado más de cinco años, y no lo he solicitado. Quiero que quede constancia porque fue un cúmulo de maldades y venganzas.
–¿Por parte de quién?
–Esta historia se ordena jurídicamente bajo el pretexto de un expediente disciplinario por baja productividad al que nadie daba crédito, porque todo el mundo sabía que yo estaba localizado 24 horas y la Protección Civil mayormente era yo, especialmente en lo que se cernía a la oficina técnica. Me atribuyeron que no había realizado un plan de autoprotección del Centro de Servicios Sociales de la Barriada de la Paz, cuando en realidad estaba hecho pero me negaba a firmarlo porque el edificio tenía la puerta de emergencia soldada por el óxido, además de irregularidades en el sistema contra incendios. Entonces, me negaba a firmarlo hasta que se arreglara. No lo arreglaron y la no redacción de este documento tuvo perjuicios para el Ayuntamiento, porque creo que perdieron una subvención, y yo fui la cabeza de turco perfecta, y me llevó a la suspensión de un mes de empleo y sueldo. Todo esto alimentado entre la traición más grave y la venganza.
–¿Venganza por qué?
–Porque cuando yo tomo conciencia, especialmente con Súnico, de lo que verdaderamente es Protección Civil y me formo adecuadamente en la materia, resulta que empezamos a aplicar la necesaria reducción de riesgos y con eso le tocamos las narices a mucha gente. El Teatro Falla era un hervidero el cual tuvimos que regularizar, porque se sobrepasaba en más del doble el aforo permitido y los incumplimientos normativos eran constantes, especialmente en Carnaval, el resto del año no. Entonces, me convertí como en la mano negra del Carnaval, cuando verdaderamente lo que intentaba era minimizar los riesgos todo lo posible, y denunciamos muchísimas conductas e irregularidades. También pusimos orden en discotecas, en bares nocturnos y en alguna que otra empresa. Con todo ello, evidentemente me tenían el mismo cariño que a un inspector de Hacienda, cuando yo he trabajado siempre para evitar que ocurriera un Madrid Arena en Cádiz, porque el nivel de exposición ha sido bastante alto en muchas situaciones. Hoy felizmente está más controlado, que no quita que el riesgo exista. Todo esto ha sido un trabajo de continuidad, no de golpe, que nos ha pertrechado una fama de exigencia. Yo me convertí en un grano en el culo para ciertos políticos y funcionarios, y eso llevó a la venganza hacia el expediente, que fue un cúmulo de falsedades.
–Usted también forma parte del Instituto Español para la Reducción de los Desastres (IERD). En Cádiz existe un riesgo real de que se produzca un maremoto, ¿no cree que hay poca concienciación al respecto?
–El riesgo existe y no lo dice Protección Civil, lo dicen los geólogos y geofísicos. Que las capas tectónicas y las fallas rodean la Península Ibérica es un hecho probado; que tienen actividad sísmica, también. Que ha ocurrido también es cierto y hay un principio de la naturaleza que dice que lo que ha ocurrido una vez, volverá a ocurrir. Lo que pasa es que no sabemos cuándo ni tenemos forma de medirlo. Entonces, los cálculos son siempre muy inexactos y las cadencias o periodos de retorno se cifran en siglos, lo cual hace que la probabilidad baje muchísimo. Se ha hablado de entre 300 y 500 años, 300 ya están prácticamente vencidos. Desde la Protección Civil, más allá de aventurarnos en teorías de la ciencia de la Tierra sobre si ocurrirá o no ocurrirá, nuestro trabajo está más en proteger a la población. Técnicos de Protección Civil llevamos trabajando muchos años en ello. Al principio, cuando empezamos a trabajar estas teorías nos miraban como si hubiésemos visto un ovni. Ha habido mucho cachondeo hacia nosotros por el tema de los maremotos, hasta que ocurre el de Sumatra y ya se ve que los maremotos son algo más que ciencia ficción. Hoy día la concienciación va cambiando. Ya hemos hecho algún que otro simulacro de maremoto, especialmente en el colegio Tierno Galván, subiendo a la población escolar a lo alto del Estadio Carranza para ponerlo a salvaguarda.
–¿Podría darnos algunas recomendaciones básicas si se produce un maremoto en Cádiz?
–Una de las inquietudes que tiene la población es cómo saber si esto va a ocurrir, lo que es el mecanismo de alerta. Hay que decir que antes de un maremoto siempre tiene que ocurrir un gran terremoto, es decir, que vamos a sentir un temblor y desde el temblor hasta la hipotética ola, siempre transcurrirá un mínimo de 30 minutos. En nuestras costas no va a ser inmediato por nuestras fallas. Entonces, si el terremoto ocurre, lo ideal es conectar con una radio o televisión pública. Y la mejor protección es subirse a un edificio alto, ya que intentar salir de la ciudad es exponerse más al riesgo. Otra recomendación es que cada familia acuerde un punto de reunión si ocurre una situación catastrófica, sea esta u otra, y están disgregados, ya que de lo contrario, intentar reunirse en medio del caos no solo puede ser peligroso sino que además, incierto e inseguro.
–¿Hay algún momento complicado que le haya marcado en su trabajo?
–Yo estuve en el incendio del Hospital Puerta del Mar, llevaba poco tiempo aquí, con lo cual pude hacer muy poco. Y luego en el año 88, cuando explotó la alcoholera en El Puerto de Santa María, nos pidieron enviar refuerzos. Después, he tenido muchas veces que imponerme. Recuerdo que una vez había venido un barco con un enfermo de malaria que fue llevado al Hospital San Rafael por orden del SAS y allí murió. A los pocos meses llegó otro barco de similares características y Salvamento Marítimo nos anunció que Sanidad Exterior había ordenado el desembarco de diez tripulantes que presentaban síntomas anormales. Cuando me enteré, me negué a que esas diez personas fueran evacuadas a la ligera. Entonces, contacté con el epidemiólogo del SAS, que accedió al barco con una protección y evaluó que solo un paciente debía ser evacuado, los otros nueve fueron tratados dentro del barco. Imagínate que diez personas con una posible enfermedad infectocontagiosa deambularan por el hospital de Cádiz: podíamos haber creado una situación bastante grave. Esto me conllevó muchos enfrentamientos. Después, hemos sido muy exigentes con la prevención, de ahí viene mi mala fama. He obligado a tomar muchas medidas, a veces bajo advertencia de la aplicación de métodos coercitivos legales; es decir, apercibimientos y denuncias, y advertencia de paralización y suspensión de actividad cautelar.
–También habrá tenido momentos buenos.
–Sí. He tenido muchos reconocimientos, lo que pasa es que la mayor parte han venido de fuera del Ayuntamiento. En prevención, el trabajo bien hecho no arroja flores, simplemente no tiene entierros.
José Manuel Calvo nació en Cádiz en 1968. Estudió en el colegio Carola Ribed y en el Instituto San Severiano. Después comenzó Psicología en la UNED y estando ya trabajando, realizó el Curso Superior de Protección Civil en la Escuela Nacional de Protección Civil, en Madrid. Tiene una hija de 7 años pero no se casa con su pareja porque no cree en la institución del matrimonio. "La relación se renueva cada día y eso nos da la vitalidad de acercarnos o separarnos según convenga a las personas, y las escrituras las dejamos para la casa, que es lo que hay que sujetar, porque lo demás no tiene sujeción posible, más que la voluntad de dos personas", sostiene.
Calvo puso en marcha junto con José Antonio Aparicio el Instituto Español para la Reducción de los Desastres, del que es vicepresidente, y fue presidente y socio fundador de la Asociación de Técnicos de Protección Civil de Andalucía.
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